"Dickens’s Dream" (1875), de Robert William Buss.

Claroscuros del creador de la novela social

Charles Dickens supo transmitir su visión crítica con un estilo simple y llano, fácil de leer, pero sin olvidar el humor, la ternura y las lecciones morales. Acaban de cumplirse 150 años de su muerte.
Marcos Suárez Sipmann
 |  11 de junio de 2020

Se cumplen 150 años de la muerte de Charles Dickens, creador de la novela social. Narró las duras condiciones de vida de los desfavorecidos, humildes y marginados. Lo hizo dando protagonismo a los perdedores de la industrialización. Dickens, que tenía veinticinco años cuando en 1837 subió al trono la reina Victoria, fomentó la conciencia social en la Inglaterra victoriana. Admirador de su obra, su contemporáneo Karl Marx afirmaba que “en sus libros se proclaman más verdades que en todos los discursos de políticos, agitadores y moralistas juntos”.

Denunció el maltrato a niños pobres y el trabajo infantil. Con solo 12 años, él mismo se había visto obligado a trabajar en una fábrica de betún. Ese año su padre fue encarcelado por no pagar sus deudas. Quedaron grabadas en su memoria las condiciones miserables en que vivían los niños trabajadores, así como la dureza de las cárceles. Reflejó estas y otras injusticias años después en muchas de sus obras, parcialmente autobiográficas. Supo transmitir su visión crítica con un estilo simple y llano, fácil de leer. Y siempre quedaba lugar para el humor, la ternura y las lecciones morales.

Tras acabar el colegio, trabajó primero como asistente de abogados, luego como taquígrafo y finalmente como reportero. Consiguió que le encargaran las crónicas de las sesiones del Parlamento. En poco tiempo logró hacerse notar por sus artículos periodísticos publicados en Monthly Magazine. Gustó su habilidad para referir las costumbres londinenses, por lo que un editor le encargó un libro de notas escrito en el mismo estilo. Salía así en 1836 su primera obra, Los apuntes de Boz. El éxito obtenido le animó a escribir Los papeles póstumos del club Pickwick (publicada por entregas entre 1836 y 1837). En ella se reveló como un maestro de la prosa humorística, con que retrataba a los tipos más extravagantes de la sociedad inglesa, tanto del campo como de la ciudad.

 

Dickens, retratado por Daniel Maclise (1839).

 

Brecha transatlántica

A partir de este momento se centró en la crítica social. En casi todas sus historias suele haber un fondo de miseria, hambre, injusticia y suciedad. Cada espacio –barrios marginales, cárceles, orfanatos…– tiene una función y entra en la dinámica del relato. Las descripciones que realizó en Oliver Twist (1837-38) de la pobreza y el vandalismo en Londres conmocionaron al público de tal manera que los suburbios donde se desarrollaba la novela, que existían en la realidad, fueron derribados.

Fundó y dirigió periódicos. Invitado en 1842 a impartir conferencias en Estados Unidos, pronto el entusiasmo de sus seguidores, que le recibieron como un héroe, comenzó a desbordarle. Le irritaron los intentos de hacer dinero gracias a su fama. Encontró a los estadounidenses “autoritarios, presuntuosos, vulgares, insensibles y sobre todo codiciosos”. Los estadounidenses llegaron a estar tan disgustados con Dickens como él con ellos. Y por una cuestión de mucha actualidad hoy: la propiedad intelectual. En 1842 no había leyes internacionales de copyright. Los estadounidenses podían leer los trabajos de Dickens gratis en ediciones piratas. Al ver lo popular que era en EEUU, el novelista se dio cuenta de que virtualmente podría duplicar sus ingresos si sus lectores en Norteamérica empezasen a pagar por ello. Abordó el asunto con su audiencia con el mayor tacto, argumentando que la ley de derechos de autor ayudaría a escritores locales de la misma forma que lo había ayudado a él. Pero la prensa le acusó de mezclar el placer con los negocios.

Producto de esas impresiones negativas fue el libro de viajes Notas americanas. También satirizó EEUU en su novela Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit (1843-44). Para la prensa estadounidense, los libros constituían una difamación del país. La experiencia americana puede calificarse de traumática. Atacó la esclavitud. Creía que en EEUU habían triunfado la libertad y la justicia, y comprobó que no era así. Se volvió más pesimista y rebajó su visión de la naturaleza humana. Lo expresó en novelas como David Copperfield (1850) y Casa Desolada (1852-53). Pese a su disgusto con los estadounidenses, estos libros resultaron tan populares allí como sus obras anteriores.

Hacia el final de su vida, Dickens empezó a gozar de mucha popularidad por protagonizar lecturas de obras como Cuento de navidad (1843). En 1867 y 1868 volvió a cruzar el Atlántico. Aclamado en sus presentaciones por público y críticos, la antigua disputa quedó olvidada.

 

Venta de entradas para una lectura de Dickens en Steinway Hall (Nueva York, 1867).

 

Hombre de ciencia, hombre desilusionado

Para Dickens, anglicano, su religión era parte importante de su vida. Tolstói y Dostoyevski se referían a él como “ese gran escritor cristiano”. Sin embargo, sus creencias no lo llevaron a rechazar la ciencia. Al contrario, fue uno de los comunicadores científicos más influyentes de la era victoriana. No se olvide que antes de ser escritor era periodista. Sus descripciones eran tan minuciosas y perfectas que algunos párrafos incluso se citaban para enseñar medicina.

Promovió la ciencia a través de su revista semanal, Household Words, fundada en 1849. A través de su obra y con su ojo para el detalle describió condiciones médicas todavía no diagnosticadas en su época. Un ejemplo entre muchos: el síndrome de Pickwick. El trastorno –hoy síndrome de hipoventilación y obesidad– recibió ese nombre en homenaje a un personaje de su novela. “Joe, el niño gordo”, tiene hambre constantemente y suele quedarse dormido y roncar fuertemente. En 1956 el American Journal of Medicine señaló que esos síntomas corresponden a una enfermedad respiratoria que afecta a algunas personas obesas y que causa una reducción del oxígeno en la sangre. Eso explica por qué suelen quedarse sin aire y estar somnolientas durante el día.

Sus desgarradoras narraciones sobre niños enfermos y moribundos ayudaron a cambiar las actitudes hacia las enfermedades infantiles. Son muy conocidas sus acciones benéficas destinadas a combatir el hambre y la miseria que él mismo había experimentado en su niñez. Con su incansable activismo contribuyó a la construcción en 1852 del primer hospital pediátrico del mundo, el Great Ormond Street Hospital.

En Tiempos difíciles (1854) adquiere importancia el mundo de la industria. Critica las lamentables condiciones de trabajo de los obreros. Y se burla de la incompetencia de la burocracia, simbolizada en un supuesto Departamento del Circunloquio, cuya función es “hacer lo que sea necesario para que no se pueda hacer nada”.

En junio de 1865, Dickens sufrió un accidente ferroviario del que milagrosamente salió ileso. Ese mismo año publicó Nuestro amigo común, para algunos su mejor novela. En esta obra de madurez se muestra desilusionado. En vez de acabar con la injusticia y la pobreza, la clase burguesa siente el mismo desprecio que mostraba la nobleza hacia los humildes. Y la nueva clase obrera tampoco ofrece esperanzas de mejora, pues adquiere los mismos vicios y defectos que la burguesía.

 

Daguerrotipo de Dickens, por Antoine Claudet (1852).

 

Claroscuros

El aniversario ha avivado polémicas. El tabloide Daily Mail, dando voz a A. N. Wilson, autor de The mistery of Charles Dickens, le tilda de misógino y hasta de “maltratador psicológico”. En 1836 se había casado con Catherine Hogarth, hija del editor de Morning Chronicle, donde era reportero. Cate fue escritora, talentosa actriz y excelente cocinera. Y una magnífica compañera de viajes en tiempos felices: Francia, Italia, EEUU. Tuvo la oportunidad de ver y experimentar cosas vedadas a  la mayoría de las mujeres de su época y estatus social. Todo quedó eclipsado debido en parte posiblemente a la intolerable presión que supuso la inesperada celebridad de Dickens. La separación pública en 1858 tras más de 20 años de matrimonio provocó un escándalo. La relación adúltera con la joven actriz Ellen Ternan –ella tenía 18 años, él 45– fue la causa definitiva.

Dickens, que nunca perdonó a su madre que de niño tuviera que trabajar en una fábrica, acabó echando de forma injusta la culpa de la ruptura a su esposa. Corrieron desagradables rumores sobre por qué había “tenido” que separarse de Catherine. Entre ellos, que era una alcohólica (cuando, en realidad, no lo fue). De acuerdo con algunas versiones, el autor incluso quiso declarar demente a la madre de sus 10 hijos.

Según Wilson, los últimos 13 años de vida del novelista, destacado defensor de los valores familiares victorianos, fueron de subterfugio y engaño para ocultar al mundo que tenía una amante. Por su parte, el biógrafo canónico de Dickens, Peter Ackroyd, sostiene que “entrar a dar tantos detalles es algo que pertenece al campo de la especulación”.

Wilson, no obstante, cree que curiosamente esa furia y resentimiento hacia su madre y luego hacia Catherine inspiraron una de sus obras maestras, Grandes esperanzas (1860-61). Una semiautobiografía en la cual mezcla sus experiencias de vida con su entorno social. Y en la que demuestra la gran habilidad que había desarrollado a la hora de reflejar la psicología de sus personajes.

Más reveladora es quizá otra novedad editorial: My life. Narrada en primera persona por Dickens, se trata en realidad de una autobiografía confeccionada por Derwin Hope. El propio Dickens empezó a escribir sus memorias en la década de 1840 aunque las quemó, al ser demasiado doloroso abordar ciertos episodios de su infancia y juventud. Con el apoyo de los herederos del escritor, Hope ha investigado durante 10 años en colecciones privadas, archivos y museos, recopilando y editando cartas, discursos y artículos. Emergen así las escenas que inspiraron sus novelas y los muchos conflictos que atravesó.

Así, descubrimos que en la vida real Dickens no fue el tipo de hombre amable y filántropo que puede parecer a juzgar por sus novelas. Sus contemporáneos sostienen que era vanidoso y que a veces podía ser realmente desagradable. Defectos que no dejan de responder a las debilidades más comunes de la naturaleza humana.

Prevalece en todo caso su enorme legado literario y social. Conviene leer y releer sus obras para que continúen removiendo conciencias. Celebramos su realismo, su humor o sus personajes estrafalarios, pero también su compromiso contra la pobreza. Escribió sobre problemas que siguen estando de actualidad: financieros, migratorios, una educación deficiente y pésimas condiciones de vida. Asimismo, diagnosticó en la sociedad de su época un exceso de burocracia que sigue existiendo hoy.

Y una reflexión final para los más jóvenes: Dickens iba desarrollando sus novelas sobre la marcha. El resultado: un estilo muy personal, cuajado de giros y tramas paralelas. Escribía sus obras en episodios para revistas y, a menudo, la publicación de sus historias se prolongaba meses y años. En opinión de algunos investigadores, con su estilo Dickens sentó las bases para la posterior narración en el cine. Incluso se le considera una especie de precursor de Twitter y demás redes sociales.

1 comentario en “Claroscuros del creador de la novela social

  1. Que bueno!! Excelente artículo

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