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El mar, ¿próxima frontera minera?

Mientras crece el interés comercial por la minería en aguas profundas, algunos países piden una moratoria indefinida –Francia incluso aboga por su prohibición– debido a la falta de información sobre el impacto en los ecosistemas marinos.
Informe Semanal de Política Exterior
 |  21 de diciembre de 2022

En la reciente Cumbre del Clima de Naciones Unidas celebrada en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij (COP27), el presidente de Francia, Emmanuel Macron, propuso prohibir toda explotación minera de los lechos marinos, que no debían ser, dijo, una nueva frontera para las industrias extractivas sino para la “cooperación internacional y el multilateralismo”. Según Stephen Cornelius, director de cambio climático de World Wildlife Fund (WWF), la propuesta de Macron fue una señal política alentadora para evitar la amenaza que supone la minería en los ecosistemas marinos. Chile, Costa Rica, España, Francia, Alemania y Nueva Zelanda, entre otros países, han pedido una moratoria indefinida de nuevas exploraciones hasta que no se garantice su protección efectiva.

La discusión cobró mayor intensidad tras el envío, en septiembre, de una expedición privada para recoger muestras minerales y nódulos polimetálicos en la llamada Zona Clarion-Clipperton (ZCC), un área en alta mar entre Hawái y México de una extensión similar a California. El barco Hidden Gem, con una capacidad de 60.331 toneladas, propiedad de la empresa Nauru Ocean Resources (Nori), subsidiaria de la canadiense Metals Company, partió del puerto mexicano de Manzanillo después de que su misión recibiese luz verde de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés), una agencia de la ONU con sede en Kingston (Jamaica).

La expedición, con un coste de 250 millones de dólares y una tripulación de 130 personas que incluía geólogos, biólogos y otros científicos, extrajo en tres meses 3.600 toneladas de rocas con manganeso, níquel y cobalto, a 4,5 kilómetros de profundidad, utilizando una máquina succionadora que bombeó agua, rocas, lodo y sedimentos a la superficie. Posteriormente, se devolvieron los sedimentos al mar, un procedimiento potencialmente perturbador de los ecosistemas marinos, que ya afrontan las amenazas de la acidificación del agua y la presencia masiva de residuos plásticos.

Según Diego Lillo, de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente, aún no existe información científica suficiente para determinar con certeza los impactos de la minería oceánica. De hecho, se sabe más sobre la superficie lunar que sobre el fondo del océano, en gran parte todavía sin cartografiar. Hasta el 90% de las especies del fondo del Pacífico continúan sin clasificar. Stefan Bräger, biólogo marino asesor del gobierno alemán, compara ese tipo de explotación con conducir en una carretera de noche y con las luces apagadas.

La ISA, creada en 1994 por la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar, tiene la doble misión –muchas veces contradictoria– de proteger los ecosistemas de las profundidades marinas y, al mismo tiempo, elaborar estándares ambientales para la minería marina. Integrada por 167 países y la Unión Europea, la ISA ha concedido, en medio de controversias por sus métodos de adjudicación, 17 licencias exploratorias y podría autorizar minería a gran escala en los fondos marinos para 2024.

Metals Company, con sede en Vancouver, planea extraer de la ZCC 1,3 millones de toneladas de nódulos al año, llegando incluso a 11,3 millones toneladas por las que obtendría, según sus cálculos, 31.000 millones de dólares en ganancias. Craig Smith, oceanógrafo de la Universidad de Hawái, cree que esas operaciones destruirían una de las últimas grandes áreas prístinas que quedan en el planeta.

En 2018, la secretaría mexicana de Medio Ambiente rehusó conceder un permiso a un proyecto que abarcaba una superficie de 91.267 hectáreas frente a la costas de Baja California y que implicaba el dragado del fondo marino para extraer al año, durante medio siglo, siete millones de toneladas de arena fosfática para producir 3,5 millones de toneladas de fósforo.

El fondo marino está en el punto de mira de la gran minería por una simple razón: en la corteza terrestre existe, por ejemplo, 1.200 veces menos neodimio y 2.650 veces menos galio, entre otras tierras raras, que hierro. Cada año se producen 160.000 toneladas de los 17 elementos de tierras raras, indispensables para fabricar desde turbinas eólicas a aviones de combate. Un kilo de galio vale unos 150 dólares, 9.000 veces más que el hierro y el germanio 10 veces más que el galio.

China produce el 60,6% del total mundial de tierras raras, frente al 15,5% de Estados Unidos, el 9,4% de Myanmar o el 7,9% de Australia. La razón no es que no existan más yacimientos de tierras raras en otros países, como Brasil o Noruega, sino que China los extrae y procesa de forma tan barata que hace inviable económicamente su explotación en otras latitudes.

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