Múnich llamando a Trump, ¿me recibe?

Alberto Pérez Vadillo
 |  15 de febrero de 2017

Un año más, la Conferencia de Seguridad de Múnich, prevista para los días 17 y 19 de febrero, reúne a autoridades políticas, altos funcionarios vinculados a la defensa y a la seguridad, militares y expertos para discutir sobre los desafíos más acuciantes a la paz y estabilidad internacionales. Con total seguridad, no se aburrirán. Wolfgang Ischinger, veterano diplomático alemán y director de la Conferencia, afirma que “estamos experimentando una nueva era” en la que se desconoce “qué será de Occidente”. Ischinger no duda en pronunciarse con crudeza sobre el principal catalizador del cambio, a saber: el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump. “Si el presidente de EEUU dice que confía en Vladímir Putin tanto como en Angela Merkel, me estremezco”, confiesa el diplomático.

Aunque todavía nada se puede afirmar sobre el alcance práctico de los buenos sentimientos que Trump expresó sobre su homólogo ruso durante la campaña electoral, el Kremlin vuelve a proyectar su sombra sobre el nuevo presidente a poco de que se inicie la Conferencia. Los reunidos en Múnich no contarán con la presencia de quien hasta el 13 de febrero ocupó fugazmente el puesto de Asesor de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, el teniente general Michael Flynn. Envuelto en un escándalo que involucra a Rusia, el polémico fichaje de Trump para encabezar el Consejo de Seguridad Nacional (CNS) se ha visto forzado a presentar una dimisión que huele a despido encubierto. Tras una serie de filtraciones, Flynn ha reconocido que en diciembre, antes de que Trump jurase el cargo y le ofreciese el puesto en el CNS, mantuvo contactos con el embajador ruso en Washington sobre la posibilidad de levantar las sanciones que pesan sobre Moscú y que, además, no informó al vicepresidente Michael Pence de tales conversaciones cuando este se exponía públicamente para acallar los rumores. Ante la gravedad de los hechos, no cuesta imaginarse a Trump dirigiendo a Flynn ese televisivamente célebre “you are fired!” que el ahora inquilino de la Casa Blanca solía espetar a los concursantes de The Apprentice. Sin embargo, pese a la clara ironía de todo el asunto, es improbable que este año el ánimo en Múnich se preste a la jocosidad.

 

Dime con quién andas y te diré quién eres

Durante la Conferencia, Pence, junto con el secretario de defensa, James Mattis, y el secretario de seguridad interior, John Kelly, se verán tristemente acompañados del fantasma de Flynn. La misión de estos hombres será no solo aclarar a un público crispado cuáles son las ideas de la Casa Blanca para afrontar los próximos años, sino demostrar, con su actitud y buen hacer, que Trump también cuenta con buenos consejeros. En vista de los recientes sucesos, esta tarea se presenta harto compleja.

Gobernar requiere escuchar a las voces adecuadas y contar con ayudantes habituados a la deliberación; hasta el político menos experimentado puede tener éxito si se rodea de buenos consejeros. Por eso, los nombramientos de Trump para el CNS se han mirado con lupa. Esta institución es la encargada de garantizar que el presidente recibe de los diferentes departamentos y agencias gubernamentales toda la información y opiniones necesarias para articular políticas fundamentales en materia de asuntos exteriores y de seguridad. Sin embargo, fiel a su estilo, el nuevo inquilino de la Casa Blanca marcó nuevas distancias respecto a la ortodoxia al conceder asientos en el CNS a Steve Bannon y al desventurado Flynn. Con ello, Trump, tal vez sin ser consciente de ello, depositó su confianza en dos hombres posiblemente más interesados en levantar una pared entre el presidente y el conjunto del aparato gubernamental que en favorecer la libre circulación de ideas.

El ascenso político de Bannon ha sido meteórico: antiguo director ejecutivo de la web ultraderechista Breitbart y director de campaña de Trump, es ahora jefe de Estrategia de la Casa Blanca, puesto creado ex novo para formalizar sus frecuentes visitas al Despacho Oval. Algunos advierten de que con su inclusión en la institución, la política de exteriores y de seguridad estadounidense quedará hipotecada por el electoralismo y contaminada por el radicalismo ideológico de la alt-right. Bannon, simpatizante del populismo europeo y enemigo jurado de la élite tecnócrata, es la antítesis de lo que la Conferencia de Seguridad de Múnich representa.

Por su parte, las dudas sobre el nombramiento de Flynn precedían a la cuestión de su conexión rusa y esta es anterior a los contactos con el embajador ruso: en 2015 Flynn asistió a una gala del canal de televisión Russia Today, pieza clave de la propaganda rusa, y compartió mesa con el propio Putin. Teniente general retirado, experto en inteligencia militar y contraterrorismo y antiguo director de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) caído en desgracia, Flynn posee una personalidad asertiva y estilo de dirección que era difícilmente compatible con la lógica que inspira al CNS. Su salida de la DIA vino propiciada por sus malas relaciones con subordinados y superiores, además de por su desdén respecto a los analistas civiles. Añádase a esto el gusto de Flynn por las conspiraciones y por retorcer la inteligencia para que se ajuste a escenarios preconcebidos: durante su periodo al frente de la DIA, Flynn, convencido de que Irán estuvo detrás del ataque de Bengazi, intentó forzar las investigaciones para confirmar su visión. Por tanto, costaba ver a Flynn como pieza central del CNS, institución que involucra a varios niveles de la administración para favorecer el intercambio de ideas en y entre jerarquías, tanto militares como civiles. Por las mismas razones, Flynn difícilmente habría encajado en Múnich.

 

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Malas caras y una cautelosa sonrisa

A pesar de la marcha de Flynn, la élite europea no recibirá con júbilo a los estadounidenses. Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, considera que “el cambio en Washington pone a la Unión Europea en una situación difícil”. Federica Mogherini, la jefa de la diplomacia europea, asume que de ahora en adelante la relación con Washington será “pragmática y transaccional”. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, poco puede hacer aparte de reafirmar la importancia del vínculo transatlántico al mismo tiempo que anima a los europeos a continuar invirtiendo más en defensa. Merkel y Trump han cruzado duras críticas respecto a la política de refugiados, el futuro de la OTAN y el veto de Trump a los musulmanes.

No obstante, el gesto torcido de los europeos contrastará con el de un hombre que alberga una cautelosa ilusión: Sergei Lavrov, ministro de exteriores ruso. El triunfo de Trump ha generado júbilo en Rusia: marcando un auténtico giro orwelliano, la propaganda del régimen afirma que Rusia nunca ha tenido problemas con Estados Unidos, sino con Obama. Pero, a pesar de todo, las dudas sobre el futuro de las relaciones ruso-americanas abundan, y no porque con el do svidaniya de Flynn el Kremlin pierda un aliado en la Casa Blanca. De hecho, esto podría propiciar una mejora en la calidad del consejo que recibe Trump.

El nuevo secretario de estado, Rex Tillerson, antiguo director ejecutivo de la petrolera ExxonMobil y habitual de la esfera corporativa rusa, parece poseer el talante y los contactos necesarios para negociar una détente conflictos de interés aparte–. Por su parte, el secretario de defensa Mattis, un respetado general retirado, parece demostrar la independencia y fortaleza necesaria para mantener que una necesaria mejora de las relaciones con el Kremlin no suponga un abandono de la OTAN. Además, tanto él como Tillerson parecen gozar de la aprobación del establishment. Sin Flynn, tal vez ambos se conviertan en las figuras de referencia de Trump para dirigir las relaciones con el Kremlin. A juzgar por lo que pudo haber acontecido durante la conversación telefónica mantenida por Trump y Putin el 28 de enero, esto no vendría mal. Según fuentes anónimas de la agencia Reuters, el presidente ruso planteó la posibilidad de prorrogar el Nuevo Start, tratado clave sobre la limitación y reducción de los arsenales nucleares de ambas potencias. De acuerdo con los testimonios filtrados a la agencia, Trump paró en ese momento la conversación para preguntar a sus asistentes en qué consistía el tratado. Tras la interrupción, Trump recurrió a su retórica de campaña, afirmando que el Nuevo Start “es un mal acuerdo” para EEUU. De acuerdo con la información de Reuters el CSN, con Flynn a la cabeza, no preparó a Trump adecuadamente para mantener la llamada con Putin. Del mismo modo, se desconoce si Tillerson y Mattis, que no estuvieron presentes durante la llamada, pudieron aconsejar al presidente previamente –merece la pena destacar que Mattis es el encargado, por orden presidencial, de revisar la doctrina nuclear de EEUU, incluyendo el papel de los tratados de control de armamentos–.

Trump necesita mejores guías en su aventura en el Despacho Oval. De lo contrario, seguirá rehuyendo la mirada del Kremlin mientras se escuda en eslóganes de campaña. Mientras tanto, Ucrania seguirá en espera. El futuro del conflicto en el este del país, de Crimea y de las sanciones sobre Rusia dependen en buena medida de qué camino adopte la Casa Blanca. Moscú y Kiev lo saben y, ante la indefinición de Washington, intentan llamar la atención: los recientes choques militares en el este del país han llevado la violencia a cotas no vistas desde hace dos años. Tanto Kiev como Moscú son cómplices en esta ruptura del alto el fuego, pero no pretenden cambiar la realidad sobre el terreno, sino mandar un mensaje a Washington: en Ucrania se decide el futuro de Europa.

 

Exploradores en terra incognita

Guerra en Siria y en Ucrania; un Oriente Próximo en caos; una Europa en crisis existencial y en vías de acorazarse; flujos masivos de refugiados; terrorismo; proliferación nuclear desatada en Corea del Norte y precariamente contenida en Irán; la constatación del potencial disruptivo del ciberespacio en su interacción con la política: nunca a tan variopinta colección de desafíos se le había unido un malestar político transatlántico tan marcado. En este contexto, la Conferencia de Seguridad de Múnich, como mecanismo informal para favorecer el intercambio y el acercamiento entre ambas orillas del Atlántico, parece indispensable. Sin embargo, los asistentes a la Conferencia se enfrentan a un territorio desconocido: la Casa Blanca de Trump, verdadera terra incognita. Mucho dependerá de que, a partir de ahora, el presidente de EEUU sepa de quién se rodea.

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