La crisis desatada entre Bielorrusia y la Unión Europea –la más grave en la historia reciente de Polonia, según su gobierno– sube de temperatura a marchas forzadas. La UE y la OTAN insisten en que no se trata de una crisis migratoria y califican los actos de Minsk como un “ataque híbrido”. Para Bruselas, el asunto es particularmente espinoso porque afecta a uno de sus talones de Aquiles más conocidos –la ausencia de una política migratoria– y también sitúa en el centro a uno de sus Estados miembros más díscolos.
Una de las derivadas menos analizadas de las políticas de ampliación de la UE no se refiere a los nuevos miembros que entran al club, sino a sus nuevos vecinos. La macroampliación de 2004, con la entrada de 10 nuevos países del centro y este de Europa, expandió las fronteras de la Unión como nunca antes, y situó a países…

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