De izquierda a derecha, el candidato del Partido Democrático Popular (PDP) Atiku Abubakar, el candidato del Partido Laborista Peter Obi, el candidato a vicepresidente del APC Kashim Ibrahim Shettima y el candidato del Nuevo Partido Popular Nigeriano Rabiu Musa Kwankwaso en una ceremonia en la que 18 candidatos firmaron un compromiso para garantizar elecciones pacíficas en Abuja, Nigeria, el 29 de septiembre de 2022. (ADAM ABU-BASHAL/ GETTY)

Elecciones decisivas en Nigeria

Los nigerianos acudirán a las urnas este mes en medio de una crisis de deuda creciente, una inflación galopante, una inseguridad cada vez mayor y una pobreza extrema. Para invertir estas tendencias, el nuevo gobierno deberá hacer frente a los intereses partidistas y emprender las reformas constitucionales y económicas pendientes desde hace tiempo.
Kingsley Moghalu
 |  16 de febrero de 2023

Las elecciones del 25 de febrero en Nigeria tal vez sean las más importantes desde su independencia en 1960. Después de ocho años de inestabilidad con el presidente saliente Muhammadu Buhari, el próximo gobierno tiene la oportunidad de llevar a cabo las reformas necesarias, que debieron haberse adoptado mucho antes y que, si se implementan correctamente, podrían marcar el principio de una era de crecimiento económico explosivo —y, esperemos, inclusivo—.

Las elecciones llegan en un momento difícil para el país más poblado de África, que, además, constituye su mayor economía. Nigeria está en medio de una creciente crisis de la deuda: el 100 % de los ingresos del país se destina al pago de la deuda nacional, de casi 200 000 millones de dólares, lo que implica endeudamiento adicional para financiar el gasto actual. La inflación es del 21 %, en parte debido a una escasez crónica de dólares, exacerbada por el robo a gran escala del petróleo crudo que representa más del 90 % de sus ingresos en moneda extranjera. La tasa de desempleo es del 33 % y más de la mitad de los jóvenes nigerianos están actualmente desempleados.

Esta sombría realidad económica, sumada a la amenaza constante del terrorismo y la violencia separatista, llevó a una brusca caída de la productividad, que intensificó la ya grave crisis de pobreza nigeriana. El país tiene 20 millones de niños en edad escolar que no asisten a clases y de sus 219 millones de habitantes, 133 viven en situación de pobreza multidimensional; pero el derroche en subsidios a la importación del petróleo refinado impide al gobierno llevar adelante las inversiones en educación y salud necesarias para lograr un crecimiento económico sostenible.

En la raíz de los actuales problemas económicos nigerianos hay una crisis de liderazgo que lleva décadas. El país es un claro ejemplo de la llamada maldición de los recursos, que se estableció en la década de 1970 cuando la bonanza petrolera lo convirtió en un estado rentista en el que grupos étnicos y religiosos rivales peleaban por el control de la distribución de la renta petrolera. La transición a la democracia después de casi cuatro décadas de dictadura militar llevó a una fragmentación aún mayor, ya que la corrupta élite política nigeriana explotó el crecimiento de la pobreza para comprar los votos del pueblo a través de diversos esquemas clientelistas.

Quien asuma el gobierno después de las elecciones de este mes heredará esa bomba de relojería. Para alcanzar el éxito, el próximo presidente debe centrarse en la transformación de la economía política nigeriana. Es especialmente necesaria una reforma constitucional para atender a los desafíos inmediatos como la crisis de la deuda y el desenfrenado robo de petróleo, así como a los problemas estructurales a largo plazo.

Cuando Nigeria se independizó del Reino Unido en 1960 era una federación descentralizada. Eso permitió que los líderes del país se centraran en la gobernanza económica y estuvieran más atentos a las necesidades del pueblo, pero una serie de golpes militares que comenzaron en 1966 convirtieron la cultura militar del comando centralizado en la característica que definió al sistema político nigeriano. A medida que el gobierno federal aumentaba su poder, los gobiernos estatales se contentaron cada vez más con las asignaciones mensuales de los ingresos petroleros (que se redujeron en las últimas décadas) y poco más.

 

«El próximo presidente debe centrarse en la transformación de la economía política nigeriana. (…) Y atender a los desafíos inmediatos como la crisis de la deuda y el desenfrenado robo de petróleo»

 

El próximo presidente nigeriano debe recuperar el equilibrio de poder entre el gobierno central y los Estados, otorgando a organismos regionales y gobiernos estatales más competencias económicas y en materia de seguridad en sus jurisdicciones. No será fácil, porque los intereses creados gracias a la concentración del poder indudablemente jugarán en contra de los cambios que pongan en peligro el control de las rentas de los recursos.

Lo que Nigeria necesita es un líder visionario. El país cuenta con un sector privado pujante, pero la ausencia de una filosofía de gobierno sistemática impidió que la economía nigeriana explote su potencial, porque el equilibrio entre el mercado y el Estado cambia de un gobierno a otro.

Pero Nigeria necesita más que una figura decorativa. En las últimas décadas, las disfunciones políticas debilitaron intensamente a las instituciones del país, socavando el crecimiento económico y la seguridad nacional. La ausencia de una sólida capacidad institucional debilitó tanto al enfoque estatista del gobierno actual como al mayor énfasis de los gobiernos anteriores en el sector privado, lo que llevó a la captura regulatoria, al capitalismo amiguista y a la desigualdad. Ninguno de esos enfoques logró crear prosperidad. Sin instituciones sólidas e independientes que garanticen la transparencia y la justa competencia, los próximos líderes nigerianos no tienen posibilidad alguna.

Finalmente, el próximo gobierno nigeriano debe ocuparse de la crisis de la pobreza combinando protección social eficaz con iniciativas de mercado que generen oportunidades para salir de las trampas de la pobreza. Además, el país debe ocuparse del rápido crecimiento poblacional, uno de los principales factores que inciden sobre el aumento de la pobreza extrema.

Que los principales candidatos presidenciales se hayan referido a algunos de estos temas durante sus campañas es alentador, pero la cuestión es si el próximo líder nigeriano tendrá la visión política, el valor y la perseverancia para revigorizar las instituciones necesarias para atacar la corrupción generalizada que ha limitado el potencial económico del país y pauperizado a su población. Pronto lo descubriremos.

© Project Syndicate, 2023. www.project-syndicate.org

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