Además de mostrar el desgaste del AKP y Recep Tayyip Erdogan, el resultado de las elecciones legislativas en Turquía supone un logro para la minoría kurda del país.

Las urnas frenan a Erdogan

 |  8 de junio de 2015

Varapalo para el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) en las elecciones legislativas de Turquía. Con un 41% del voto, el partido islamista se mantiene como el más votado, pero pierde la mayoría absoluta por primera vez desde su victoria histórica en 2002. Además de mostrar el desgaste del AKP y Recep Tayyip Erdogan, el resultado muestra una transformación incipiente en el electorado turco y supone un logro para la minoría kurda del país.

Las elecciones, celebradas el 7 de junio, se presentaron como un plebiscito sobre Erdogan. Con 255 escaños en la Asamblea Nacional, el presidente no ha obtenido los 330 (sobre un total de 550) que necesitaba para reformar unilateralmente la Constitución de 1982, convirtiendo el país en una república presidencialista. Con el gobierno en manos de Ahmet Davutoglu, afín al presidente, la reforma hubiese otorgado un inmenso poder a Erdogan (el presidente anterior, Abdullah Gul, actuó en el pasado como contrapeso al entonces primer ministro).

Este proyecto ha dividido al país entre los partidarios de AKP y sus detractores. La campaña electoral ha estado marcada por incidentes violentos. El motivo de esta polarización es en gran medida el propio Erdogan. En 2011, el dirigente aún parecía un ejemplo de islamismo moderado, referencia esencial para los activistas de la primavera árabe. Cuatro años después, su deriva autoritaria (persecución de periodistas, jueces y rivales políticos; censura en las redes sociales, alegando conspiraciones ficticias; represión de protestas…) y megalómana (540 millones de euros gastados en una residencia con 1.150 habitaciones, récord Guinness al mayor retrato de campaña), junto a los escándalos de corrupción y el frenazo del crecimiento económico, han deformado esta imagen.

Aunque intentó monopolizar la campaña electoral, empleando para ello todos los recursos de la presidencia (una institución supuestamente neutral), Erdogan ni siquiera emerge como el protagonista de los comicios. Ese puesto corresponde a Selahattin Demitras, codirigente del partido prokurdo HDP. Apoyándose en un programa progresista, Demitras ha logrado atraer a otras minorías étnicas, feministas y activistas LGBT. El HDP ha superado el umbral del 10% necesario para entrar en la Asamblea, haciéndose con 80 escaños, y convirtiéndose en el primer partido prokurdo con representación en Ankara.

La irrupción del HDP marca un hito en la historia de Turquía. Los kurdos constituyen entre un 20% y un 25% de la población del país, y su lucha por obtener la independencia en el sureste de Turquía desembocó en un conflicto armado entre 1978 y 2013. Actualmente, el gobierno y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) negocian un proceso de paz, pero el PKK continúa despertando recelo entre muchos turcos. El mérito del HDP consiste en haber superado las divisiones étnicas del país mediante un discurso progresista.

Entre el HDP y el AKP se encuentran el ultraderechista Partido de Acción Nacionalista (82 escaños) y la principal fuerza de la oposición, el Partido Republicano del Pueblo (133 escaños), laico y socialdemócrata. Según Reuters, el AKP se inclina por gobernar en minoría antes que pactar con los nacionalistas. Pero la hegemonía de los islamistas se ha quebrado decisivamente. La inquietud de los mercados es síntoma de un futuro político difícil de predecir.

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