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Las banderas de EEUU y China presiden un encuentro entre ambos países sobre agricultura, en Pekín, en junio de 2017. GETTY

Globalización: el fin de la utopía

La globalización 'universal' ya no tiene recorrido. Vamos hacia un mundo de nuevo compartimentado y bipolar, cada uno con sus instituciones y normas, y con afán de preservar y combatir por áreas de influencia. La Trampa de Tucídides acecha.
Josep Piqué
 |  18 de diciembre de 2020

Con la caída del muro de Berlín hace tres décadas, terminaba la guerra fría y el mundo bipolar. Un mundo compartimentado entre dos bloques con sistemas políticos, económicos y sociales enfrentados, entre los que, en el mejor de los casos, solo cabía la “coexistencia pacífica”, una vez descartado el enfrentamiento militar por el “equilibrio del terror” y el miedo a la destrucción mutua asegurada.

Es cierto que muchos países no se alineaban explícitamente en ningún bloque, o que en cada uno hubo fisuras y cambios de bando. Pero lo relevante es que eran dos mundos sin apenas ósmosis, con relaciones económicas y comerciales muy limitadas y controladas, y muy atentos a preservar sus áreas de influencia.

Ese mundo desaparece hace 30 años. La victoria de Occidente es total y absoluta y el adversario se rinde incondicionalmente. Para algunos, es “el fin de la historia” y el inicio de una nueva era en la que, con la generalización de los valores occidentales, el libre comercio de bienes, servicios y flujos financieros, la consolidación de las instituciones multilaterales para la gobernanza global creadas por Occidente –y lideradas por Estados Unidos–, y ahora prestas a la integración de todos, nos iba a conducir a una globalización inclusiva y cooperativa, a la puesta en marcha de grandes proyectos de integración en los que el modelo de la construcción europea podía ser la guía a seguir. Las fronteras irían diluyéndose, superando viejos nacionalismos y atávicos debates ideológicos. La utopía de la globalización como un juego de suma positiva.

Para ello, era fundamental incorporar a esa prometedora Arcadia las nuevas realidades políticas y económicas que surgen del fin de la guerra fría. Así se hizo, por ejemplo, con los países del Centro y el Este de Europa. O en América Latina, después de su democratización y sus reformas liberales, en los años noventa. Incluso se intentó con Rusia, pero por muchas razones (entre ellas, la miopía de Occidente), el resultado fue un fracaso tanto en términos económicos como políticos.

Sin ninguna duda, esa fue la gran apuesta con China. Se partía de la convicción de que, apoyando su crecimiento económico y propiciando su integración en el orden liberal internacional (la entrada en la Organización Mundial del Comercio como claro ejemplo), China iba a ser un factor de estabilidad y de consolidación de una globalización que, además, iba a provocar no solo su incorporación a las grandes cadenas de valor globales, sino también a la gobernanza multilateral a través de las instituciones existentes. Y, de paso, su “occidentalización” en términos políticos.

China alimentó durante un tiempo tal aproximación. La teoría del “ascenso pacífico”, la poca proactividad de su política exterior, su conversión en la “fábrica del mundo”, su aparente aceptación de las reglas comunes, tenían como objetivo, en frase de Deng Xiaoping, acumular fuerzas y que no se notara.

Eso ha cambiado drásticamente en la última década, desde el segundo mandato de Hu Jintao y, sobre todo, ahora con Xi Jinping. China ha utilizado las instituciones multilaterales para contribuir a su espectacular ascenso, muchas veces con prácticas irregulares. Y, de forma crecientemente explícita, no oculta su ambición de convertirse en aquello que siempre fue: una gran superpotencia global que, incluso, pretende sustituir en la hegemonía al propio EEUU a mediados del presente siglo.

Para ello, la consecución de la superioridad tecnológica en la revolución digital (particularmente en la inteligencia artificial, IA) es clave, como también lo es la transformación de su modelo de crecimiento cada vez más orientado a la demanda interna y a una estrategia “circular” que la haga menos dependiente del exterior en producciones esenciales. Y con una política exterior (y militar) cada vez más asertiva, proactiva y, también, más agresiva.

Se han encendido las alarmas. Mucho más allá de la burda guerra comercial iniciada por Donald Trump, la pugna pasa por conseguir la superioridad tecnológica y por impedir que las cadenas de valor supongan dependencias excesivas. Ello, cada vez más, incluye también a Europa y a Occidente en general. Y pasa por reforzar alianzas existentes, construir otras y prestar atención a África y América Latina.

China ha dejado de ser un socio estratégico y se ha convertido en un competidor sistémico. Pero también ha ido dejando claro que, una cosa es aprovecharse de la integración y la globalización occidentales y otra muy distinta es querer ser occidentales. Tiene sus valores, sus propias reglas y no va a renunciar a una cultura y una civilización milenarias para adoptar otras que le son ajenas. Hay que interpretar a China a la luz de su Historia.

El resultado es que la globalización “universal” ya no tiene recorrido. Vamos hacia un claro decoupling de la misma, con un mundo de nuevo compartimentado y bipolar, cada uno con sus instituciones y normas, y con afán de preservar y combatir por áreas de influencia. La Trampa de Tucídides acecha.

Un mundo de suma cero. La venganza de la historia y el fin de la utopía.

4 comentarios en “Globalización: el fin de la utopía

  1. Efectivamente «..la pugna pasa por conseguir la superioridad tecnológica», y esa lucha entre las grandes potencias del mundo puede implicar el fin de una de las épocas más prósperas que conoció el mundo tras el fin de la Guerra Fría, signada por el multilateralismo y la globalización. Las tendencias proteccionistas están al acecho, y ellas pueden producir efectos dramáticos, como ocurrió en el período de Entreguerras (1918-1939).

  2. Bueno, no me parece que la época tras la Guerra Fría haya sido tran próspera. Durante la década de los noventa se pusieron las semillas de muchos de los problemas que hay en el mundo actualmente (al margen de la pandemia). Durante esa década hubo una gran crisis monetaria en Europa: en 1992-93, devaluación de la libra esterlina, de la corona sueca, cuatro devaluaciones de la peseta española … En 1997, gran crisis bancaria y financiera en Asia (la crisis asiática).

    Durante esa década, en Estados Unidos se diseñaron productos financieros innovadores, como los CDS (credit default swaps), que, a principios de los años 2000, Estados Unidos, temeroso de que el centro del poder financiero se desplazara a Asia, difundió por el mundo, un mundo que durante la primera mitad de la década de 2000 pensaba que todo era jauja, hasta que llegó la tremenda crisis financiera mundial a partir de 2007-2008, que casi acaba con el euro y cuyos efectos se siguen sintiendo.

    En el terreno geopolítico, en 1991 primera guerra del Golfo tras la invasión de Kuwait por Sadam Hussein y, a partir de ahí, entrada en una espiral que llevó a los atentados de las torres gemelas de 2001 y cambió la sociedad internacional.

  3. En cuanto a la parte sobre China del excelente artículo de Josep Piqué, recomiendo este artículo: https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2020-12-17/competition-china-could-be-short-and-sharp
    Es un artículo prescriptivo: dice cómo debería actuar Estados Unidos (punto de vista estadounidense) frente al desafío chino.

    Aunque no la menciona explícitamente, hace referencia a la «trampa de Tucídides», pero, con la diferencia, de que quien cae en la trampa (pierde los nervios, por así decirlo, y se lanza a la guerra) no es la potencia establecida o desafiada (en el caso actual, Estados Unidos), sino la potencia emergente o desafiadora (en el caso actual, China).

    También se refiere al «dilema de la ascensión» que se le plantea a China, es decir, cuanto más asciende, más resistencia encuentra a nivel internacional.

    Tiene una parte muy interesante sobre la importancia estratégica crucial que tiene Taiwán en la rivalidad Estados Unidos-China.

  4. SE VE QUE EL AUTOR NO VIVIÓ LA POSGUERRA FRÍAN EN AMÉRICA LATINA…LE RECOMIENDO LEER LOS INFORMES ANUALES DE LA CEPAL DE LA ONU PARA DARSE CUENTA del desastre del neoliberalismo en la guerra fria en esta parte del mundo…viven un tupper como decimos por acá……

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