Seguidores de Erdogan celebran su victoria en las elecciones del 24 de junio de 2018 en Estambul, Turquía. GETTY

El califa de Estambul renueva su mandato una vez más

Beatriz Yubero
 |  25 de junio de 2018

El islamista Recep Tayyip Erdogan continuará al frente de la República de Turquía. Así lo ha decidido el 53% del electorado, que ayer acudió a votar a unas elecciones anticipadas pero determinantes: eran presidenciales y legislativas.

Es la sexta ocasión en cinco años en que los turcos acuden a las urnas. Sin embargo, esta vez el registro de participación (92%) fue uno de los más altos de la historia del país. La ansiedad, provocada por una acelerada carrera electoral, empujó a los votantes a acudir a sus centros de referencia: de entre las opciones surgieron nuevos rostros, como el de la nacionalista Meral Aksener. Por su parte, el líder del prokurdo e izquierdista Partido Democrático de los Pueblos (HDP), Selahatin Demirtas, tuvo que realizar campaña entre rejas, mientras que el candidato kemalista del Partido Republicano de los Pueblos (CHP), Muharrem İnce, se convirtió en el nuevo rostro de la esperanza para los seculares y socialdemócratas y el principal adversario del islamista Erdogan.

No obstante, ni el estado de excepción, que se prolonga desde el fallido intento de golpe de Estado de 2016, ni la debacle económica –la lira turca se ha devaluado en el último año un 20% respecto al euro y al dólar y los precios se han elevado en un 11%, según reflejan los últimos datos, de abril– han conseguido frenar al candidato del conservador e islamo-nacionalista Partido Justicia y Desarrollo (AKP) que, en coalición con el Partido de Acción Nacionalista (MHP), también ha obtenido el control del Parlamento con 297 diputados, más los 51 que le aporta su socio, de un total de 600 escaños.

Con el apoyo suficiente y sin necesidad de una segunda ronda, Erdogan y su ejecutivo se dirigen por lo tanto hacia un sistema unipersonal.

El niño que vendía rosquillas saladas en el modesto barrio de Kasimpasa (Estambul) y que aspiraba a recuperar sus raíces islámicas y otomanas, lidera desde 2002 el país de forma ininterrumpida. En esta nueva etapa asumirá, tal y como la reforma aprobada en 2017 estipula, la jefatura del Estado y del gobierno, por lo que desaparecerá la figura del primer ministro, cargo que ocupa actualmente el diputado del AKP, Binali Yildirim. Además, en este nuevo periodo no se podrá convocar al presidente ni dirigirle preguntas. Tendrá la potestad de nombrar a gran parte de la cúpula de la judicatura y solo si pudiera demostrarse que ha cometido un delito –y con el apoyo de tres quintos de la Cámara– podría ser destituido de su cargo. Es decir, Erdogan concentrará en su poder los hilos para manejar el país a su antojo y llegar a sumar hasta dos décadas consecutivas de gobierno del Estado.

La nueva Turquía que quiere instaurar el apodado como “sultán de Europa” se asemeja, cada vez más, a la que parecía empeñado en enterrar años atrás: autoritaria, intransigente y partidista, como ha demostrado con su monopolio de los medios de comunicación en los últimos meses de campaña. Aunque lo cierto es que no existen voces que consigan mellar el aura ganadora del presidente, imbatible en las urnas. Tan solo en el sureste del país, donde el HDP consiguió afianzar su hegemonía y superar la barrera electoral del 10% de los votos, logrando 64 diputados; y en la costa mediterránea, donde el líder de los kemalistas, İnce, ha conseguido recabar el apoyo suficiente para mantener sus feudos bajo control, los electores han dado la espalda al proyecto megalómano del reelegido presidente, cuyo rostro ya reemplaza en muchas de las principales avenidas del país al del fundador de la República en 1923 y considerado el padre de los turcos, el secular Mustafa Kemal Atatürk.

 

¿Quién es y de dónde viene Erdogan?

Criado a las orillas del mar Negro, en la pequeña localidad costeña de Rize, Erdogan fue educado en una familia de clase media-baja. Creció en Estambul, donde curso sus estudios en una Imam Hatip –escuela coránica turca– para posteriormente licenciarse en Empresariales en la Universidad de Mármara. En su época universitaria se afilió a las juventudes nacionalistas islamistas. Fue entonces cuando absorbió las lecciones de Necmettin Erbakan –primer líder islamista de la Turquía moderna y efímero primer ministro (1996-1997), empujado a renunciar por la cúpula militar–, y de Abdullah Gül, uno de los políticos con quien, mucho más tarde, formaría el AKP.

En la década de los ochenta y siendo alcalde de Ankara, la capital del país, Erdogan se convertiría en el mártir de los islamistas turcos al recitar en público un poema del ideólogo panturquista Ziya Gökalp. “Las mezquitas son nuestros cuarteles / las cúpulas nuestros cascos / los minaretes nuestras bayonetas / y los creyentes nuestros soldados”. Versos que le valieron cuatro meses de cárcel. Tras la llegada del nuevo milenio, y al frente del AKP, Erdogan ejerció de primer ministro hasta 2014, cuando asumió la presidencia de la República, titulo que ha quedado revalidado el 24 de junio al auto-proclamarse, ya con los resultados oficiales en la mano, como presidente de la República.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *