Poster con los más buscados de la Baader-Meinhof en París, octubre de 1977. GETTY

Otoño de 1977: el peor trance de la Alemania de posguerra

Marcos Suárez Sipmann
 |  21 de septiembre de 2017

Hace cuarenta años temblaron los cimientos de la República Federal de Alemania. Durante la década de los setenta el grupo de extrema izquierda RAF o Rote Armee Fraktion (Fracción del Ejército Rojo) aterrorizó el país. En 1977 se dio la fase más aguda.

Fundado en 1970, fue conocido en sus inicios como Baader-Meinhof. La periodista y activista de izquierda, Ulrike Meinhof, elaboró la plataforma ideológica. Los orígenes se remontan a las numerosas organizaciones estudiantiles surgidas a finales de los sesenta en Alemania que en protesta contra el consumismo, la carrera armamentística y la guerra de Vietnam adquirían un cariz cada vez más violento y antidemocrático.

Eran tiempos en que Andreas Baader y una joven llamada Gudrun Ensslin hacían explotar bombas en centros comerciales. Él fue atrapado y sentenciado. Meinhof logró liberarlo. Esa acción es considerada la génesis de la letal banda.

Tras atentados mortales en bases militares estadounidenses de Frankfurt y Heidelberg, Baader, Jan-Carl Raspe y Holger Meins fueron capturados en 1972. En ese año también fueron detenidas las terroristas Meinhof y Ensslin. Meinhof apareció ahorcada en su celda en 1976; su muerte generó una serie de teorías especulativas. Meins murió a consecuencia de una huelga de hambre en prisión. Para presionar a las autoridades a fin de que liberaran a Meinhof y los demás, el Comando Holger Meins tomó rehenes en la embajada alemana en Estocolmo en 1975. Murieron dos diplomáticos, además del terrorista Siegfried Hausner.

Con su demencial acción violenta buscaban la revolución social para lograr “un mundo más justo”. Escogían como objetivo a quienes representaban las “estructuras opresoras” de la política y el ámbito empresarial.

En abril de 1977, el asesinato en Karlsruhe del Fiscal General, Siegfried Buback, marcó el inicio de la sangrienta escalada. Como representante del Estado, Buback era responsable a ojos de la RAF por la muerte de Meinhof, Meins y Hausner, por un tiempo iconos de la extrema izquierda alemana.

El de Buback, reivindicado por el Comando Ulrike Meinhof, fue el primero en una serie de asesinatos y atentados con los cuales la RAF trató de extorsionar a la justicia para lograr la liberación de los presos. En julio fue acribillado el presidente del Dresdner Bank, Jürgen Ponto. La RAF seguía ganando las simpatías de la izquierda ultrarradical.

Con el secuestro en Colonia del industrial Hanns-Martin Schleyer, el 5 de septiembre el terrorismo de la RAF alcanzó una nueva dimensión. Marcó el periodo conocido como el “otoño alemán”, Deutscher Herbst.

Tras asesinar a tres policías y a su chófer, le mantuvieron semanas como rehén. A cambio de su vida, exigían la liberación de 11 miembros de la RAF que se hallaban en la cárcel de alta seguridad de Stammheim.

Su intransigencia durante las protestas en los sesenta y su historia en el partido nazi ya habían convertido a Schleyer en el enemigo ideal de los participantes del movimiento estudiantil. Como presidente de la confederación patronal, para la RAF representababa al odiado Estado capitalista. Al mismo tiempo les reafirmaba en su tesis de la ininterrumpida continuidad entre el Estado nazi y la República Federal.

 

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El canciller socialdemócrata Helmut Schmidt decidió desde un principio no canjear terroristas por el rehén. Existía consenso político en cuanto a que el Estado de Derecho no puede doblegarse ante exigencias criminales.

Fue un periodo de muchísima tensión en el que el Estado reaccionó. El Bundestag endureció las leyes de seguridad. A su vez los terroristas incrementaron la presión sobre el ejecutivo secuestrando el 13 de octubre –en ese momento Schleyer llevaba casi seis semanas en su poder– el avión Landshut, de Lufthansa, que cubría la ruta Mallorca-Frankfurt, con 86 turistas alemanes y cinco tripulantes a bordo. Participaron cuatro miembros del Frente Popular para la Liberación Palestina en lo que se considera un ejemplo temprano de ataque coordinado de grupos terroristas internacionales.

El drama de Schleyer quedó relegado a un segundo plano. Para obtener su libertad, la familia incluso recurrió al Tribunal Constitucional pero, el 16 de octubre, la máxima instancia judicial rechazó la demanda de forzar al gobierno a liberar a los terroristas encarcelados a cambio de la vida del rehén. Hasta se les impidió entregar un rescate de 15 millones de marcos. El fallo equivalió a una sentencia de muerte.

El infierno de la Landshut duró casi cinco días tras cubrir unos 9.000 kilómetros, pasando por Roma, Larnaka, Beirut, Damasco, Bagdad, Kuwait, Dubai y Adén. La falta de higiene, el hedor y el calor se volvieron insoportables. El pánico, constante, se exacerbó en el instante en que todos fueron rociados con alcohol proveniente de tiendas duty-free, a fin de que “ardieran mejor” en caso de que los secuestradores decidieran hacer explotar el avión. Todos sobrevivieron, con excepción del piloto Jürgen Schumann, asesinado el 16 de octubre por los terroristas. Su cadáver fue arrojado a la pista de aterrizaje.

La liberación llegó en Mogadiscio el 18 de octubre gracias a la unidad de elite GSG 9 y su jefe, Ulrich Wegener. Tomaron la nave por asalto, liberando ilesos a los pasajeros. Tres de los cuatro terroristas murieron.

Un personaje crucial fue el socialdemócrata Hans-Jürgen Wischnewski. Willy Brandt le había puesto el mote de Ben Wisch, por sus excelentes contactos con los árabes. Se especializó en misiones delicadas con su poder de convicción, capacidad y paciencia para negociar y, casi siempre, dinero. Gracias a sus gestiones ante el dictador de Somalia Siad Barre, la unidad antiterrorista alemana pudo intervenir. Wischnewski telefoneó al canciller y pronunció la famosa frase: “El trabajo está hecho”. Cuando regresó a Bonn, el flemático hanseático Schmidt se le echó al cuello llorando.

Cuando la noticia se propagó, Baader, Ensslin y Raspe se suicidaron en la cárcel de Stammhein. De inmediato se desató la controversia sobre cómo obtuvieron las armas para matarse.

El cuerpo de Schleyer fue encontrado al día siguiente en el maletero de un coche en Alsacia. Ejecutado con un tiro en la cabeza. Para su familia quedó claro que fue sacrificado por “razones de Estado”. Schmidt reconoció su corresponsabilidad en la muerte de Schleyer, aunque siempre defendió su política de mano dura. En 2013 le fue concedido el Premio Hanns Martin Schleyer, en cierto modo, un signo de reconciliación.

 

USAFE bombing 31 Aug 1981

Atentado de la RAF en la base aérea de EEUU en Ramstein, Alemania, en 1981.

 

La RAF continuó asesinando en los años posteriores si bien el Deutscher Herbst de 1977 fue el punto álgido del terrorismo en Alemania. Se han establecido comparaciones entre la manera en que las autoridades alemanas lesionaron algunos derechos civiles ante la amenaza de la RAF y el modo en que Estados Unidos actuó después del 11-S.

Christian Klar y Brigitte Monhaupt fueron los cabecillas de la segunda generación de la RAF tras ser capturados. Hubo todavía una tercera generación de terroristas que siguió matando.

En los noventa, integrantes de la RAF se acogieron al programa de testigos. La caída del Muro en 1989 fue otro factor decisivo puesto que siempre había contado el respaldo de la República Democrática Alemana. Tras una larga pausa, el 20 de abril de 1998 anunció su autodisolución. En el manifiesto reconocía que “fue un error el no haber conformado algún tipo de organización política paralela a la lucha armada clandestina”.

Mohnhaupt pasó más de 24 años en la cárcel por organizar el secuestro y asesinato de Buback, Ponto y Schleyer.

La liberación de Mohnhaupt y Klar reavivó la discusión sobre la manera en la que el Estado debe tratar a antiguos terroristas.

Se han calificado esos trágicos 44 días como “estado de excepción encubierto”. Ni las instituciones ni la sociedad estaban preparados. El Otoño alemán transformó el país. Se limitaron algunos derechos personales para afianzar la seguridad. Se incrementaron los controles y se habló de la función de los medios. Junto a los instrumentos jurídicos y policiales, la coalición socioliberal intensificó la lucha política contra la RAF.

Son cuestiones que hoy vuelven a debatirse ante la amenaza yihadista.

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