James Foley. Un adiós, muchas preguntas

Myriam Redondo
 |  21 de agosto de 2014

Ante las numerosas críticas recibidas por su aparente inacción, la Casa Blanca se  ha visto obligada a reunir a un grupo reducido de reporteros para explicarles que sí se realizaron esfuerzos para liberar al periodista James Foley. Pero una operación de rescate llevada a cabo por varios comandos estadounidenses falló estrepitosamente: Foley -y otros americanos que se creía junto a él- no estaban donde la inteligencia norteamericana pensó.

Foley fue brutalmente asesinado por el Ejército Islámico (EI) según un vídeo difundido el martes 12 de agosto por la propia organización extremista. En Twitter, muchos piden con la etiqueta #Isismediablackout que no se retuiteen las imágenes difundidas por el grupo para no hacerle el juego en su propaganda del terror en redes sociales. La decapitación del periodista golpea en el mismo dolor que provocó una muerte muy similar: la del corresponsal de The Wall Street Journal Daniel Pearl en Paquistán (2002).

The New York Times va más allá del noqueo y la ola de ira que el crimen ha provocado en la ciudadanía occidental, y que según algunos análisis hará que aumente el apoyo a la implicación europea en el conflicto iraquí. El diario subraya la política de no abonar rescate por los secuestrados que sigue el gobierno estadounidense, cuando sí lo hacen algunos socios europeos. Los terroristas solicitaron dinero antes de decapitar a Foley, pero no se pagó.

Todos buscan ahora al yihadista de acento británico que asesinó al reportero, y que según Martin Chulov y Josh Halliday, de The Guardian, es el siniestro (pero también inteligente y educado) personaje encargado de vigilar a otros extranjeros secuestrados en Siria.

Descansa en paz, Jim Foley, junto a los demás periodistas fallecidos en el ejercicio de su tarea y junto a tantas víctimas del EI. Según el fotoperiodista español Manu Brabo, íntimo amigo del reportero estadounidense desde que ambos compartieron una retención anterior en Libia, se ha ido un profesional de periodismo honesto y sencillo y un hombre de corazón acogedor. Así lo recuerdan la mayoría de sus colegas.

 

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