Los viandantes dejan flores en la mezquita de Kilbirnie, en Wellington (Nueva Zelanda), el 17 de marzo de 2019, dos días después del ataque/GETTY

El auge del terrorismo de extrema derecha

Guillermo Rebollo Márquez
 |  4 de febrero de 2020

En marzo de 2019 un hombre asaltó dos mezquitas de la ciudad de Christchurch, Nueva Zelanda, dejando un total de 51 víctimas y numerosos heridos. Es el peor atentado perpetrado por un seguidor de la extrema derecha desde el de 2011 en Oslo. En aquella ocasión, otro “lobo solitario” dejó más de 77 muertos tras un tiroteo en la isla de Utoya, donde se celebraba un campamento juvenil del Partido Laborista Noruego. Tras los atentados en Nueva Zelanda, Estados Unidos vivió una serie de tiroteos masivos cuyos atacantes mantenían un perfil ideológico similar. En El Paso, Texas, un hombre armado llevó a cabo un ataque contra un supermercado, matando a 22 personas e hiriendo a 24. Los pistoleros citaron el atentado de Christchurch como inspiración.

No son, por tanto ataques aislados, sino que se enmarcan en una tendencia global cada vez más preocupante. Según señala el Índice de Terrorismo Global (ITG), aunque el número absoluto de atentados es bajo cuando se compara con otras formas de terrorismo, en Occidente este tipo de ataques se han incrementado en un 320% en los últimos cinco años. Serge Stroobants, director de operaciones para Europa, Oriente Próximo y el norte de África en el think tank Institute for Economics and Peace, afirmó en la presentación del ITG en el Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior (INCIPE) que hay que prestar atención a esta tendencia. Como afirma la doctora Christina Schori Liang, el aumento del terrorismo es reflejo de un contexto más amplio, donde el extremismo, odio e intolerancia se intensifican, al tiempo que la extrema derecha gana presencia.

Para este think tank, la extrema derecha consiste en una ideología política que se centra en uno o más de los siguientes elementos: nacionalismo estridente, fascismo, racismo, antisemitismo, antiinmigración y xenofobia. No todos los grupos u organizaciones con cualquiera de estas características pueden considerarse de extrema derecha, y no todos los grupos de extrema derecha son automáticamente violentos o terroristas. Sin embargo, los grupos terroristas con estas características y los individuos que simpatizan con estos ideales quedan clasificados como «terrorismo de extrema derecha» en el ITG de 2019.

Este tipo de sucesos ha aumentado en Occidente –América del Norte, la Unión Europea y Oceanía. Según los dato aportados en el ITG, en 2018, los ataques terroristas de extrema derecha representaron el 17,2% de incidentes terroristas en Occidente. Por el contrario, los ataques de grupos islamistas representaron el 6,8% de los ataques, y los no atribuidos a ningún grupo representaron el 62,8% de los incidentes en Occidente.

 

Far-right terorism incidents in the west, 1970-2018

Global Terrorism Index 2019

 

Pese al incremento de este tipo de terrorismo, los niveles de violencia política son mucho menores que en los años 70 y 80. Según los datos, entre 1970 y 1980 hubo 1.677 atentados frente a los 322 de la última década, los cuales fueron llevados a cabo principalmente por grupos pertenecientes a la izquierda radical. Sin embargo, existen diferencias entre los ataques llevados a cabo por diferentes grupos. El terrorismo de extrema derecha es de media de cinco veces más mortal que el de extrema izquierda. Por su parte, el terrorismo islámico es de media mucho más mortal que los anteriormente mencionados.

En general, los terroristas de extrema derecha tienen menos probabilidades de estar afiliados un grupo organizado. Se radicalizan a través de internet. Esta característica dificulta su análisis, dado que en muchas ocasiones los ataques perpetrados por “lobos solitarios” son catalogados como delitos de odio. Las definiciones legales de un acto terrorista y delito de odio no son las mismas. Por ejemplo, en 2015 un individuo mató a nueve personas en una iglesia episcopal africana en Charleston –Carolina del Sur– y fue condenado por un delito de odio, no por un acto terrorista. No obstante, sus consecuencias deben tenerse en cuenta a la hora de analizar este tipo de fenómenos.

Para buscar las causas del aumento de este tipo de ataques es necesario analizar el clima político. Los tiroteos masivos en EEUU llevados a cabo por individuos relacionados con la extrema derecha se desarrollan en un contexto muy polarizado política y socialmente. El aumento de la retórica agresiva ha permitido el resurgimiento del discurso de odio y el empoderamiento de las figuras de extrema derecha, además de aumentar la probabilidad de radicalización de los jóvenes en particular.

Durante la última década, ha habido una reducción notable de muchos de los indicadores de paz en Occidente. El Índice de Paz Global de 2019, un índice desarrollado también por el Institute for Economics and Peace, muestra que la puntuación de EEUU disminuyó un 6,7% de 2009 a 2018. Solo Libia, Grecia y Siria tuvieron mayores disminuciones durante ese período de tiempo. Los deterioros más significativos se produjeron en los niveles de corrupción, la libertad de información, la aceptación de los derechos de los demás, y distribución equitativa de recursos.

Esta situación presenta diversos retos para las instituciones que trabajan activamente para frenar el terrorismo. También demanda más recursos y personal, pues los actuales son destinados tradicionalmente a vigilar el terrorismo islámico. Existen también alternativas que pueden ser efectivas teniendo en cuenta el contexto descrito: la construcción de una identidad común fundada en el civismo y el multiculturalismo, así como la implicación de los medios de comunicación para combatir la crispación y la polarización política.

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