El dilema de las elecciones presidenciales en Egipto

 |  29 de mayo de 2012

 

Por Marcos Suárez Sipmann.

Oficialmente, Mohamed Mursi y Ahmed Shafiq son los candidatos más votados en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Egipto. Mursi con el 24,3% de los votos y Shafiq con el 23,3%. Cuatro candidatos presentaron el 27 de mayo recursos ante la Comisión Electoral por supuestas irregularidades.

La polarización es grande ya que la mayoría no ha votado a un candidato o programa, sino en contra de alguien: anti-“fulul” (remanentes del antiguo régimen) o anti-Hermanos Musulmanes.

Los malos resultados del islamista moderado, Abdel Moneim Abul Futuh, y del ex secretario general de la Liga Árabe, Amr Musa, cuarto y quinto respectivamente, dos favoritos en las encuestas y los únicos que debatieron públicamente en televisión, han sorprendido. Solo el auge del progresista laico y nacionalista de izquierda, Hamdin Sabahi, tercero, fue percibido de manera acertada por los sondeos. De todas formas las encuestas, a falta de muestras fiables, tradición y medios económicos, no son científicas.

Mursi, un oscuro tecnócrata de 61 años, es el jefe del Partido Libertad y Justicia, brazo político de la Hermandad. Conocido como “la rueda de repuesto”, su entrada en juego llegó cuando la Junta Electoral cerró el paso a Khairat al Shater por haber estado en la cárcel. A pesar de su falta de carisma, la maquinaria electoral islamista funcionó. Se percibe en el detalle de que fueron los primeros en anunciar que Mursi era el más votado, probando sus buenas comunicaciones y que tenían gente en cada colegio.

La participación, del 46,4% y más baja que en las legislativas, también favoreció a Mursi, dada la capacidad de movilización de los Hermanos.

Su programa: construir un estado islámico regido por la sharía y basado en una economía liberal. Su mejor baza: el apoyo popular gracias a la fuerte penetración social de la Cofradía, que cuenta con una amplia red de asociaciones sociales y humanitarias. Tienen mayoría (46%) en el Parlamento elegido en enero y el control de la judicatura.

No obstante, el combate diario con la Junta Militar ha llevado a que la  acción parlamentaria de la Hermandad sea percibida como ineficaz; además, al dominar ya las dos cámaras, un eventual control de la Presidencia desata el temor a una nueva dictadura.

Los más interesados en cerrar el camino de los islamistas a la presidencia son los cristianos coptos. La comunidad copta, entre el 8 y el 12% de los más de 80 millones de egipcios, está discriminada y poco presente en los círculos del poder. Si bien la Iglesia Ortodoxa Copta de Egipto, cuyo patriarca Shenouda III murió en marzo, oficialmente se abstuvo de dar instrucciones para votar, muchos lo hicieron por Shafiq.

El general Shafiq es consciente de liderar la idea de un Estado civil que se opone al proyecto de Estado islámico. Además de los coptos tiene el apoyo de los militares, y de todos aquellos que creen que en última instancia la revolución ha perjudicado la economía de Egipto y la estabilidad. Muchos añoran la “normalidad” que garantizaba la mano dura del régimen, sentida como necesaria para la recuperación sobre todo del crucial sector turístico.

Pero es probable que Shafiq, con su pasado en la dictadura, haya alcanzado su techo: en teoría, no tiene más votos disponibles.

Conviene recordar que la ley que prohíbe concurrir a las elecciones a los “fulul” cerraba el paso a Shafiq. El general fue el único readmitido entre los candidatos inicialmente rechazados: un día antes de darse a conocer la lista definitiva.

Al iniciarse las revueltas, Hosni Mubarak le nombró primer ministro, tras diez años como ministro de Aviación Civil. Semanas después de renunciar a principios de marzo de 2011, anunció su candidatura presidencial recomponiendo los fragmentos del régimen. Apoyado por el mariscal Mohamed Tantawi, reunió a los barones del antiguo partido gubernamental y se deshizo de su principal rival militar: el vicepresidente Omar Suleiman.

Aunque intenta limar su pasado cultivando una imagen laica y de consenso, Shafiq no engaña a nadie. Los jóvenes revolucionarios de Tahrir –tanto musulmanes como cristianos– odian al ex primer ministro y prometen que, si gana las elecciones, volverán a manifestarse hasta derribarlo. Pero se ha visto que esta vanguardia capaz de manifestarse atrayendo la atención internacional, tiene escasa implantación en el Egipto profundo.

Los tres candidatos derrotados –Sabahi, Abul Futuh y Musa – consiguieron entre los tres unos 12 millones de votos; alrededor del 50% del total. Ahora la cuestión determinante para asegurar la victoria será la capacidad de Mursi y Shafiq para movilizar su apoyo – mediante alianzas políticas.

En esta negociación lo tiene mejor Mursi si juega bien sus cartas. La Hermandad ya ha iniciado la batalla convocando a un diálogo nacional con el objeto de aunar fuerzas para impedir al candidato contrarrevolucionario alcanzar el poder. Un portavoz autorizado de la Cofradía invitó formalmente a Sabahi y Abul Futuh a discutir las posibilidades de acuerdo sobre la vicepresidencia y el programa de gobierno de cara a la segunda vuelta.

 

Recetas económicas simplistas

Hasta ahora las propuestas para combatir la crisis económica y la pobreza han sido exiguas. De acuerdo con el Banco Mundial, más del 40% de los egipcios viven con menos de dos dólares al día. Según una encuesta del Pew Research Center a principios de este mes, el 81% de los egipcios calificó la mejora de las condiciones económicas –más que cualquier otra reforma política– como “muy importante”.

Sin embargo, las propuestas económicas son vagas e imprecisas. Utilizando el lenguaje del libre mercado se quiere eliminar la burocracia para las empresas y conceder exenciones de impuestos a gran escala. Se habla de compromisos para fomentar la inversión extranjera y proyectos con mano de obra intensiva.

La crisis económica se caracteriza por la caída de las reservas de divisas, una inversión extranjera insignificante y un colosal déficit presupuestario de 26.400 millones de dólares.

Las reservas de divisas extranjeras se redujeron de 36.000 millones de dólares antes de la revuelta a los 15.200 millones en abril pasado – según los expertos, lo suficiente para cubrir tan sólo tres meses de importaciones.

Para reducir la dependencia de las reservas de moneda extranjera, Mursi quiere aumentar los ingresos exigiendo indemnización a los que en la era Mubarak se beneficiaron de acuerdos a precios por debajo de mercado. Por ello, la prioridad económica de la Hermandad es la reestructuración de las instituciones estatales para deshacerse de la corrupción. Se quiere asimismo reevaluar los acuerdos comerciales negociados para servir a los intereses personales de determinados hombres de negocios. Los críticos consideran “exagerado” el valor que se atribuye a la erradicación de la corrupción en el plan económico diseñado por los Hermanos.

 

Vacío constitucional

Si el candidato islamista es práctico y constructivo podrá prefigurar el gobierno futuro creando un equipo plural e incluyente. Incluso, la redacción de una nueva Constitución, gran asignatura pendiente de la legislatura.

Al Parlamento le ha faltado voluntad o poder para hacerlo. El próximo Presidente –aun a riesgo de enfrentarse con los militares– no puede soslayar esa responsabilidad. Habrá que negociar las cuotas de poder y las atribuciones del ejecutivo, el parlamento y la justicia.

Y, lo más importante, el papel del estamento castrense en la nueva estructura democrática. Cuestión no menor son los vastos intereses económicos de los militares –en  torno a un 30% del PIB es suyo– que no quieren renunciar a su independencia en cuestiones presupuestarias. Manejan una amplia gama de negocio, desde bienes raíces y construcción hasta electrodomésticos y agua embotellada.

Egipto está en un vacío constitucional desde que se derogara la Carta Magna de 1971 por el triunfo de la revolución.

Las protestas populares, políticas y jurídicas por la decisión islamista de controlar sin fisuras la Comisión Constituyente dieron pie al Ejército para dejar el proceso en un limbo del que todavía no ha salido.

A falta de acuerdo entre los partidos, la Junta emitirá una declaración unilateral determinando los poderes presidenciales para poner fin provisionalmente al vacío constitucional.

El abogado izquierdista Khaled Ali califica esta Constitución interina de “peligro y catástrofe” para Egipto. Según Ali la declaración constitucional necesita un amplio debate popular.

Los poderes fácticos del país –Hermanos Musulmanes y Ejército– se medirán en la segunda vuelta los días 16 y 17 de junio. Las tres próximas semanas prometen ser de alta intensidad. Además, el 2 de junio se espera la sentencia en el juicio a Mubarak, para quien el fiscal pide la pena de muerte por la represión de la revuelta popular.

Gracias a la extrema dureza de los distintos episodios represivos, los militares mantienen el poder político. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas asegura estar dispuesto a entregar el gobierno a los civiles. Pero incluso si lo hace mantendrá un veto político. Los resultados de esta primera vuelta complican la situación eliminando las alternativas moderadas. El dilema egipcio está servido.

Marcos Suárez Sipmann, politólogo y jurista, es analista de Relaciones Internacionales. Puede seguirlo en @mssipmann.

 

Para más información:

El número 57 de Economía Exterior está dedicado a la «primavera árabe». Para acceder al índice, haga clic aquí.

 

1 comentario en “El dilema de las elecciones presidenciales en Egipto

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *