Atentos a la Asamblea

Jorge Tamames
 |  15 de septiembre de 2015

La apertura del 70 período de sesiones en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 15 de septiembre pasará, como de costumbre, sin pena ni gloria por el ciclo de noticias internacionales. Pero en 2015 existen dos motivos de peso para seguir la actividad de Nueva York.

En primer lugar, la Asamblea General se mantiene fiel a su capacidad de brindar momentos estelares de la humanidad.

Como cuando Nikita Kruschev la emprendió a zapatazos con su mesa, en septiembre de 1960. Un incidente que, a pesar de su fama, es apócrifo: los testimonios son anecdóticos y la famosa foto del mandatario soviético resultó ser un montaje.

O aquel clásico, cuando Hugo Chávez se personó santiguándose, revelando que Satán se encontraba entre los asistentes.

O la vez que Benjamín Netanyahu decidió arruinar su reputación presentándose con un gráfico de una bomba, explicando el programa nuclear iraní “como un profesor de ciencias dirigiéndose a una clase bastante espesa”, según The Guardian.

En el apartado de ponencias inspiradoras, los últimos años también han estado a la altura, con intervenciones memorables de Noam Chomsky, Leonardo DiCaprio y Emma Watson. El nuevo período tampoco se presenta aburrido. 2016 presenciará la elección de un nuevo secretario general, y podrá ser el primer año en que la bandera palestina ondee en la sede de la ONU.

 

De los ODM a los ODS

La segunda cuestión tiene algo más de sustancia. En diciembre de 2015 expirará el plazo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), establecidos en 2000. La sesión que arranca este septiembre priorizará la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, nuevo programa de cara a los siguientes 15 años.

No existe unanimidad en torno al éxito de los ODM. Entre sus ocho áreas temáticas algunas, como la pobreza, han experimentado el retroceso exigido en 2000 (el porcentaje de personas viviendo por menos de 1,25 dólares al día es hoy menos de la mitad que hace 15 años). Otras, como la mortalidad infantil y materna, se han reducido a un ritmo más lento del esperado. Y en frentes como la discriminación de género, el camino que queda por recorrer es enorme.

Ocurre, además, que gran parte de estas conquistas resultan del despegue de los países emergentes, con China a la cabeza, antes que de un aumento sustancial en la cooperación internacional.

Los ODM también recibieron críticas por adoptar un enfoque limitado, centrado en países en vías desarrollo, y un proceso de redacción opaco. Los ODS han salido al paso de ambas críticas. Su elaboración se ha llevado a cabo a través de un gigantesco proyecto participativo online, y la agenda que contemplan es mucho más ambiciosa, con objetivos universales, que incluirán tanto a los países en desarrollo como a los ricos. En este aspecto destacan, entre sus 17 propuestas, las dedicadas a la lucha contra la desigualdad económica y el cambio climático.

La adopción de este enfoque no ha estado exenta de polémica. Según Charles Kenny, del Centro para el Desarrollo Global, los ODS, al pretender erradicar problemas enteros antes que reducirlos en porcentajes específicos, presentan “un conjunto utópico y disperso”. No está claro, por ejemplo cómo se lograría “poner fin a todas las formas de discriminación y violencia de género” de aquí a 2030. Tampoco será fácil cuantificar el progreso de unos objetivos tan ambiciosos. Las reticencias no se han hecho esperar: el primer ministro británico, David Cameron, ya ha manifestado que no quiere adherirse a una lista de más de 12 propuestas.

Estas cuestiones, entre otras, se debatirán en la primera cumbre de los ODS, que se celebrará en Nueva York entre el 25 y el 27 de septiembre. La implementación de los nuevos objetivos comenzará a partir de 2016.

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