La disyuntiva de la socialdemocracia alemana

Marcos Suárez Sipmann
 |  15 de diciembre de 2016

La novedad más interesante del cargado calendario político de 2017 en Alemania es el regreso del socialdemócrata Martin Schulz a la política federal. Para las elecciones de septiembre, el Partido Socialdemócrata (SPD) tiene que elegir todavía al oponente de Angela Merkel. Será muy difícil aunque no imposible batir a la canciller. Una de las posibles fórmulas sería mediante una compleja coalición con dos partidos menores. Por ejemplo, con Los Verdes y La Izquierda. Sin embargo, a Merkel le cuesta, al ser favorita, motivar a la Unión Cristianodemócrata (CDU), donde crece el disenso. Y sobre todo, tendrá que hacer frente al ascenso continuado de los populistas de la Alternativa para Alemania (AfD).

La respuesta del SPD a la “K-Frage” (Kanzlerfrage o “cuestión del candidato”) no se sabrá hasta enero. En principio, las opciones están encarnadas por Sigmar Gabriel, jefe del SPD, vicecanciller y ministro de Economía en el ejecutivo de la gran coalición, y Schulz, hasta ahora presidente del Parlamento Europeo (PE). Sin duda, Schulz reforzará la presencia y el eco de una muy debilitada SPD a nivel federal. Con un bajo índice de popularidad en la actualidad, el histórico partido puede convertirse en poco más que una de seis fracciones parlamentarias. Pero a pesar de ser un revulsivo para la alicaída SPD, no todo en el retorno de Schulz son buenas noticias. Paradójicamente, su gran experiencia como representante del PE constituye a la vez la mayor hipoteca en su vuelta a la política federal. Es una realidad hábilmente aprovechada por la AfD: un número cada vez mayor de alemanes contempla la Unión Europea con recelo y escepticismo. Así pues, el manifiesto e incontestable europeísmo de Schulz se convierte en un grave inconveniente.

Por ello, el que contribuya o no a mejorar la baja aceptación de su partido no está nada claro. Al igual que Gabriel, y quizá más que este, Schulz es un buen orador que no evita conflictos, sabe mostrarse cercano y directo, siendo franco con reacciones emocionales y hasta viscerales en momentos clave. Características todas ellas positivas en campaña electoral.

Además, a nivel interno del SPD, su vuelta crea inseguridad porque aún no está clara cuál será su posición. Desde luego no se limitará a actuar desde Berlín como simple diputado en el Bundestag. Habría dos puestos a medida para alguien como él. Uno es la cartera de Exteriores, que quedará vacante en febrero cuando con toda probabilidad el actual titular, Frank-Walter Steinmeier, sea elegido nuevo presidente federal por la Asamblea federal (Bundesversammlung) y asuma la jefatura del Estado. El otro es la candidatura socialdemócrata a la cancillería.

Es sabido que una fuerte amistad une a Gabriel y Schulz. Pero el delicado asunto de dilucidar qué papel corresponderá a cada cual a partir de ahora puede agrietar esa relación personal. Y, lo más grave, ser una severa carga para el partido.

 

¿Troika 2.0?

Gabriel ha introducido además un elemento que no hace sino añadir confusión. Intenta disfrazar o minimizar la sensación de rivalidad con Schulz con lo que puede denominarse una troika de candidatos. Una maniobra, si se quiere, de distracción. En ese contexto hay que ver su alusión de que le parece “injusto” olvidar que existe una tercera opción en la persona de Olaf Scholz, exitoso alcalde de Hamburgo. Scholz, que es igualmente uno de los vicepresidentes del SPD, dejó pasar sin comentarios la afirmación.

Algo similar ya ocurrió, recuérdese, en las pasadas elecciones con otra troika: Gabriel, Steinmeier y el extitular de Finanzas, Peer Steinbrück, quien acabaría siendo el candidato. El formato conllevaba riesgos. ¿Por qué no incluía una mujer?, se preguntaban las socialdemócratas. ¿Por qué todos pertenecían al ala conservadora de la SPD?, querían saber los del ala más a la izquierda. Mientras, los socialistas jóvenes insistían en unas primarias abiertas.

El experimento para los tres políticos –con diferencias ideológicas mínimas– significó un enorme desgaste. Todos resultaron perdedores. Se crearon muchos problemas nuevos sin resolver los viejos, pero se insistió en la troika hasta que Steinmeier decidió apearse. Tras la campaña desastrosa de 2013, que terminó con una victoria aplastante de Merkel, se pensó que Gabriel nunca más repetiría experimento. Hoy, eso ya no está tan claro y la historia podría repetirse. Por eso, entre los analistas hay quien se pregunta: ¿saben los socialdemócratas –es decir, el ambivalente Gabriel– lo que están haciendo?

 

Cuestión de confianza

Los dos aportan gran experiencia. Pese a sus errores, Gabriel es el socialdemócrata que más tiempo ha conseguido liderar el díscolo partido desde Willy Brandt. Schulz, por su parte, ha sabido usar el poder e incrementar las atribuciones del PE. Y en conjunto, aunque falto de experiencia a nivel doméstico, Schulz demuestra una mayor capacidad de recortar la ventaja de Merkel. Por lo demás, Gabriel volverá a ser padre en marzo y tendrá que dedicar más atención a su familia. Es probable que el siempre enigmático SPD ya tenga decidido el candidato.

En la cúpula del SPD se puede organizar un muy buen equipo, aunque siempre existe el riesgo de colisión si estas personalidades fuertes se resisten a ceder. Las cosas irán bien si se mantiene la estrecha relación de confianza entre ambos y Schulz se ajusta a la disciplina de partido. En apariencia, el acuerdo es que si Gabriel quiere presentarse, Schulz no se opondría. Si, en cambio, se llegara a la conclusión de que Schulz es el mejor candidato, este tendría vía libre. Conviene recordar que Schulz sería, asimismo, una persona muy indicada como ministro de Exteriores. Tiene experiencia en el escenario diplomático, cuenta con numerosos contactos y goza de una excelente reputación.

La división y las disputas en el seno del SPD ya han comenzado. El mayor o menor apego a Bruselas se ha convertido en uno más de los criterios de peso que establecen lealtades y simpatías. Cuanto más tiempo tarden los socialdemócratas en pronunciarse, mayor será la tensión y la incertidumbre. Más profundas las quiebras y las fisuras. Y más difícil, por tanto, unificar criterios para cerrar filas ante lo que se avecina. Una campaña de enorme importancia en un delicado contexto europeo, quizá la más complicada desde la reunificación alemana.

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