«La democracia francesa se está volviendo antipolítica»

Jorge Tamames
 |  27 de marzo de 2017

Mark Blyth (Dundee, Escocia, 1967) saltó a la fama en 2013 con Austeridad: la historia de una idea peligrosa. Una crítica demoledora de las políticas que la Unión Europea aplica en la zona euro desde 2010. En 2016 pronosticó el Brexit, la elección de Donald Trump y la victoria del No en el referéndum italiano. Ahora Blyth no descarta una victoria del Frente Nacional en Francia, con consecuencias desastrosas para la UE. Su única esperanza es que Martin Schulz continúe subiendo en las encuestas y consiga formar una coalición rojiverde en Alemania (“es solo una hipótesis, pero podría cambiar las cosas”).

Blyth es catedrático de economía política en Brown University. En su despacho abundan ediciones de Austeridad en distintos idiomas. La portada de la edición inglesa muestra una cartera vacía; la de la alemana, un cinturón apretándose. La mejor, sostiene Blyth, es la turca: una mano gigante agarrando a un hombrecillo del pie, sacudiéndolo hasta dejarlo sin un duro.

 

Política Exterior: Has escandalizado un poco con tu teoría sobre el avance del “trumpismo” global. ¿Se ha desmoronado el invento tras las elecciones en Holanda?

Mark Blyth: ¡Eso espero! El coste de que me equivoque es no tener a un tipo que parece el gemelo malvado de Willy Wonka [se refiere a Geert Wilders] gobernando el país. Es decir, es algo positivo. Pero cuando escribí eso estaba mirando tendencias estructurales. Cuando se vence la inflación en los años setenta y se crea el orden neoliberal, aparecen instituciones como los bancos centrales independientes, sistemas financieros integrados y demás. Con el tiempo se consolidan. Piensa en Jean-Claude Trichet en 2011, subiendo los tipos de interés en medio de una recesión. No es tanto él como el sistema, que está diseñado para funcionar así. Hemos tenido tanto éxito conteniendo la inflación que hemos generado muchísima volatilidad en otros frentes. Al mismo tiempo, rescatamos al sistema financiero y seguimos endeudados. El BCE mantiene tipos de interés mínimos pero da igual, nadie quiere endeudarse más, solo librarse de deuda.

Así que es genial que el gemelo malvado de Willy Wonka no vaya a gobernar. Pero el que tantos holandeses quisieran que gobernase, y el hecho de que políticos tradicionales como [el primer ministro] Mark Rutte hayan virado hacia la derecha, casi adoptando las mismas políticas desagradables que Wilders, me hace pensar que aún no hemos visto el final de este proceso.

 

«En EEUU estamos viendo que, básicamente, gobernará Goldman Sachs»

 

PE: En tu artículo describes el “trumpismo” como coaliciones de deudores enfrentándose a regímenes pro-acreedores. Pero esas fracturas no parecen las más profundas. Como acabas de decir, el terreno de juego cada vez favorece más a la extrema derecha europea en cuestiones como la inmigración o la identidad nacional; en el terreno de la economía, no tanto. Algo similar ocurre con Trump: una vez llegado al poder persiste la xenofobia, pero las políticas económicas anti-establishment desaparecen.

MB: Creo que esas tensiones existen. Trump es un personaje que se hace rico a pesar de sus bancarrotas. Gana con la propuesta de traer empleos de vuelta, aumentar salarios y demás. Ahora estamos viendo que, básicamente, gobernará Goldman Sachs. Así que ha habido un engaño. Que los políticos sean lo suficientemente astutos como para hacer eso no debería sorprendernos. Tampoco demuestra gran cosa, más allá de que no se puede confiar en ellos. O, mejor dicho, que se puede confiar en que hagan lo mismo.

PE: Hace poco observaste que François Fillon era un candidato débil en las elecciones francesas y que, en la segunda vuelta, Marine Le Pen podría ganar. Ahora que Fillon se ha desplomado, la alternativa es Emmanuel Macron, que lidera las encuestas pero no cuenta con el apoyo de ningún partido tradicional. ¿Sigues pensando que el FN puede ganar las elecciones?

MB: Sí, sigo siendo tremendamente escéptico en cuanto a la narrativa oficial. Lo bueno de mi posición es que espero estar equivocado, porque no sería bueno que tuviese razón. Pongamos que Macron gana. Como has dicho, no tiene ni un partido ni un movimiento detrás.

PE: Y su política económica es parecida a la de François Hollande.

MB: Sí, aunque su cara es más agradable. No viste con gabardinas viejas ni tiene la popularidad de un perro muerto. Pero bueno, imagínate: Macron presidente. ¿Cómo? Porque Le Pen gana la primera ronda y Fillon se estrella. El Frente Nacional se lleva casi todo el voto de la derecha, algo del centro, incluso algún socialista desencantado. Una de las cosas interesantes del partido es que, a diferencia de otro movimientos de ultraderecha, están captando el voto joven. Y la participación entre jóvenes es volátil, es difícil calcular qué porcentaje saldrá a votar. Así que podría haber sorpresas.

 

 

Pero se supone que todos los demás, desde la derecha no-xenófoba hasta la extrema izquierda comunista, tienen que agarrarse de la mano, a pesar de que se detestan mutuamente, y votar a un tipo que no propone nada. Todo eso para detener a gente que sí quiere cambiar las cosas y que tiene el apoyo de cada vez más jóvenes. ¿Es bueno que puedan detener al FN? A corto plazo, sí. Pero a la larga la democracia francesa se está volviendo antipolítica: cada cinco años se invita a personas que no se soportan a votar juntas contra algo que les gusta menos aún. Es como llamar a los votantes del FN racistas sin proponer nada en el plano político. Si ese es tu diagnóstico de todos los populismos, entonces lo único que estás haciendo es comportarte como una coalición electoral bastante ignorante.

PE: Perry Anderson acaba de escribir que los populismos xenófobos tienen un discurso más eficaz que los progresistas. La izquierda no se siente capaz de romper con el proyecto europeo y volver a una era de nacionalismos, así que no es capaz de elaborar una alternativa clara. La extrema derecha sí tiene un programa conciso y coherente: expulsar inmigrantes, salir del euro y tal vez acabar con la UE.

MB: Sí, y para gran parte del electorado son propuestas que parecen tener sentido. No estoy diciendo que sean ciertas. Pero el FN tiene una explicación doble que funciona muy bien: la primera parte es que la globalización se ha llevado los trabajos de los franceses, la segunda es que los inmigrantes se han quedado con sus barrios. Ese mensaje resuena con el día a día de gente que vive en barrios marginales, en regiones industriales en declive o incluso los suburbios de París.

 

«La definición de una idea peligrosa es que es inmune a información que la desmiente»

 

¿Cuál es la respuesta de la izquierda? ¿Tony Blair proclamando que va a reconstruir el centro? ¿Hillary Clinton llamando “deplorables” o ignorantes a los votantes de Trump? Todo esto mientras los supuestos expertos que nos han gobernado hasta ahora cometen un error tras otro. El problema del tipo de tecnocracia que defienden gente como Blair o Clinton es que detiene el tiempo. Ya no estamos en un momento histórico que nos lleva a un destino mejor: simplemente hacemos ajustes para que el sistema funcione de manera eficaz. En el fondo también es una antipolítica. Una vez que dejas de ofrecer a la gente, sobre todo a la izquierda, una visión de futuro positiva, lo único que queda es el pasado glorioso. Y el pasado glorioso siempre es patrimonio de la derecha.

PE: Hace cuatro años que escribiste Austeridad. Las políticas económicas de la UE apenas han cambiado desde entonces, y siguen sin cosechar ningún éxito. ¿Crees que puede haber algún punto de inflexión en el futuro?

MB: Como escribí en el libro, la definición de una idea peligrosa es que es inmune a información que la desmiente. Es increíble la cantidad de información que tenemos que corrobora que la austeridad no funciona. Una parte de Europa (Alemania, Escandinavia, Europa del Este) genera un superávit constante, y la compresión salarios les funciona relativamente bien, porque tienen una inflación baja y poco desempleo. Pero en una unión monetaria, para que exista un superávit así alguien tendrá que mantener un déficit. Si no se les permite, la única opción es austeridad permanente para la periferia de la Zona euro. De momento son las intervenciones del BCE la que mantienen el sistema a flote. No veo que eso pueda funcionar a largo plazo.

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