El Acuerdo de París: esperanza y progreso

Antxon Olabe Egaña
 |  15 de diciembre de 2015

El 12 de diciembre de 2015, 195 Estados nacionales más la Unión Europea, reunidos en París, en la XXI Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, aprobaron el Acuerdo de París. El documento, que ha de someterse a ratificación por parte de los países firmantes, representa la primera respuesta de carácter universal al cambio climático, al incluir de forma conjunta a las naciones desarrolladas, las emergentes y las que se encuentran en vías de desarrollo.

El acuerdo es ya el marco de referencia obligado en el que situar la salida a la crisis del clima. Como tal, se puede afirmar que se ha configurado como un momento constituyente en la respuesta de la comunidad internacional a la alteración antropogénica del clima de la Tierra y, en ese sentido, ha supuesto un punto de inflexión de importancia histórica. El objetivo a largo plazo del acuerdo ha enviado una poderosa señal a los inversores nacionales e internacionales acerca de la inevitable transición energética a la que estamos abocados. La voluntad política de la comunidad internacional ya se ha manifestado y el horizonte estratégico a largo plazo ha quedado definido. Estamos ante el principio del fin de la era de los combustibles fósiles que comenzó con la revolución industrial hace 250 años.

La importancia del Acuerdo de París reside en los siguientes elementos:

– En primer lugar, no solo ha reafirmado el objetivo a largo plazo de evitar un incremento de la temperatura media de la atmósfera superior a 2ºC, sino que lo ha reconvertido en otro más ambicioso. Así, el artículo 2 del acuerdo dice: “Mantener el incremento de la temperatura media bien por debajo de los 2ºC respecto a los tiempos preindustriales y realizar esfuerzos para limitarlo a 1,5ºC sobre los tiempos industriales, reconociendo que ello significaría reducir de forma significativa los riesgos e impactos del cambio climático”.

El objetivo de limitar el incremento de la temperatura a 1,5ºC responde a la presión realizada por las naciones más vulnerables a los impactos del cambio climático, en especial los Estados-isla para los que la subida del nivel del mar significa una amenaza existencial. Aunque en el presente parezca un objetivo casi inalcanzable (aunque cesasen a día de hoy todas las emisiones, las realizadas en las últimas décadas conducirán a un incremento adicional de varias décimas a añadir al 1,02ºC de incremento ya producido), el hecho de que figure en el documento vinculante del acuerdo supone un mandato político de gran relevancia para el futuro.

– En segundo lugar, contempla y articula un proceso dinámico de mejora de los compromisos nacionales de manera que, considerados de forma conjunta, se vayan acercando a una trayectoria de emisiones compatible con el objetivo a largo plazo arriba mencionado. Con esa intención, las cumbres que desarrollarán el mencionado acuerdo se celebrarán cada cinco años.

– En tercer lugar, la adaptación recibe una extraordinaria relevancia. Se la considera un reto global que afecta a todas las naciones, con dimensiones locales, nacionales y regionales.

– En cuarto lugar, el documento es sensible a las demandas y necesidades de los países en vías de desarrollo, en especial las de los más pobres y vulnerables a los impactos derivados de la alteración del clima. Ellos serán los principales destinatarios de los recursos financieros (100.000 millones de dólares anuales, que se incrementarán a partir de 2025) movilizados por los países ricos, así como de otras iniciativas relevantes puestas en marcha.

– Finalmente, porque tendrá carácter vinculante tras recibir la ratificación de 55 países que representen al menos el 55% de las emisiones mundiales. Ahora bien, por consideración a las especiales circunstancias políticas de Estados Unidos, los compromisos nacionales de mitigación y los compromisos cuantitativos de financiación han quedado fuera del marco vinculante. Ambos aspectos hubiesen requerido la aprobación formal del Senado de ese país y experiencias previas desaconsejaban ese camino.

 

Obstáculos

En ese sentido, la principal debilidad del Acuerdo de París no está en el documento en sí, sino en el proceso político de EE UU, sin cuyo apoyo directo en el futuro apenas tendrá recorrido. Por difícil que resulte de creer, el partido de Abraham Lincoln, el Partido Republicano, continúa instalado en una posición enfrentada al consenso de la ciencia del clima y de la comunidad internacional. En la medida en que las posiciones negacionistas sigan recibiendo un apoyo importante del electorado y, en consecuencia, representantes políticos adscritos a esa posición dominen las instituciones legislativas (y en su caso el gobierno federal), el apoyo de EE UU al mencionado Acuerdo de París será incierto y frágil.

Otro elemento importante a tener en cuenta a la hora de reflexionar sobre las dificultades que van a aparecer en el futuro es la estrategia energética que implemente India en los próximos años y décadas. India ha apoyado el acuerdo pero lo ha hecho sin entusiasmo. El segundo país más poblado de la Tierra se dispone a ocupar la primera posición demográfica hacia 2030, con una población estimada de 1.500 millones de personas. Mientras que las emisiones per cápita de China ya se han igualado a las de la UE, las de India son la tercera parte de las de los europeos y la sexta de las emisiones per cápita de EE UU. Cuenta, además, con importantes reservas de carbón y cientos de millones de personas muy pobres sin acceso a la electricidad. En consecuencia, la tentación de reproducir el modelo de China de los últimos 15-20 años, basado en el uso masivo de carbón para generar energía eléctrica, va a ser incesante y poderosa. Si la comunidad internacional no colabora de manera proactiva con India para evitar esa deriva energética, el objetivo de París de permanecer bien por debajo de los 2ºC de incremento de la temperatura será inalcanzable.

Realizadas esas consideraciones, es importante insistir que el Acuerdo de París es un hito histórico y como tal se merece unas palabras finales. Ninguna otra ciudad del mundo representa como París la tradición emancipadora del proyecto filosófico de la modernidad y el legado de la Ilustración, por ser el lugar donde en 1789 se proclamaron con carácter universal los Derechos del Hombre y del Ciudadano. La ciudad de la luz ha acogido una cumbre decisiva sobre el clima de la Tierra y ha vuelto a convertirse en el epicentro de una poderosa ola de esperanza y progreso, de confianza en el uso de la razón y la colaboración para afrontar los retos cruciales de la humanidad.

En París, la comunidad internacional ha aprobado un marco de referencia ambicioso y justo desde el que avanzar hacia una salida cooperativa al formidable desafío del cambio climático.

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