Bansky, el arte de agitar conciencias

Iratxe González
 |  8 de octubre de 2015

Dismaland es el último experimento social del artista británico Banksy. El macabro y subversivo parque de atracciones, “inadecuado para niños”, es también un festival de arte, de denuncia social y polítical. Pronto volverá a abrir sus puertas, esta vez, tal y como anuncia la web del artista, “no habrá entradas a la venta por Internet”. El lugar elegido para la irónica reapertura de puertas es La Jungla, en la localidad francesa de Calais. Allí es donde toda la estructura del parque está siendo enviada. Se utilizará para la construcción de refugios y paliar la crisis de migrantes fronterizos entre Reino Unido y Francia.

La Jungla es el nombre por el que se conoce el complejo de tiendas de campaña que conforma el campamento improvisado en las inmediaciones portuarias de Calais. Entre 4.000 y 5.000 personas esperan poder pasar a las islas británicas. Desde que se formara Sangatte, el primer campo de refugiados, en 1999, Calais ha sido meca de los aspirantes a solicitud de asilo británico llegados desde países tales como Afganistán, Somalia, Siria o Eritrea.

Con la reutilización de los materiales de Dismaland, Bansky da una nueva dimensión al mensaje de su obra. Rebelde, subversiva y combativa, toda acción de Banksy carga contra el conformismo, la apatía y el inmovilismo de la sociedad occidental. El artista da una transvalorización a su obra mediante piezas que ilustran situaciones contradictorias de la sociedad occidental, dejando al descubierto las incongruencias de los valores y la moral del sistema establecido.

Pero no es la primera vez que las paredes se utilizan como lienzos de reivindicación. Los muros ya fueron testigos de la crítica social y política y protagonistas del nacimiento de la contracultura durante las revueltas estudiantiles del Mayo del 68 en Francia.

En la obra y las acciones artísticas de Banksy están latentes tanto los planteamientos de los Ad Jammers como los de la célebre Internacional Situacionista francesa, que tan presente estuvo en el Mayo del 68. Para Guy Debord, fundador de la Internacional Situacionista, la vida humana se ve condicionada por un conjunto de experiencias elaboradas por los medios de comunicación, que relegan la inmediatez, la acción individual o el pensamiento propio a un plano invisible ante el llamado mundo del espectáculo. Los Ad Jammers, por su lado, se sirven de la propia publicidad para modificar su mensaje.

Pero la lucha de Bansky no se limita a la sociedad occidental. Banksy ha visitado México para jugar un partido de fútbol con miembros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y ha visitado Palestina en varias ocasiones. Sus trabajos en el muro de Cisjordania construido por Israel en 2011 han tenido impacto en todo el mundo. También ha pintando una Gaza destruida y ha elaborado un vídeo en el que presenta Gaza como la meca del turismo, un mensaje más que provocador.

 

A Palestinian boy walks past a drawing by British graffiti artist Banksy near the Kalandia ...

 

Anas Maraqa (pseudónimo) lleva estudiando las manifestaciones artísticas callejeras en Palestina desde la primera intifada de los finales de los años 80, incluyendo también el enfrentamiento entre Hamás y Al Fatah.

Los graffiti han sido un recurso habitual para estimular a las masas. Mensajes de resistencia, consignas políticas o en recuerdo a las víctimas del conflicto son también temas recurrentes en las pinturas murales de los edificios de Irlanda del Norte, en especial aquellos que delimitan los territorios enfrentados.

Los artistas callejeros fueron considerados también “agentes de cambios social” durante la primavera árabe. Libros como Walls of freedom. Street art of the Egyptian revolution retratan los años de revolución, donde las paredes ofrecen testimonio visual dinámico.

Los muros son en ocasiones alternativa a los medios de comunicación oficiales. En otras sirven para reprender a dictadores, como sucedía con las pintadas que identificaban al expresidente libio Muamar el Gadafi con ratas. Estas manifestacionesa artísticas pueden contribuir a encender la mecha de una revolución. El 6 de marzo de 2011, en la ciudad siria de Daraa, 15 niños fueron arrestados y torturados por pintar graffitis con el lema “el pueblo quiere la caída del régimen”. Las protestas que siguieron a estos acontecimientos desencadenaron una oleada de violencia en todo Siria. La guerra civil que se abrió en marzo de 2011 ha producido ya más de nueve millones de desplazados y más de 300.000 muertos.

Banksy también ha tratado de denunciar lo que sucede en Siria desde hace más de cuatro años. A través de la campaña WithSyria.com lanzada en 2014, el artista británico transformó una de sus obras más conocidas en Londres (una niña con un globo en forma de corazón, realizada en 2002) para transformarla en un homenaje a las víctivas de la guerra civil siria.

 

Bansky-niña-globo Bansky_withsyria_niña

 

La identidad de Bansky es un misterio. Se sabe que nació en Liverpool en 1974 y realizó sus primeras obras en Bristol a finales de los ochenta. Su internacionalización se ha debido en gran medida a las repercusiones en el sistema internacional de las incongruencias y contradicciones de la sociedad occidental. Su objetivo no es otro que dejar en evidencia los absurdos morales, inmovilismos, abandonos y, sobre todo, injusticias de Occidente.

Ya lo dijo Vladimir Mayakovsky, poeta y revolucionario ruso: “Las calles son nuestros pinceles, las plazas nuestras paletas”. Resumen inmejorable de la influencia que el arte tiene en la agitación de conciencias.

 

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