POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 118

Un mundo de cine

Martín Ortega
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Ya sabíamos que se puede viajar en el tiempo instalados en un cómodo sillón. Todos los que contemplamos con asombro las superproducciones de romanos o de temas bíblicos hechas en los años cincuenta y sesenta compartimos el placer de vivir, aunque solo fuera un momento, en aquellas épocas remotas. Ahora también se puede viajar en el espacio a través de un sinfín de películas y documentales recientes, que muestran cómo se vive y piensa en otras latitudes. El cine es un medio poderoso de explicación del mundo y, a veces, uno entiende mejor lo que ocurre en otros países viendo una película de hora y media que metido en una biblioteca durante semanas devorando gruesos libros.

La producción cinematográfica ha crecido en todas partes al socaire de la globalización económica. En los más diversos rincones se realizan películas, y la coproducción se ha generalizado e internacionalizado. Esta expansión geográfica ha coincidido con el éxito del documental como instrumento de expresión. Las cintas documentales ya no son meros informes periodísticos sino que añaden, en grado variable, el punto de vista, las posiciones políticas y hasta las obsesiones del realizador, además de su capacidad artística. En muchos casos las fronteras entre ficción y documental se han difuminado, lo que a la hora de la verdad importa poco al espectador si la cinta aporta intelectualmente y se ve con placer. Por ejemplo, Gandhi, una película redonda que recibió nueve Oscars en 1982, quiso ser fiel a la biografía del líder hindú hasta el punto de recrear en color imágenes de época tomadas en blanco y negro. Gandhi puede verse hoy como un documental histórico.

Uno de los espacios más fértiles para la creación de filmes internacionales es la frontera entre California y México, muy cerca del que todavía es el centro neurálgico…

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