Nuevo número de Afkar/Ideas: líderes emergentes en el mundo árabe

 |  21 de enero de 2013

 

El juego del quién es quién en Oriente Próximo se ha vuelto sumamente interesante, como recoge el número de invierno de Afkar/Ideas. Varios líderes emergen hoy, otros están presentes en el terreno desde hace años. Barack Obama –recientemente reelegido–, Benjamin Netanyahu –los sondeos apuntan a su segura reelección– o Mahmud Abbas –cuyo liderazgo es constantemente cuestionado–, entre los antiguos. Jaled Meshal, antiguo líder de Hamás en el exilio que acaba de poner por fin un pie en la franja, o Mohamed Morsi, presidente de Egipto que reclama poderes excepcionales para encarar una situación también excepcional, entre los emergentes.

La configuración geopolítica regional ha cambiado tras la “primavera árabe”, como no podía ser de otra manera. Afkar/Ideas 36, además de analizar quién está detrás de los nuevos juegos de poder, estudia las nuevas relaciones magrebíes, árabes y euromediterráneas. Por lo que se refiere a las relaciones magrebíes, el sentimiento de amenazas compartidas no ha impulsado una reconciliación estable entre Argelia y Marruecos, condición necesaria para el avance del proceso de integración regional. Por su parte, desde el primer momento, las monarquías petroleras del Golfo, como argumenta Ridha Kéfi, se han volcado en los tres países con el objetivo de desviar las revoluciones de su orientación inicial, liberal y demócrata, e impedir que sirvan de modelos para sus propias poblaciones. En este proceso de cambio, la UE no puede quedarse al margen: tiene los instrumentos bilaterales y multilaterales necesarios para dar apoyo a los cambios democráticos. Por último, la reelección de Obama obliga a plantearse las líneas de su política exterior: en este sentido, aunque el presidente quiere reorientar el foco hacia el Extremo Oriente, lo más probable es que Oriente Próximo vuelva a ser la zona que más reclame su atención.

Un repaso somero por la región permite ver que Libia y Yemen, a pesar de las aspiraciones de estabilidad y unidad nacional, viven una cierta balcanización regional, con reivindicaciones por parte de territorios “mudos” durante las viejas dictaduras que dificultan sus transiciones. En Siria, mientras continúa la guerra civil, la oposición al régimen de Bachar el Assad intenta reorganizarse. Así, el Consejo Nacional Sirio se ha visto obligado a rendirse ante la evidencia de su fracaso de monopolizar la oposición, incorporándose a la nueva Coalición Nacional de las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria. Habrá que ver si será capaz de adaptarse a la nueva distribución de fuerzas. Por su parte, Líbano atraviesa un momento delicado en el plano sociopolítico, debido en parte a las repercusiones de la crisis siria y, en parte, a las disfunciones propias de su modelo. Ante las elecciones de 2013, todo parece indicar que el país seguirá secuestrado por la política de bloques que tantos problemas ha generado desde 2005: bloqueo institucional, actividad legislativa mínima y tensión política permanente.

En el plano económico, las poblaciones del norte de África esperan ahora “los dividendos de la revolución”, es decir, verdaderas mejoras en su calidad de vida. ¿Están los gobiernos actuales preparados para aplicar reformas y cambios estructurales que satisfagan las demandas de una población insatisfecha?

Y en el ámbito cultural, una cuestión delicada: conciliar islamismo, libertad de expresión y creación artística. Una tarea que no ha sido fácil a lo largo de la historia del mundo árabe. Pero hoy hay poco margen de maniobra: en unos países que ansían el progreso de sus sociedades, los derechos humanos, la dignidad humana y el respeto mutuo son indivisibles, intrínsecos e innegables.

 

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