Elecciones en Argelia: el régimen lucha contra sí mismo

 |  16 de abril de 2014

En una reciente visita de José Manuel García Margallo a Argelia, el ministro de Exteriores español tuvo la ocasión de entrevistarse con Abdelaziz Buteflika, presidente desde 1999. La reunión distaría de ser trepidante, porque Bouteflika, 77 años, apenas puede hablar, se desplaza en silla de ruedas y en 2013 pasó 80 días ingresado en un hospital parisino tras sufrir un ictus. Parece ser que debatieron las vicisitudes del Barça. De lo que no se sabe si hablaron es de las elecciones presidenciales, que se celebrarán el 17 de abril y en las que varias regiones ya han empezado a participar. Buteflika, cuyo estado de salud ni siquiera le ha permitido declarar su candidatura –mucho menos hacer campaña–, quiere obtener un cuarto mandato.

El desenlace no parece interesante. Apoyado por el Frente de Liberación Nacional (FLN), el presidente ganó las elecciones de 2004 y 2009 a la búlgara (85 y 90% del voto, respectivamente). Amnistía Internacional, que ni siquiera pudo organizar su asamblea general anual en el país, denuncia la falta de libertades de expresión, reunión, y asociación en la víspera de los comicios. El gobierno ha cerrado los medios de comunicación y sindicatos que mantienen una línea crítica. El opositor Ali Benflis ha acusado al presidente de cometer fraude electoral. Buteflika ha respondido acusando a su contricante de cometer «terrorismo vía televisión». “No tiene usted vergüenza de nuestros mártires, de su edad, de su enfermedad, de lo que le ha hecho a este país”,  espeta al presidente el periodista Kamel Daoud, célebre por su oposición al régimen. “Un día será usted linchado. Muerto, enfermo, o vivo.”

Ese día aún no ha llegado. En primer lugar, porque Argelia es para Occidente un socio y bastión de estabilidad en la región. La relación con el país es esencial para España, principal socio comercial de Argelia desde 2013. Por el fondo del Mediterráneo, los gasoductos argelinos suministran el 50% de la demanda española; en su superficie, Navantia se encarga de modernizar la marina argelina. Una Europa enfrentada con Moscú ve en Argel un proveedor alternativo de gas, mientras que Estados Unidos, en su lucha contra el terrorismo islámico, considera la conducta despiadada de las fuerzas armadas argelinas un modelo a seguir. La visita de Margallo estuvo precedida por la de John Kerry, secretario de Estado americano.

En segundo lugar, la primavera árabe no ha prendido en Argelia. La razón es que el país pasó en 1991 por una experiencia similar a la que actualmente vive Egipto, cuando una victoria democrática del Frente Islámico de Salvación llevó al ejército a anular el resultado de las elecciones. El resultado fue una guerra civil entre islamistas y las fuerzas armadas, en el que los dos bandos, emulando la lucha de independencia contra Francia, cometieron atrocidades sin reparos. Entre 150.000 y 250.000 argelinos murieron a lo largo de la siguiente década. A pesar de las protestas convocadas por el movimiento popular Barakat, Buteflika, considerado el artífice de los acuerdos de paz con los islamistas, gobierna un país con poco apetito para la revolución armada.

Su principal enemigo es el propio régimen. Concretamente, los servicios de inteligencia. El Département du Renseignement et de la Sécurité (DRS), considerado el servicio secreto más poderoso de la región, constituye un Estado dentro del Estado. Supervisa a los partidos políticos y, al igual que el ejército egipcio, gestiona sectores enteros de la economía nacional. Entre 2004 y 2009, Buteflika se apoyó en los servicios de inteligencia para desplazar al influyente Mohamed Lamari del Estado Mayor y sustituirlo por Ahmed Gaïd Salah. Durante su último mandato, sin embargo, el presidente ha cortado las alas al DRS. Su director desde hace veinte años, el “dios de Argelia” Mohamed Toufik Mediène, libra una guerra encubierta contra el presidente y su hermano, Said Buteflika, que acumula poder en la sombra y se posiciona como posible reemplazo al frente del país.

La balanza, sin embargo, se decanta del lado de Buteflika. Al volver de París, retiró al DRS su control de la seguridad militar, la comunicación entre ejércitos, y la policía judicial, utilizada para investigar casos de corrupción en el entorno del presidente. La debilidad de los servicios secretos frente a Buteflika parece augurar una victoria electoral del segundo. Pero más que asistir a una guerra de guerrillas entre ambos, los argelinos merecen unas elecciones justas. Por su tamaño, población, y recursos naturales, Argelia está destinada a desempeñar un papel crucial en la región. Mientras el régimen se perpetúe y traicione sus promesas de reforma, el país permanecerá estancado.

 

 

 

 

 

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