Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: crisis

 |  10 de octubre de 2011

Las críticas de Barack Obama a la Unión Europea por no estar dando una respuesta rápida y contundente a la crisis de deuda soberana han sido contestadas con cierta acritud por varios responsables políticos europeos. El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, dijo, por ejemplo, que “los parados griegos o los trabajadores irlandeses no son los que provocaron la caída de Lehman Brothers”.

La preocupación de Obama es lógica. Más del 40% del total del mercado monetario estadounidense está invertido en papel de bancos y Estados europeos. Su exposición a la banca europea supera los 1,2 billones de dólares. Pero, al mismo tiempo, los argumentos europeos son incontrovertibles.

En los últimos 10 años, el volumen del crédito en EE UU aumentó cinco veces más rápido que la economía real. El dinero barato fue el fertilizante que nutrió todos los excesos del sector financiero, responsable de la burbuja crediticia e inmobiliaria de la pasada década. Pero asignar la culpa a los demás es tan autocomplaciente como contraproducente. El fuego originado en Wall Street no hubiese prendido en Europa si su sistema financiero no hubiese estado propenso a incendiarse. En octubre de 2008, el primer ministro británico, Gordon Brown, advirtió que los bancos europeos estaban mucho más apalancados que los de EE UU y que dependían más de la financiación a corto plazo en los mercados de capitales.

Según el Banco Internacional de Pagos (BIS), en 2009 los activos agregados de sus tres principales bancos equivalían al 406% del PIB holandés; al 336% del británico; al 334% del sueco; al 250% del francés; al 189% del español; al 121% del italiano y al 118% del alemán. En cambio, en Japón esa cifra era del 92% y “solo” del 43% en EE UU. Hoy los pasivos de los bancos de la zona euro equivalen al 350% de su PIB.

En 1965, el gasto público en relación al PIB era del 28% en Europa occidental; hoy esa cifra ronda el 50%. Entre 1945 y 1973 el crecimiento medio de la economía europea fue del 5,5% anual. Tras ese último año, rara vez ha superado el 2,3%. Bélgica representa menos del 1% del PIB mundial, pero la suma de su deuda pública y privada supone el 1,9% de la deuda acumulada por toda la banca mundial. Según Nicolas Verón, investigador del think tank Bruegel, “en Europa todos hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades, por lo que el ajuste será largo y doloroso”.

En Grecia solamente 16.000 millones de su economía de 230.000 millones de euros están vinculados a las exportaciones. Es decir, fuera del turismo (15% del PIB), el país prácticamente no tiene nada de valor que ofrecer en los mercados mundiales. Entre el 30%-40% de la economía griega es sumergida, frente al 18% de la media de la UE. A pesar de esto, debido a que Grecia entró en el euro, los bancos le extendieron créditos con el mismo tipo de interés de Alemania, cuando en los años noventa pagaba un 10% más que el bund alemán.

En Irlanda, el desempleo, que hace unos años era del 4%, hoy ronda el 14% debido al desplome de la construcción, que hace unos años llegó a representar el 25% del PIB y a emplear al 20% de la fuerza laboral. El país llegó a construir al año la mitad de casas que Reino Unido, un país con 15 veces más población. Entre 2000 y 2005, el crédito bancario a constructores y promotores pasó del 8% al 28% del total, una suma equivalente a todos los depósitos de la banca irlandesa, una deuda que luego el Estado asumió como propia.

Lo curioso del caso es que todos esos excesos se cometieron con ahorro alemán, un país que se pasó la década pasada ajustando sus cuentas. Según el último informe del BIS, la banca alemana mantiene posiciones de más de 521.000 millones de dólares en Grecia, Italia, España, Portugal e Irlanda.

Para más información:

Fernando Barciela, «La crisis que pudo no haber ocurrido». Economía Exterior núm. 54, otoño 2010.

Editorial, «Carta a los lectores: recesión, recuperación». Economía Exterior núm. 54, otoño 2010.

Luis Alcaide, «Lehman Brothers: episodios de una quiebra». Economía Exterior núm. 51, invierno 2009-2010.

Nicolas Véron, «La Unión Europea y las relaciones financieras internacionales». Economía Exterior núm. 48, primavera 2009.

 

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