Trump, a su llegada a la cumbre del G7 celebrada en Quebec (Canadá), el de junio de 2018. GOBIERNO DE CANADÁ

Las razones económicas y culturales de la guerra comercial de Trump

Mariano Aguirre
 |  11 de junio de 2018

El ataque del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al G7 y al libre comercio tiene raíces en el impacto de la globalización sobre el mercado laboral estadounidense, así como en la tensión cultural entre modernidad y conservadurismo reaccionario.

Durante su viaje de Canadá a Singapur el 9 de junio, tras asistir a la reunión del G7 en Quebec, Trump lanzó varios tuits explosivos contra sus aliados europeos y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. La temida “guerra comercial” se volvía una grave realidad.

Trump llegó tarde a Toronto, con la propuesta inviable de volver a invitar a Rusia al G7, dificultó las reuniones, se fue antes del final y utilizó al primer ministro Trudeau (su antítesis en estilo, modernidad y liberalismo) como excusa para bombardear la reunión. Como explica el economista Paul Krugman, el problema no es solo que Trump ha alterado las reglas de juego de las relaciones con los aliados, sino que los acusa, con cifras falsas y datos incorrectos, de hacer cosas que no hacen. No es cierto, por ejemplo, que coches producidos en Canadá “inunden” el mercado estadounidense, sino que los automóviles se fabrican entre los dos países y se venden internacionalmente y a los dos lados de la frontera.

Tampoco es verdad que las tarifas europeas sean tan altas ni que el inmenso déficit comercial que EEUU tiene con China se deba al libre comercio. La principal razón es el estancamiento y desindustrialización estadounidense, en gran medida por haber dedicado más recursos durante décadas a la industria militar antes que a otros sectores avanzados, y porque miles de empresas cerraron sus plantas en ese país y se marcharon a producir a China, México o El Salvador, donde pagan mucho menos por la mano de obra no sindicalizada.

 

Dedicado a sus votantes

Pero a la base social de Trump no le importan los datos ni las réplicas, consideradas “noticias falsas” (fake news). Económicamente creen que si se incrementan los impuestos arancelarios para el acero y el aluminio proveniente de China, la Unión Europea y México, las empresas estadounidenses compraran estos bienes a productores nacionales. En realidad, las empresas buscarán otras fuentes y, si se viesen obligados a comprar acero y aluminio estadounidense, que es más caro, entonces subirán los precios de los productos. Paralelamente, las importaciones de China, Europa y México costarán más caras.

Pero Trump sabe que el libre comercio y las asociaciones como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, en inglés) y el Acuerdo Transpacífico han tenido un impacto social. Para el trabajador que perdió su empleo y la seguridad que tenía su familia, los culpables son los políticos en Washington que aceptaron entusiastas la integración de EEUU en la globalización. A la vez, al mostrarse como un negociador duro ante los europeos y los canadienses enlaza culturalmente con el nacionalismo chauvinista de muchos ciudadanos rurales e industriales estadounidenses, que acusan a las élites políticas de “europeizados”.

 

El modelo neoliberal

La expansión del libre comercio ha estado vinculada a política neoliberales; es decir, desregulación de mercados y de las reglas laborales con menos protección. Esto amplió la brecha entre lo que ganan los ejecutivos y sus círculos de gestión más inmediatos y lo que perciben los asalariados.

El primer sector se beneficia de altos salarios, bonus, acceso a la exención (no siempre legal) de impuestos y relaciones con políticos que facilitan la multiplicación de sus negocios. El otro, ha visto como sus puestos en la industria o el sector rural han desaparecido porque los han desplazado a otros países, o han sido eliminados por la robotización o debido a que los inversores se orientan al sector servicios. Esto ha sido así en casi todos los países industrializados en las últimas décadas, y con particular impacto en EEUU. Un amplio sector social ha perdido sus empleos. A la vez, la mujer ha tenido un sostenido ascenso en el mundo laboral, y muchos puestos en el sector servicios son ocupados por inmigrantes (especialmente provenientes de América Central y México).

 

La revancha cultural

Estos factores económicos y sociales se entrelazan con los culturales, como el racismo, el rechazo al feminismo y las nuevas formas familiares y de identidades sexuales, la xenofobia y el populismo nacionalista. El factor económico más la crisis de la masculinidad tradicional y la percepción de una parte de los ciudadanos blancos de perder poder y hegemonía social frente a ciudadanos nuevos (los latinos) configuran el escenario del miedo de los votantes de Trump. A todo ello se suma la cuestión racial con la población negra, problema no solucionado pese a las luchas por los derechos civiles en el siglo XX. Que Barak Obama, un presidente negro, llegara a la Casa Blanca ha sido la culminación de la pesadilla.

La tensión que ha existido en la construcción de la nación y del Estado en EEUU se está manifestando de forma aguda, y amenaza con ser peor. Se trata del enfrentamiento entre conservadurismo y liberalismo; entre reaccionarios y modernizadores. La integración de EEUU en la globalización neoliberal trajo consecuencias indeseadas, como la destrucción de empleo antes indicada, el crecimiento de la desigualdad y la explotación ilimitada del medio ambiente.

Pero la modernidad del siglo XX al XXI produce también una agenda de cambios y transformaciones sociales y políticas, como los derechos y reivindicaciones de las mujeres, el reconocimiento legal de nuevas formas familiares y la igualdad de razas e identidades religiosas, así como la protección física del planeta ante el cambio climático. Internacionalmente, el ascenso de nuevas potencias (como China) y arquitecturas regionales (como la UE), junto a las dinámicas regionales (por ejemplo, en Oriente Próximo) han reducido el poder de las antiguas potencias coloniales y de EEUU.

Estas demandas inquietan inmensamente a los conservadores y reaccionarios. Trump construyó desde su campaña electoral un discurso sobre cada uno de estos temas. Una vez en el poder, sus funcionarios están derribando las regulaciones sobre medio ambiente, tratando de reinstaurar la enseñanza religiosa sobre la secular, eliminar los programas sociales, volver al poder masculino, promover la familia patriarcal, y regresar a la supremacía blanca sobre negros, latinos y musulmanes.

En cada uno de estos campos, Trump está normalizando las posiciones reaccionarias y empujando su país a una mayor fractura interna y debilidad. Su declaración de guerra comercial, en realidad una insólita llamada a volver a modelos económicos previos al siglo XIX, están dirigidos a sus electores, aunque la guerra comercial tendrá consecuencias negativas para ellos. Entre tanto, quizá es el momento que europeos y canadienses revisen el irresponsable liderazgo de Washington y asuman que deberían dirigirse a sí mismos.

1 comentario en “Las razones económicas y culturales de la guerra comercial de Trump

  1. Supongo que Trump intenta aislar a China atrayendo a Rusia hacia el bando occidental cuando solicita al G7 incorporar a Rusia a ese organismo. Aunque probablemente sea una lucha perdida antes de empezar, al menos debe intenta evitarr que el mundo entero se convierta más tarde o temprano en una sola y enorme gran «Zona de Excepción Económica». Solamente si el proceso de globalización es posible controlar mediante la voluntad política se podría evitar que el sistema económico chino no avance hasta ocupar Europa y EEUU. Como la globalización es probablemente un proceso irreversible, con suerte se logrará retrasar el desarrollo de este triste panorama por venir. Panorama en el que difícilmente resistan las democracias.
    «La Nueva Guerra Fría. Desarrollo vs Subdesarrollo. Occidente vs Oriente. Posmodernidad vs Medioevo» «¿Vamos hacia una gran Zona de Excepción Económica?» razonvsinstinto.blogspot

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