Libia, demasiado importante para caer

 |  25 de agosto de 2014

Milicianos islamistas se hicieron con el control del aeropuerto de Trípoli el sábado. Tres años después del asesinato del dictador Muamar el Gadafi, Libia es un Estado desestructurado con un gobierno impotente que más que gobernar desgobierna. Pero existen demasiados intereses en juego como para que quede a su suerte.

Muchos analistas internacionales hablan de Estado fallido, de la nueva Somalia mediterránea. Puede que sea pronto para esa clase de aseveraciones, aunque existen evidencias innegables. Los funcionarios internacionales y cuerpos diplomáticos han huido del país e incluso la Cruz Roja Internacional ha suspendido sus actividades en él. Naciones Unidas resiste con una misión civil y los estados vecinos refuerzan militarmente las fronteras. Egipto trata de evitar sin éxito el contrabando de armas. Mientras, el pueblo sangra y paga las consecuencias de los enfrentamientos entre milicias tribales.

En otoño de 2011 terminó el régimen del coronel Gadafi, pero no se tradujo en una mejora de la vida en Libia. Tras la intervención de la OTAN y el fracaso de la implementación del principio Responsabilidad de Proteger o R2P, el tiempo comenzó a transcurrir sin que la situación se regenerase. Se creó el Consejo Nacional de Transición para ejercer las funciones de Cámara Baja y en julio de 2012 se celebraron las primeras elecciones democráticas desde 1969 −cuando Gadafi tomó el poder−. Pese a la gran participación que registraron, el nuevo gobierno interino no consiguió tomar el control ni calmar la escalada de violencia entre milicias. Libia continuaba hundiéndose.

Un año para el olvido

Las perspectivas para este año 2014 son poco halagüeñas. Las dificultades sucedidas y que quedan por delante son tantas que sería casi imposible enumerarlas y detallarlas. Todo son obstáculos para el gobierno interino, y prosigue la incesante lucha entre milicias islamistas, regionales y tribales.

El plano político es desesperanzador. Abdulá Al Thinni, primer ministro, expresó su voluntad de abandonar el cargo, con lo que accedió al puesto el empresario Ahmed Maitiq, para que en junio el Tribunal Supremo declarara su nombramiento ilegal. La razón esgrimida: que en el Consejo que le eligió había presentes menos de 121 diputados, los necesarios para que la votación fuera válida. La causa está en las calles arrasadas por la violencia: varios diputados han sido secuestrados y el camino hacia el parlamento se vuelve infranqueable. De hecho, el Consejo ha trasladado recientemente sus reuniones a la ciudad de Tobruk, cercana a la frontera egipcia.

Las segundas elecciones generales se celebraron el 25 de junio, con una participación ínfima: 3.5 millones de personas eran posibles votantes y solo 630.000 acudieron a las urnas. Para finales de julio los resultados no habían sido esclarecidos y el Consejo seguía sin poder ofrecer datos oficiales respecto a migraciones, refugiados, heridos y muertes. El 4 de agosto se conformó el nuevo Parlamento, que hizo un llamamiento a la unidad nacional. El día 13 la cámara votó por la utópica resolución de disolver las milicias y reunificarlas en las Fuerzas Armadas Libias, que cuentan con un poder igual o superior al del gobierno.

Las milicias son las protagonistas de la vida diaria en Libia. Tres de ellas llenan las páginas de los periódicos. Comenzando por el  autodenominado “Ejército Nacional Libio” y su fundador, Jalifa Hifter, que fue general bajo la dictadura de Gadafi pero rompió sus lazos con él tras la guerra con Chad. Hifter es un antiislamista convencido que trató de dar un golpe de Estado en mayo y que acosa Bengasi. Ha iniciado la “Operación Dignidad” contra la milicia de Misrata, que paralelamente combate contra la milicia de Zintán.

Las milicias de Misrata reciben apoyo de Qatar, Turquía y Sudán; las de Zintán lo hacen de Egipto y Emiratos Árabes. Ambas utilizaron el aeropuerto de Trípoli como campo de batalla hasta la aparente victoria de la milicia de Misrata, cerrando el espacio aéreo y acabando con millones de dólares en instalaciones e infraestructuras.

Algo que importa mucho a EEUU y Europa es que las milicias han llegado a controlar los puertos petrolíferos de la costa, con lo que la producción diaria de barriles de crudo descendió de los 3.5 millones de la era Gadafi a menos de 200.000. Después de meses de negociaciones, a comienzos de julio el gobierno interino firmó un pacto con los rebeldes que tenían en su poder los puertos. El objetivo es aumentar la cifra de producción a 800.000 barriles diarios en Ras Lanuf y Sidra −donde se encuentran los recursos de múltiples compañías petroleras−. Otro suceso relacionado con el crudo libio tuvo lugar a finales de mes cuando un misil lanzado por los rebeldes prendió fuego a un depósito de 6,6 millones de litros de petróleo situado muy cerca de otras reservas de la empresa estatal Brega. En ese momento se temió una catástrofe medioambiental y humanitaria que por suerte no llegó a suceder, y el pánico cundió con rumores como que los bomberos no contaban con más agua para apagar el incendio.

En Libia la lucha sigue, y con ella el descontrol, la violencia, los refugiados, la miseria y el caos. Caben muchos escenarios llegados a este punto, y ante la distante posibilidad de que el gobierno logre imponerse, a Libia solo le espera más sufrimiento.

 

1 comentario en “Libia, demasiado importante para caer

  1. […] Con varios de los principales exportadores de crudo sumidos en la inestabilidad (véase Nigeria, Libia, Irak y Siria), el precio del barril no ha hecho más que descender a lo largo del verano. “Los […]

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *