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Las potencias extracontinentales en América Latina

China, Rusia e Irán muestran un interés renovado por América Latina. Los países de la región deberán pensar bien si desean aliarse con quienes promueven una multipolaridad sin valores.
Juan Pablo Toro
 |  17 de julio de 2023

De un tiempo a esta parte hemos sido testigos en América Latina y el Caribe del renovado interés de potencias extracontinentales, que son aquellas que, por historia, cultura o posición geográfica, no tienen una conexión directa con la región. Este interés ya no se centra solo en el comercio y las inversiones, sino que apunta a usar la región para adquirir una mayor influencia geopolítica. En una era descrita como competitiva o de rivalidad sistémica, en la cual aumenta el valor relativo de cada sociedad, respaldo o alianza, China, Rusia e Irán –en este orden– parecen decididos a mejorar su posición en el área latinoamericana, ya sea en función de asegurar recursos estratégicos o para explotar su tradicional antagonismo con Estados Unidos, la potencia residente.

En el caso de China, el comercio con la región ha pasado de 12.000 millones de dólares en 2000 a 445.000 millones en 2021, a los que se suman, entre 2005 y 2021, préstamos a países por por parte de los grandes bancos estatales chinos por valor de 139.000 millones. La novedad ahora se encuentra en el hecho de trasladar esa vasta impronta económica al campo de la seguridad.

El 8 de junio de 2023, The Wall Street Journal informó de que Pekín planeaba abrir una base en Cuba para mejorar la capacidad de recolección de señales electrónicas provenientes de EEUU. Tras las negativas iniciales, Washington acabó por reconocer que China opera este tipo de instalaciones de espionaje en la región desde hace años. La más conocida se encuentra en Neuquén, Argentina, una base del programa espacial chino operada por su ejército, la cual permite hacer seguimiento a satélites. A estas estaciones terrestres se añade la detección a principios de año de un globo aerostático de vigilancia sobre cielos de Colombia y Costa Rica.

Asimismo, la construcción o ampliación de instalaciones portuarias parece ser otra área de mayor interés, ya que así se extiende por vía marítima la llamada Nueva Ruta de la Seda. En la actualidad, la compañía china Cosco está construyendo una gran terminal marítima en la localidad peruana de Chancay, a 50 kilómetros al norte de Lima. Además, existe la intención manifiesta de una empresa china de mejorar el puerto argentino de Ushuaia, Tierra del Fuego, una iniciativa que entusiasma al gobierno local, ya que también incluye la construcción de una generadora eléctrica y una planta petroquímica, pero que, por el momento, es rechazada en el resto del país. De llevarse a cabo, esas instalaciones facilitarían, además, futuras campañas antárticas.

A ello se suma que Argentina, Brasil y Bolivia han logrado acuerdos, o están dando pasos agigantados, para agilizar las transacciones en monedas locales por renminbis, que empiezan así a volverse cada vez más abundantes en los bancos centrales. De replicarse el ejemplo y si los llamados swaps adquieren una envergadura mayor, podrían contribuir al debilitamiento de la hegemonía de dólar en la región. En Rusia, Bangladesh, Arabia Saudí, Pakistán, Irak y Tailandia ya se usa el renminbi como moneda alternativa al dólar.

En Argentina, si concretarse la posible adquisición de aviones de combate JF-17, producidos entre Pakistán y China, que está estudiando el gobierno de Alberto Fernández, podría ser un golpe de efecto, puesto que por primera vez Pekín lograría introducir sistemas de armas de este nivel en América Latina, en un país además cuya reclamación territorial sobre las islas Malvinas/Falklands incomoda a Reino Unido. Hasta ahora, China ha logrado más bien vender o transferir equipo policial, de vigilancia remota, aviones de entrenamiento, armas y municiones, pero nada similar a este caza multirrol de cuarta generación. 

Adicionalmente, Latinoamérica ha sido el campo escogido por China para librar su batalla diplomática y así restarle reconocimiento a Taiwán. Este año, Honduras fue el último de los países latinoamericanos en romper relaciones con la isla, siguiendo el camino de Nicaragua y República Dominicana. El asunto fue parte de la reciente campaña de las elecciones presidenciales en Paraguay. En la actualidad, los países que todavía siguen relacionándose con Taipéi son Guatemala, Belice y Haití, además de las islas caribeñas San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, y San Vicente y las Granadinas.

 

«Latinoamérica ha sido el campo escogido por China para librar su batalla diplomática y así restarle reconocimiento a Taiwán»

 

La presencia rusa se ha manifestado con una agenda no tan diversa pero sí significativa. El canciller ruso, Serguéi Lavrov, realizó una gira por cuatro países de América Latina para explotar la ausencia de una postura única sobre la invasión militar rusa de Ucrania. Lavrov no solo aprovechó para visitar a sus aliados tradicionales –Cuba, Nicaragua y Venezuela–, sino que también puso un pie en Brasilia, sabiendo el peso que tiene el gigante suramericano y la indisimulada vocación de liderazgo de su presidente, Luiz Inácio Lula da Silva. Para sorpresa de sus anfitriones, el huésped aseguró que Brasil y Rusia compartían una “única visión” sobre el conflicto ucraniano. Si bien el gobierno brasileño tuvo que salir a matizar los comentarios de Lavrov, existían los antecedentes de las declaraciones de Lula que responsabilizan en parte a Kiev por la guerra que se libra en su territorio. Al mismo tiempo, el veterano presidente ha expresado su interés en promover una salida negociada del conflicto, todo en el marco de una estrategia de promoción del llamado “Sur Global”, al que incluso también se lo imagina conectado por una moneda única.

La posición poco clara de Brasil sobre la invasión rusa de Ucrania ha molestado en EEUU, que acusó a Lula de repetir la propaganda rusa e irritar al mandatario ucraniano, Volodímir Zelenski. El desencuentro quedó plasmado en la cumbre del G7 en Hiroshima, Japón, donde ambos se evitaron. Aunque la postura de Lula está lejos de ser compartida en la región, a Moscú le sirve el disenso para mostrar que en el Sur Global no está digiriendo de la misma forma la lectura de Occidente sobre un conflicto lejano.

Como no podía faltar en el guion ruso, una nave de su armada tenía previsto anclar en Cuba en la segunda semana de julio. Tal como ha ocurrido desde 2008, cada vez que Moscú se ve involucrado en una crisis o conflicto, este despliega medios militares en la región, buques o bombarderos, para demostrar cierto alcance en el área de influencia tradicional estadounidense.

Entre las potencias extracontinentales, solo faltaría caracterizar la presencia de Irán. Su presidente, Ebrahim Raisí, también apostó por la troika de Caracas-La Habana-Managua para reforzar lazos mediante una gira regional y dejar claro que, si su país se lo propone, puede incursionar en las costas de América. De hecho, una flotilla iraní, compuesta por una fragata y un buque de apoyo logístico, recorrió las aguas de Suramérica, en el marco de una circunnavegación cuyo único fin manifiesto por Teherán era llevar su bandera hasta los rincones más remotos. Tras cruzar por el estrecho de Magallanes y desechar el cruce del canal de Panamá, los buques llegaron al puerto de Río de Janeiro, ya que al parecer Brasil fue el único país que les permitió atracar. Una vez más, Lula salió jugando la carta independiente.

 

Dividir para reinar

Toda esta renovada presencia de potencias extracontinentales en América Latina hace preguntarse sobre los propósitos últimos que están detrás de las recientes maniobras. En el caso de China, puede tener que ver más con un posicionamiento de tipo integral, de 360 grados, es decir, no solo de carácter económico, sino extendiéndose a los nuevos ámbitos de la seguridad y la logística, indispensables para ganar una mayor tracción geopolítica. Ciertamente, una práctica que se ha visto con anterioridad en África y el Sureste Asiático.

Todo momento crítico o de inflexión en el sistema internacional, como el que estamos viviendo tras la pandemia de Covid-19 y la invasión rusa de Ucrania, siempre abre ventanas para ajustar cuentas o recalibrar posiciones. En lo que respecta a Rusia, es muy clara la búsqueda de oxígeno diplomático, mientras que Irán intenta inquietar a EEUU incursionando en el continente americano.

¿Todo esto tiene un cariz positivo para América Latina en el ámbito de lo concreto? Hay quienes afirman que una mayor diversificación de las relaciones otorga más seguridad, al reducir las dependencias hacia unas pocas potencias tradicionales, léase occidentales, asumiendo que el relevo se encuentra en Asia. En un mundo cada vez más multipolar, la idea cobra cierto sentido, sobre todo cuando potencias medianas como Arabia Saudí, Brasil, India, Indonesia, Suráfrica y Turquía comienzan a adquirir un papel cada vez más determinante en distintas coyunturas internacionales, desde la geopolítica energética hasta el multilateralismo entre naciones emergentes. La distensión entre Riad y Teherán, propiciada por Pekín, sería un ejemplo de lo anterior.

Esta interpretación ha encontrado también una justificación intelectual en las narrativas de no alineamiento o multialineamiento. Unas narrativas revestidas de pragmatismo que permitirían navegar en un mundo contradictorio, haciendo la vista gorda sobre conductas externas de Rusia, China e Irán, sin importar si desafían las normas internacionales –anexión territorial mediante el uso de la fuerza o restricción a la libertad de navegación, por ejemplo– o la conducta autocrática de sus regímenes a la hora de reprimir presiones populares –apresamiento de opositores y persecución de minorías, entre otros–.

Sin embargo, cabe preguntarse qué servicio prestan estas narrativas al debilitamiento del orden internacional basado en reglas o al retroceso democrático experimentado en todo el mundo, donde América Latina no es una excepción. A la larga, la violación sistemática de principios y valores por parte de gobiernos revisionistas mina el contexto institucional necesario para la prosperidad y libertad de las sociedades abiertas. Los déspotas explotan las divisiones y amplifican las posiciones dubitativas en las democracias con tendencias autocráticas.

 

«La violación sistemática de principios y valores por parte de gobiernos revisionistas mina el contexto institucional necesario para la prosperidad y libertad de las sociedades abiertas»

 

Es cierto que los Estados latinoamericanos en su conjunto no han definido ni los límites de su autonomía ni tampoco las líneas rojas de un “no alineamiento”. Es más, varios países ni siquiera tienen muy claro cómo promocionar y defender sus intereses nacionales en una era competitiva. Tampoco es probable que lo hagan, dada la fragmentación política existente. Pero, al menos, deberían preguntarse cómo contribuirán a la construcción de un nuevo orden global capaz de proveer estabilidad y seguridad suficientes, y con quién se avanzará más en esta tarea. ¿Se hará de la mano de países afines en valores e intereses, o con aquellos poderosos de los cuales no conviene discrepar por temor a represalias?

La predilección de los regímenes ruso e iraní por sus contrapartes de Cuba, Nicaragua y Venezuela es cualquier cosa menos accidental. Entre ellos comparten una posición antagónica hacia EEUU y un manejo similar a la hora de ejercer el poder de manera interna. “Las naciones de Irán y Venezuela tienen enemigos compartidos, que no desean que vivamos de forma independiente”, explicó el presidente iraní en Caracas.

El caso chino tiene sus bemoles. Su portafolio de relaciones con países latinoamericanos y del Caribe es diverso, y muchos consideran, y con razón, a Pekín un factor indispensable para su crecimiento… siempre y cuando persista su apetito por las materias primas y proyectos de infraestructura. Algo que no está asegurado por la ralentización de la economía china. Ahora bien, la experiencia comparada demuestra que las relaciones económicas con China no pueden separarse de las políticas, porque este país así lo concibe de manera consciente. Si el comportamiento diplomático de un socio comercial es percibido como antagónico por Pekín, se puede esperar una respuesta de tipo económico. En este sentido, el nuevo interés del país asiático en aspectos de seguridad y logística en la región habla por sí solo de vínculos que pueden tener potencialmente un mayor impacto.

En The Wall Street Journal, el internacionalista Walter Russell Mead reconoció que “desde Tijuana hasta Tierra del Fuego, los intereses estadounidenses están bajo amenaza en la medida en que virtualmente cada país en Latinoamérica sufre de un creciente y mayor descontento social, político y económico” y ante el hecho de que los “lazos con China y Rusia están creciendo”.

 

Europa: tan lejos, tan cerca

Al igual que lo ocurrido con China, Rusia e Irán, también se puede notar un mayor interés coincidente de la Unión Europea y Reino Unido. Pero ¿pueden o deben considerarse los países europeos como extracontinentales? Es una pregunta mucho más difícil de responder, dados los lazos histórico-culturales con América Latina y Caribe y ante la evidencia de que Francia, Países Bajos y Reino Unido tienen territorios soberanos en estas latitudes, como parte de su legado imperial.

En su libro Choque de civilizaciones, Samuel Huntington calificó a América Latina y el Caribe como una subsidiaria de Occidente, aun en su condición de vástago de Europa. En la que sería una de sus obras más leídas, Huntington afirmaba que, aunque estamos íntimamente emparentados, los latinoamericanos estamos divididos sobre nuestra pertenencia, o no, a la esfera occidental. De lo que no cabe duda es que somos altamente “eurocompatibles”, por usar un término que cada vez se escucha más en Bruselas. Como sea, si nos ceñimos a la geografía más estricta, o a los planteamientos de las altas autoridades, se nota de inmediato que América Latina es asumida como una realidad separada.

La UE acaba de lanzar una nueva agenda para estrechar lazos con la región, que se vio apoyada por la gira que realizó en junio la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a Brasil, Argentina, Chile y México. Con el propósito de recuperar el terreno perdido –tras desatender la región durante más de una década– y contener el avance chino, Von der Leyen anunció fondos por valor de 10.000 millones de euros para inversiones en infraestructura y la búsqueda de compromisos para asegurar el acceso a materias estratégicas –como el litio y tierras raras–, al tiempo que prometía finalizar las tareas pendientes. Entre estas últimas está la renovación de los acuerdos de asociación con Chile y México y el acuerdo con Mercosur. De concretarse esta ambiciosa agenda que, por supuesto, incluye aspectos relacionados con la seguridad transnacional –como la ciberseguridad–, supondría un gran avance para la UE y Latinoamérica, bajo el entendido de que son “socios naturales”, con intereses y valores similares, pero no necesariamente idénticos. Las posiciones respecto a Ucrania lo dicen todo.

 

«De concretarse la ambiciosa agenda de la UE, supondría un gran avance en sus relaciones con Latinoamérica, bajo el entendido de que son ‘socios naturales’, pero no idénticos»

 

En el caso británico, el canciller, James Cleverly, lanzó desde Santiago de Chile un mensaje a América Latina y el Caribe, con un contenido más retórico y menos concreto que el de la UE. Esto explica también la realidad de la región, que representa solo el 2% de las importaciones y el 2,5% de las exportaciones de Reino Unido. Londres celebró, sin embargo, el hecho de haberse sumado recientemente al tratado económico de libre comercio entre 11 naciones de Asia Pacífico y las Américas, el denominado CPTPP.

Dado que existe un cambio en el orden internacional, los países de América Latina tienen un papel decisivo que desempeñar en la reconfiguración de dicho orden y del sistema multilateral, para que este se adapte al mundo del siglo XXI. Cleverly expuso que su objetivo como responsable de Asuntos Exteriores era asegurar que el pensamiento estratégico refleje este simple hecho. Por supuesto, en una era post-Brexit, Reino Unido está más necesitado que nunca de amigos que aupen su carácter de potencia global y en la región, las apuestas por Brasil, Chile, Colombia y México son más que claras.

Con todo, el renovado interés de las potencias extracontinentales para ganar mayor tracción geopolítica debería ser mirado con cuidado por los países de Latinoamérica, ya que ámbitos como la seguridad y la logística son complejos de manejar por sus eventuales impactos. No hay que ser ingenuos a la hora de comprar discursos. Los recursos estratégicos, como el litio, las tierras raras y otros, despiertan un gran apetito, puesto que son necesarios para descarbonizar las economías. Muchos países los quieren, pero muy pocos los tienen.

Asimismo, actores locales con ambiciones de liderazgo pueden ser cortejados por sus contrapartes de China, Rusia e Irán, quienes promueven una multipolaridad sin valores, donde el no alineamiento ofrece una gran oportunidad a los revisionistas para socavar el orden internacional basado en reglas. Aunque no todos estarán de acuerdo, las ofertas de la UE y Reino Unido parecen ser más integrales, tener bases más profundas y asimilarse a lo que América Latina debería aspirar a conseguir en materia de desarrollo, apego a la legalidad internacional y respeto a la democracia y a los derechos humanos.

Tomando prestadas analogías del fútbol, podemos decir que en la competencia geopolítica actual todo es cancha. Pero no todos los jugadores son iguales: como siempre, habrá algunos más hábiles por sus propios méritos y otros más propensos a cometer faltas para imponerse. Por eso, no da lo mismo con qué jugadores se arman los equipos, porque de eso dependerá, en gran parte, los triunfos o las eventuales derrotas.

1 comentario en “Las potencias extracontinentales en América Latina

  1. Porqué no acompañan la informacion con las decenas de veces que Estados Unidos ha participado en golpes de estado, intervenciones militares tipo Republica Dominicana, Granada y Panama, bloqueos económicos, financieros, diplomaticos, etc. O la diversidad de bases militares que tienen en el continente, etc, etc. Algo parecido se puede decir de Gran Bretaña, la toma de las Islas Malvinas, las colonioas en el Caribe, al igual que de Francia y otros estado europeos. Será que estamos marcados desde la colonizacion para ser sus subditos. Cuales son esos valores que defiende Estados Unidos, la de la carcel de Guantanamo o el apoyo a los gobiernos militares, etc. Cuanta hipocrecia.

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