POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 139

Siria-Turquía: una alianza en construcción

Ignacio Álvarez-Ossorio
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Frenar el nacionalismo kurdo, estabilizar Irak, resolver el conflicto palestino-israelí y evitar un ataque contra Irán son los pilares de la nueva alianza entre Siria y Turquía. La relación política bilateral se ha visto reforzada con una amplia agenda económico-comercial.

En la última década, Siria y Turquía han superado sus diferencias y sentado los cimientos de una alianza estratégica. En este periodo, Damasco y Ankara han intensificado sus relaciones políticas, económicas y militares y han fijado una agenda común basada en la necesidad de frenar el nacionalismo kurdo, estabilizar Irak, resolver el conflicto árabe-israelí y, por último, evitar un ataque contra Irán.

Aunque previamente ya se había experimentado un tímido acercamiento, el estrechamiento de relaciones se aceleró a partir de 2001. Una vez en la Casa Blanca, George W. Bush decidió dar carpetazo a la política de puentes abiertos de Bill Clinton y congeló la relación con Siria. Los sectores neoconservadores consideraban que Bashar el Asad era un obstáculo para el nuevo Oriente Próximo que se diseñaba en Washington. Tras la invasión de Irak y el derrocamiento de Sadam Husein, Siria se convirtió en la nueva presa a batir. El asesinato de Rafik Hariri en 2005 y la posterior retirada siria de Líbano acentuaron aún más la presión sobre el régimen sirio.

Contra todo pronóstico, El Asad no solo ha conseguido salir airoso de su aislamiento internacional, sino que ha logrado convertir Siria en un actor central en Oriente Próximo, con una acertada política exterior basada en la diversificación de sus alianzas y, sobre todo, en la intensificación de vínculos con Turquía. Lo que es más importante: el régimen sirio no se ha visto forzado a sacrificar su alianza estratégica con Irán, Hezbolá y Hamás que, hoy por hoy, representa su principal baza negociadora con Israel.

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