Cuando fugarse es la meta

Jaime Torroja
 |  20 de julio de 2015

Hace días el mundo despertaba con la noticia de la fuga de prisión del narcotraficante Joaquín Guzmán, El Chapo. Su escape a través de un túnel excavado bajo la prisión fue un caso en el que la realidad imitó al arte, puesto que recordaba sin duda a la famosa película Cadena perpetua (The Shawshank Redemption en inglés). Pero en la historia ha habido muchos otros casos de grandes fugas, algunas famosas por su espectacularidad, otras por la valentía a la hora de realizarlas y otras por el carisma de aquellos que las llevaron a cabo. Repasamos algunas de ellas.

Eleuterio Sánchez, más conocido como El Lute, se convirtió en un icono del tardofranquismo al protagonizar dos fugas de gran repercusión mediática. En la primera escapó de un tren en marcha que le llevaba camino de un juicio para testificar. La segunda fue un atrevido plan para evadirse del penal de Santa María, en Cádiz. Huyó saltando un muro de la prisión desde un tejado. Sufrió heridas de bala y lesiones causadas por la caída, pero aun así consiguió evitar la captura hasta dos años después. En ese tiempo se convirtió en el enemigo número uno del régimen, y en héroe para quienes le veían como un hombre que luchaba por su libertad. Fue finalmente indultado por el gobierno de Calvo-Sotelo en 1981, convertido en modelo de reinserción tras haber superado su analfabetismo y obtenido la carrera de Derecho por la UNED.

También de gran alcance mediático fue la fuga de la cárcel de Alcatraz en 1962 por parte de los hermanos Clarence y John Anglin y su socio Frank Morris. Escaparon por un corredor de servicio en desuso y se embarcaron en una lancha improvisada hacia la libertad. A pesar de que las evidencias apuntan a que perecieron en las frías aguas de la bahía de San Francisco, su destino ha sido durante décadas objeto de todo tipo de especulaciones y relatos, que han hecho de este suceso un evento imborrable del imaginario estadounidense.

Más dramático fue quizá el destino de aquellos que participaron en la célebre Gran Evasión en 1944, en plena Segunda Guerra mundial. El grupo de prisioneros de guerra que logró fugarse del Stalag Luft III fue capturado en su mayoría en pocos días, y 50 de los 73 recapturados fueron fusilados como ejemplo para los demás presos. Inmortalizada en la película de John Sturges, esta fuga fue una obra de ingeniería verdaderamente colosal, dados los escasos recursos y la enorme complejidad de los túneles que se construyeron. En última instancia, solo tres hombres lograron escapar. Hoy en día el campo se preserva como homenaje a este valiente intento.

Para terminar, mencionar la que quizá haya sido una de las fugas más espectaculares y temerarias jamás realizadas. Ocurrió en la prisión irlandesa de Mountjoy en 1973, y resultó en la evasión de tres presos miembros del IRA. Este escape fue orquestado desde fuera de prisión, y se llevó a cabo secuestrando un helicóptero de uso comercial que fue posteriormente aterrizado en medio del patio de la prisión. Con la colaboración de los demás presos, los tres fugitivos subieron a bordo del aparato y fueron llevados a pisos francos en poder de la organización terrorista. Los prisioneros evitaron ser capturados de nuevo hasta varios años después.

Sin embargo, a pesar de lo espectaculares, valientes o temerarias que hayan podido ser todas estas fugas, el denominador común que suele aparecer es la captura de los fugitivos, ya sea más tarde o más temprano. Por tanto, la clave para conservar y disfrutar la libertad sigue siendo, lógicamente, no ingresar en prisión.

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