Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior

 |  18 de abril de 2011

Las guerras de Sarkozy.

En las últimas semanas, Francia se ha encontrado luchando simultánea­mente en tres guerras. Por un lado, tropas francesas, en apoyo a los cascos azules de Naciones Unidas, atacaban en Abiyán a tropas leales del depuesto presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo. Por otro, aviones franceses bombardeaban Libia. Y desde finales de 2001, el ejército francés ha participado en la misión de la International Security Assistance Force (ISAF) en Afganistán.

Se trata de conflictos muy diferentes, pero cuando se intenta encontrar un denominador común, solo existe uno: Nicolas Sarkozy. Fue él quien se apresuró a convocar el 19 de marzo una reunión en El Elíseo de los principales actores internacionales en el conflicto libio. Su invitación excluyó al secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, pero incluyó al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y algunos dirigentes árabes para poner en marcha una operación militar en cumplimiento de la resolución 1973 aprobada el 17 de marzo por el Consejo de Seguridad de la ONU.

La resolución autorizó la imposición de una “zona de exclusión aérea” sobre territorio libio para proteger a la población civil. Antes de que los participantes volvieran a sus países, llegaron noticias de que los Rafale franceses habían destruido una columna blindada del ejército de Muammar el Gaddafi que avanzaba hacia Bengasi, la capital rebelde.

Fue también Sarkozy quien el 3 de abril dio órdenes para que las tropas francesas desplegadas en Costa de Marfil tomaran el control del principal aeropuerto del país, a fin de evitar que ninguna de las partes en conflicto pudiera utilizarlo y que cinco helicópteros artillados franceses se pusieran bajo el mando de la misión de la ONU y atacar seis instalaciones militares de Gbagbo en Abiyán. Pocas horas después, las tropas leales al dictador desertaban en masa y sus mandos negociaban la rendición.

Sin la intervención francesa, el conflicto entre Gbagbo y las tropas de Alassane Ouattara, que ganó las elecciones de noviembre, podría haberse prolongado durante semanas o meses, causando un baño de sangre en una ciudad de cinco millones de habitantes. En principio, Francia desplegó sus tropas para evacuar a los extranjeros. Pero después de que Ban Ki-moon pidiera ayuda a París para neutralizar a las milicias de Gbagbo, atendiendo a la resolución 1975 del 30 de marzo que autorizó el uso de la fuerza para proteger a la población civil, Sarkozy no dudó en poner sus fuerzas a disposición de la ONU para ayudar a expulsar al déspota.

Hay quienes creen que la clave del activismo militar francés radica en el mal momento electoral por el que pasa el partido de Sarkozy. Otros sostienen que el presidente se ha arrepentido de sus escasos reflejos en la crisis tunecina y ahora quiere aprovechar la oportunidad para enmendarse y asegurar a Francia un lugar entre las grandes potencias. Para ello nada más eficaz que consolidar el liderazgo de París en misiones en las que esté en juego la Responsabilidad de Proteger a poblaciones en peligro de genocidio, crímenes de guerra, limpiezas étnicas y crímenes contra la humanidad.

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William Pfaff, «¿Quién es Sarkozy?», – Política Exterior, 121

 

 


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