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Un oficial de pesca patrulla en la ciudad de Qingdao, en la provincia china de Shandong, el 17 de mayo de 2020. GETTY

La flota pesquera china, corsarios del siglo XXI

Los barcos de pesca del gigante asiático son el espolón de proa de una estrategia geopolítica expansionista que ya está alcanzando las inmediaciones de los litorales de Colombia, Ecuador, Perú y Chile.
Luis Esteban G. Manrique
 |  18 de noviembre de 2020

Es paradójico que los mares, de los que emergió la vida, estén hoy amenazados por una de esas formas de vida. Pero los océanos, aunque alterados de un modo siniestro, seguirán existiendo. La amenaza es a la vida misma”.
Rachel Carson, The Sea Around Us (1950).

 

A principios del siglo XX, barcos de pesca de arrastre británicos con tripulaciones de una docena de personas capturaban en el Atlántico Norte y frente a las costas de Terranova varias toneladas diarias de grandes peces: bacalaos de un metro y medio y platijas de hasta tres. Hoy en los mejores días apenas se cogen unos pocos kilos de ejemplares pequeños. Los bacalaos de mayor tamaño rondan los 30 centímetros.

Algo similar está sucediendo en casi todas las aguas del Sur Global, desde la Polinesia a las costas de África occidental. Ninguno de sus países tiene flotas industriales, solo familias dedicadas a la pesca artesanal, que representa entre la tercera parte y la mitad de la captura.

Daniel Pauly, profesor del Fisheries Center de la British Columbia University de Vancouver, estima que el 82% de las 1.300 especies de peces e invertebrados marinos de consumo humano están siendo capturadas a un ritmo que supera su capacidad reproductiva. La FAO, por su parte, calcula que una tercera parte de la riqueza ictiológica mundial –desde especies migratorias como el atún a las menos móviles, como el lenguado– está siendo explotada a niveles biológicamente insostenibles. En 1974 era el 10%.

A este ritmo, hacia mediados de siglo podrían colapsar la mayor parte de los grandes caladeros. Debido a la sobrepesca, la captura de calamar de Japón y Corea del Sur se ha reducido un 75% desde 1983.

 

Desiertos marinos

Aunque cubren las dos terceras partes de la superficie terrestre, los océanos solo producen el 2% de los alimentos que se consumen, por lo que su mayor explotación puede suministrar las proteínas animales necesarias para alimentar al 29% más de personas que nacerán en los próximos 30 años, según diversas proyecciones demográficas. La ONU estima que se necesitará entre un 32% y un 78% más de alimentos de aquí a 2050, y entre 62 y 159 millones de toneladas métricas de proteínas adicionales al año.

Esa presión puede colapsar, sin embargo, los ecosistemas marinos, comenzando por los más frágiles: los arrecifes coralinos. Los océanos se hacen más ácidos a medida que el dióxido de carbono acumulado en la atmósfera se disuelve en sus aguas. Las aguas más cálidas y ácidas matan las pequeñas plantas de las que se alimentan los corales, y a las que deben sus vivos colores, y privan a los moluscos del carbonato de calcio que requieren para formar sus caparazones y exoesqueletos.

 

Fuente: NASA

 

A su vez, el exceso de nitratos de los fertilizantes agrícolas que descargan los ríos en los mares han creado inmensas “zonas muertas” en el golfo de México, el Báltico y el Mediterráneo. Desde 2004, su número se ha triplicado, de 140 a 600. Como resultado de todo ello, la biomasa de grandes peces –desde el atún al pez espada– ha caído un 90% desde 1950, según cálculos de los biólogos Ransom Myers y Boris Worm, que advierten de que microbios y medusas están sustituyéndolos, como si tigres y leones fuesen reemplazados por cucarachas y ratas.

A largo plazo, se podrían alterar ciclos biológicos complejos como la fotosíntesis de las algas, que crea la mitad del oxígeno que respiran las especies terrestres y forma la base de la productividad biológica de los océanos.

Muchas especies tropicales están emigrando a las aguas más frías del Ártico y la Antártica porque el aumento de la temperatura de la superficie marítima está matando el fitoplancton, el primer eslabón de la cadena trófica, que transfiere sustancias nutritivas a través de diferentes especies de una comunidad biológica.

Hace medio siglo, el oceanógrafo francés Jacques-Ives Cousteau advirtió de que sin más zonas protegidas, la fauna y flora marinas desaparecerán, sugiriendo “sembrar y cultivar” los mares en lugar de cazar sus animales. La captura ictiológica actual es de unas 95 millones de toneladas métricas anuales. El problema es que se concentra en muy pocos lugares. Un 90% de los océanos son en realidad desiertos marinos, lo que ha disparado la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (pesca INDRN), que hoy supone entre el 2% y el 50% del total.

 

Pesca ilegal: los nuevos corsarios

En el índice de 2019 de IUU de la Global Initiative Against Transnational Organized Crime, China, que hoy consume el 30% de la captura mundial de pescado, tiene las peores calificaciones en casi todos los campos. El país es el mayor exportador mundial de frutos del mar y responsable del 15% de toda la pesca reportada en 2018, más del doble de los dos países siguientes. Y ello sin contar su “flota oscura”. La pesca ilegal es el sexto negocio criminal más lucrativo del mundo, con ingresos que oscilan entre los 15.000 y 36.000 millones de dólares, según el Global Financial Integrity.

Un barco pirata puede capturar en una temporada anual unas 300 toneladas de merluza, que valen hoy en cualquier puerto entre cuatro y seis millones de dólares. Pocas veces esos casos llegan a los tribunales. Los propietarios de los barcos –que navegan con bandera de conveniencia y se ocultan tras opacas compañías registradas en paraísos fiscales– asumen las multas como un precio inevitable de sus negocios.

La flota de gran distancia china, que incluye barcos pesqueros, de transporte, apoyo y suministro, suma unos 17.000 navíos, frente a los 300 de Estados Unidos. Según Greenpeace, es la mayor responsable de pesca ilegal desde Argentina a Senegal. Nature Conservancy estima, por su parte, que la mayor parte de la pesca INDRN la realizan flotas con licencias legales. Muchas veces esos mismos barcos se utilizan para traficar con armas, drogas y personas. Las condiciones laborales de los tripulantes, muchos reclutados en Myanmar o Camboya, suelen ser en extremo precarias.

 

El apetito del dragón

Algunos de esos barcos chinos, que pueden cargar hasta un millar de toneladas de pescado, usan redes de malla muy fina que pueden abarcar cientos de kilómetros, arrasando todo a su paso en el lecho marino. Así, no extraña que Indonesia envíe habitualmente a sus F-16 para disuadir a los corsarios.

En el mar del China Meridional, la flota pesquera del gigante asiático es el espolón de proa de una estrategia geopolítica expansionista que ya está alcanzando las inmediaciones de los litorales de Colombia, Ecuador, Perú y Chile, en el otro extremo del Pacífico.

En el Pacífico y el Atlántico latinoamericanos, la flota china busca sobre todo calamares, de los que captura entre el 50% y el 70% del total en aguas internacionales. La corriente fría de Humboldt, que circula desde Oceanía al litoral suramericano,  explica la abundancia de ballenas, delfines, tiburones y calamares gigantes. Un bocado apetitoso para el dragón.

EEUU, que importa unas 80.000 toneladas anuales de pescado y mariscos, la mayor parte de China, tiene un déficit anual medio en su balanza comercial de 15.000 millones de dólares anuales por esas importaciones, la mayor parte provenientes de Japón, Corea del Sur y China. EEUU y la Unión Europea importan el 70% del pescado que consumen.

Según la consultora InSight Crime, la flota china que ha fondeado este año frente a las islas Galápagos usó redes de arrastre en aguas territoriales ecuatorianas. La amenaza se veía venir. En marzo de 2016, una patrullera de la Marina argentina hundió un pesquero chino que faenaba en sus aguas, a las que entran en enero, tras la temporada de reproducción de calamares y otros cefalópodos.

En 2017, la Marina ecuatoriana interceptó al barco chino Fu Yuan Yu Leng 999 dentro de la reserva marina de Galápagos, protegida por la Unesco, encontrando a abordo más de 300 toneladas de tiburones martillo, en vías de extinción. Las autoridades ecuatorianas le impusieron una multa de seis millones de dólares y encarcelaron a sus tripulantes. Era solo el preludio de lo que iba a ocurrir en 2020.

En abril, Quito desplegó barcos y aviones en el Parque Nacional Galápagos. El 16 de julio su Marina alertó sobre la presencia de una flota de unos 260 barcos frente a la zona económica exclusiva (ZEE) del archipiélago. Según la convención de la ONU sobre el Derecho del Mar (Unclos), firmada por 150 países, un Estado tiene derecho a los recursos marinos hasta 200 millas náuticas de su litoral.

Más allá, la regulación de la pesca depende de una veintena de organismos, agencias, coaliciones y asociaciones ad hoc internacionales que cuentan con diversos mandatos e instrumentos legales, lo que explica los múltiples conflictos limítrofes que existen desde el círculo Ártico al Antártico. En realidad, faenar a unas cuantas millas de una ZEE es casi como hacerlo dentro de ella.

 

Piratas en la costa

El 25 de julio, el presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, advirtió a Pekín de que defendería sus recursos pesqueros con todos los medios a su alcance. En agosto, la flota china había crecido a 342 naves, la mayor parte arrastreros prohibidos en aguas chinas. El ministro de Defensa ecuatoriano, Oswaldo Jarrín, reveló que la mitad de la flota china había apagado sus sistemas de rastreo e identificación (transponders), una táctica para evadir radares muy común en la pesca ilegal.

Según la compañía de servicios satelitales HawkEye 360, docenas de esos barcos desaparecieron del radar durante 17 días, algo ilegal si se hace de manera deliberada. La amenaza es hemisférica. En Chile la pesca ilegal mueve unos 300 millones de dólares, según un informe de AthenaLab.

El sistema Global Fishing Watch financiado por Google detectó que parte de la flota china permaneció al este de las Galápagos entre enero y abril, mientras que otra se trasladó a aguas argentinas. A mediados de mayo se reunieron frente al litoral peruano, desde donde fueron otra vez a las Galápagos, repitiendo el ciclo. Los trasbordos de combustible, provisiones, tripulación y carga de unos barcos a otros les permite navegar durante meses sin tocar puerto.

 

 

Desde 2017, Colombia viene reportando el aumento de pesqueros chinos en sus costas del Pacífico, amenazando especies como el tiburón, las rayas, el atún y la albacora. A los tiburones martillo, que abundan alrededor de la isla de Malpelo, los chinos les atribuyen supuestas propiedades afrodisíacas, lo que explica que una sopa de sus aletas cueste en China unos 200 dólares.

El expresidente Juan Manuel Santos triplicó en 2017 el tamaño de la reserva natural Malpelo, hasta las 2,7 millones de hectáreas. Sin embargo, los esfuerzos por detener la pesca ilegal no han tenido resultados significativos.

Un daño colateral es la llamada pesca descartada, que se devuelve al mar al no tener valor comercial, y que equivale muchas veces a la mitad o más de la captura. Como no es consignada en los registros, no se la toma en cuenta en las cuotas. La depredación china obliga, por otra parte, a los pescadores locales a buscar nuevos puntos de captura, exacerbando así la sobreexplotación de los caladeros.

 

Respuesta regional

En julio, la adhesión de Costa Rica elevó a cuatro el número de países latinoamericanos que tienen acuerdos para intercambiar los datos de sus sistemas de vigilancia, que incluyen imágenes de alta resolución de satélites que pueden detectar barcos operando de noche. Dos años antes, en 2018, el gobierno de Lima abrió un proceso contra un capitán chino por pesca ilegal, en el primer proceso contra un barco extranjero en la historia del país.

Ecuador, por su parte, ha procesado a capitanes chinos, pero sin mayores efectos disuasorios. Mejores resultados podría tener la reciente declaración de las cancillerías chilena, ecuatoriana, peruana y colombiana de condena a la pesca INDRN. La Comisión Permanente del Pacífico Sur, auspiciada por la ONU, ha denunciado la pesca ilegal aun si es solo adyacente a una ZEE.

Este noviembre, los ejercicios navales Unitas LXI-Ecuador 2020 se realizarán, por primera vez en 11 años, en aguas ecuatorianas, con maniobras y operaciones ligadas a la lucha contra la pesca IUU. Participan Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Francia, Perú, República Dominicana, Uruguay y EEUU.

En su mensaje a la última Asamblea General de la ONU, Donald Trump denunció las operaciones pesqueras chinas en aguas hemisféricas. Su secretario de Estado, Mike Pompeo, denunció el 2 de agosto la pesca depredadora china en las Galápagos.

En agosto, EEUU envió el USCGC Bertholf a apoyar las patrullas de la Marina ecuatoriana alrededor del archipiélago. El almirante Karl Schultz, comandante de la US Coast Guard, ha dicho que la lucha contra la pesca IUU es hoy prioritaria para la seguridad marítima hemisférica, por delante incluso de la lucha antinarcóticos.

 

Pekín reacciona

China niega las denuncias –Pekín sostiene de manera invariable que pesca en alta mar–, pero por primera vez en 17 años ha endurecido sus regulaciones pesqueras. Un funcionario de la embajada china en Quito comentó a El Universo que su gobierno está considerando eliminar los subsidios, que suponen el 20% del total mundial, a su flota pesquera. A escala global, suman unos 35.000 millones de dólares, 22.000 de los cuales se dedican a pagar combustibles.

China se muestra ahora dispuesta a ratificar el Acuerdo sobre las medidas del Estado rector del puerto de la FAO, que entró en vigor en 2016. Se trata del primer acuerdo internacional vinculante contra la pesca INDRN, cuya meta es impedir que los piratas descarguen legalmente el fruto de sus saqueos. El problema es de credibilidad. China ha firmado varios tratados de ese tipo sin que los haya ratificado o aplicado. Además, ha prometido a Quito “tolerancia cero” a la pesca ilegal en el Pacífico suroccidental y propuesto una veda en la zona entre septiembre y noviembre… justo cuando sus pesqueros la abandonan.

 

 

Debido a su dependencia económica de China, su primer socio comercial, la capacidad de presión de Quito, Lima y Santiago es baja. Cuando la embajada de EEUU en Lima advirtió en su cuenta de Twitter del ingreso de la flota china en aguas peruanas, la cancillería convocó a su encargado de negocios para comunicarle el “malestar” del gobierno por la “imprecisión” del mensaje.

Según la peruana Sociedad Nacional de Pesquería, la pesca emplea a unos 700.000 trabajadores de manera directa o indirecta. Este año la captura de 2,4 millones de toneladas generó más de 1.000 millones de dólares en exportaciones de harina y aceite de pescado. La pesca del atún, por su parte, aporta a Ecuador ingresos de más de 1.000 millones de dólares al año y medio millón de empleos. Pero según el economista ecuatoriano Francisco Swett, cuando se está en “calidad de mendicante, hay que hacerse la vista gorda”.

 

Rayos de esperanza

Con todo, Jean-Michel Cousteau, hijo de Jacques Cousteau y fundador de la Ocean Future Society, no pierde la esperanza. Tiene razones justificadas para ello. Un documental que filmó sobre unas islas al norte de Hawái arruinadas por la polución atrajo la atención de George W. Bush, que le invitó a la Casa Blanca para decirle que crearía en 2016 una reserva natural de 360.000 kilómetros cuadrados en la zona, hoy el mayor sector protegido del Pacífico.

En 2010 la Unesco la declaró Patrimonio Mundial de la Humanidad. En agosto de 2016, Barack Obama anunció los nuevos límites del Monumento Nacional Papahanaumokuakea, que lo convirtió en la mayor reserva marina del mundo, con 1,5 millones de kilómetros cuadrados, cuatro veces su extensión original, y casi el doble de la segunda, la reserva de Pitcairn, en aguas británicas del Pacífico.

Las restricciones que impuso Noruega en 1998 a la pesca de bacalao y arenque en sus costas han demostrado que si no se faenan en exceso, el volumen de ciertas especies se puede recuperar en cinco o 10 años. En 2010, los países con posesiones antárticas off-shore (Reino Unido, Francia, Australia y Suráfrica) y los 25 países de la Comission for the Conservation of Antartic Marine Living Resources acordaron cuotas de captura anuales para preservar ballenas, focas,  pingüinos y los crustáceos y peces pequeños de los que se alimentan.

Sin embargo, los planes para crear una zona protegida de 500.000 kilómetros cuadrados en aguas antárticas, las de mayor biodiversidad del mundo, han encallado por la oposición de Rusia, China y Ucrania. Moscú ni siquiera reconoce la autoridad de la Comisión Antártica para crear reservas y cuestiona su fiabilidad legal y científica, pese al amplio consenso de los biólogos marinos sobre la capacidad de las zonas protegidas para salvaguardar ecosistemas amenazados por la sobrepesca, la contaminación y el cambio climático.

 

Métodos expeditivos

La conferencia de la ONU en Nagoya (Japón) en 2010 propuso proteger el 10% de los océanos mundiales hacia 2020. Hoy, sin embargo, menos del 1% está protegido. Así, no resulta extraño que algunos grupos prefieran métodos más expeditivos, como Sea Shepherd Global, una organización ecologista de Ámsterdam famosa por sus campañas contra la pesca de ballenas.

Sus barcos no están autorizados para abordar o detener barcos furtivos, pero su sola presencia es a veces suficiente para disuadir a los corsarios, a los que fuerzan a salir de los caladeros, además de recoger pruebas y evidencias de sus actividades delictivas que entregan a las autoridades. Hace unos años, su ayuda permitió a Senegal y otros países africanos detener a cinco barcos piratas.

2 comentarios en “La flota pesquera china, corsarios del siglo XXI

  1. Excelente resumen . Aleccionador y didáctico con fuentes verificables !
    Gracias
    Alvaro – Ecuador

  2. Los países del Pacífico Sur deberían concertar acciones y trabajar conjuntamente para evitar la depredación de sus recursos ictiologicos así como para impulsar la creación de reglas Internacionales compulsivas que controlen e impidan la acción nociva de la flota china y la conminen a cooperar con el interés mundial.

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