#EcoExt65: Hidrocarburos en América Latina

 |  11 de julio de 2013

 

La extracción de petróleo guardado por una capa salina de 1.500 metros de espesor bajo 2.000 metros de agua marina frente a Cidade de Angra dos Reis, “un regalo de Dios”, como exclamó Lula da Silva, ya ha empezado a  ser explotada por la empresa pública brasileña Petrobras. Unas reservas estimadas de 50.000 y 100.000 millones de barriles a un coste de extracción situado entre 45 y65 dólares cuando el barril de brent se cotiza hoy en torno a 105-111 dólares. Su gran vecino del sur, Argentina, se ha tropezado con otra bendición celestial: gas y petróleo atrapados por un manto de pizarras bituminosas en el yacimiento de Vaca Muerta, provincia de Chubut. También los crudos pesados, descubiertos en la cuenca del Orinoco, añaden unas reservas probadas de petróleo a Venezuela de unos 325.000 millones de barriles, solo  superadas por las de Oriente Próximo .

Paradójicamente, la producción global de petróleo está estancada o en caída en América Latina. Solo Brasil y Colombia, país este sin nuevos descubrimientos, han aumentado su producción de petróleo. Pero los grandes productores tradicionales, México y Venezuela, van en dirección contraria. En México, la producción en los últimos 10 años bajó de 3,6 a 2,9 millones de barriles/día y en Venezuela, de 3,2 millones en 2001 a 2,7 en 2011. En Argentina el descenso ha sido aún más acusado, de 830 a  601 miles de b/d.

Esta caída de la producción en América Latina coincide con un vuelco muy negativo de sus cuentas exteriores. En el periodo 2003-06 la balanza de pagos de la región se cerró con un superávit de 39.000 millones de dólares, pero en el periodo 2006-12 se registraría un déficit de 146.000 millones. En 2013 reaparece la inestabilidad en los mercados de capitales de los emergentes latinoamericanos, a raíz de las advertencias del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos sobre una política monetaria menos expansiva. Los enormes flujos de  liquidez, 12 billones (trillions) de dólares, empezarán a retirarse. Menos inversión extranjera y más salida de capitales. Ya no hará falta la intervención del Banco Central de Brasil para evitar la apreciación del real. Su cotización está cayendo rápidamente frente al dólar y el euro.

Desequilibrios en la balanza de pagos de la zona, fruto de una menor demanda extranjera de materias primas y un aumento del consumo interior. Pero menos ingresos por la venta de materias primas compromete los equilibrios fiscales de un área donde el 97 por cien del PIB se concentra en los países exportadores de materias primas. El agravante adicional del descenso de la producción de petróleo obedecería a una política de intervención del Estado con efectos perversos.

La nacionalización del presidente de México, Lázaro Cárdenas, de los pozos e instalaciones de Standard Oil y Shell, el 18 de marzo de 1938, “el día de la independencia económica”, significaba la recuperación de la riqueza nacional. Pemex recibiría el encargo de la explotación para aumentar la producción y los ingresos del Estado. La fórmula no ha funcionado. En 2006, la petrolera vendía crudo por valor de 97.000 millones de dólares pero solo obtenía un beneficio de 3.900 millones; impuestos,  regalías y costes de explotación se llevarían el resto. Unos beneficios insuficientes para mejorar el nivel de las instalaciones, las técnicas de producción y la búsqueda de nuevas reservas. Las actuales podrían agotarse en los próximos 10 años, a la vez que descienden unos  ingresos fiscales vitales para asistir a las poblaciones mas pobres en un país de fuerte desigualdad social.

En 1968, el general Velasco Alvarado  inaugura la   revolución peruana invadiendo las instalaciones de la heredera de Standard Oil. Creación de Petroperú y proclamación el  9 de octubre del “día de la dignidad nacional”. En el decenio de 1990 Perú gira 180 grados en su política económica, suscribe el Consenso de Washington y se embarca en un proceso de privatizaciones en el que se desarrolla el campo gasífero de  Camisea, mediante un consorcio internacional con la participación de Repsol y Petrobras. Treinta años después,  en 1998, en Bolivia, Evo Morales reserva al Estado el “control absoluto de los hidrocarburos”, se crea YPFB, con  el  resultado de  que la producción se estanca y se paralizan las exploraciones.

El caso de PDVSA es muy parecido. El proyecto de la Gran Venezuela de Carlos Andrés Pérez, en la década de los setenta, se propone conseguir un suministro creciente de petróleo pero a mayores precios. La prosperidad, evitando la inflación y el aumento de la deuda pública, estaba al alcance de la mano. El éxito es muy parcial y la esperada industrialización a la carta no acaba de llegar. Hugo Chávez pasó de la industrialización a  la  magnificencia: el petróleo serían dólares para todos. Los ingresos de su campeona nacional permitían subsidiar a las clases más desfavorecidas, incluido un 90 por cien en el precio de la gasolina. Pero el 25 por cien de los venezolanos más ricos consume nueve veces más gasolina que el 25 por cien de los más pobres, haciendo los subsidios regresivos. Y a pesar de los descubrimientos del Orinoco, PDVSA ha visto caer la producción y con ella los ingresos en moneda extranjera y la recaudación fiscal necesaria para asistir a los desfavorecidos.

Colombia ha optado por un menor intervencionismo. El petróleo supone un 70 por cien de la exportación total del país pero solo contribuye al cuatro por cien de los ingresos del Estado. Esto le permite a Ecopetrol obtener unos beneficios de 8.400 millones de dólares, frente a los 11.000 millones de Petrobras, con unas ventas cuatro veces superiores. El reflejo de esta situación en los mercados bursátiles favorece a Ecopetrol, con una valoración de 116.000 millones de dólares frente a 120.000 millones de la brasileña, que ha elegido un modelo de gestión mixta reservando al Estado una participación mayoritaria, el 56 por cien.

El capítulo de las renovables en Latinoamérica para diversificar los suministros, ensanchando la matriz eléctrica y protegerse de los efectos del cambio climático, está en fase muy temprana. América Latina apenas cuenta con el siete por cien de la capacidad instalada. La gran exposición solar de los desiertos peruanos, bolivianos y chilenos no está mereciendo la atención que reclama. Quizá los descubrimientos de gas y su precio competitivo sean parte de la explicación de la dudosa acogida de las energías renovables en el continente.

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