Siete prioridades para el G7

Este año el G-7 se enfrenta a dos grandes retos. El primero es qué hacer con la guerra de Rusia en Ucrania. El segundo se refiere a la sombría situación de la economía mundial.
Crisis Group
 |  24 de junio de 2022

Del 26 al 28 de junio, el canciller alemán, Olaf Scholz, recibirá a sus homólogos del Grupo de los Siete países industrializados (Canadá, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos) en el castillo bávaro de Schloss Elmau para celebrar su cumbre anual. Dos retos coincidentes dominarán los debates del G7. El primero es qué hacer con la guerra de Rusia en Ucrania. El segundo se refiere a la sombría situación de la economía mundial, sacudida no sólo por la guerra sino también por la pandemia del Covid-19. La escalada de los costes de los alimentos y el combustible amenazan con agravar la situación humanitaria de las personas atrapadas en las crisis existentes, desencadenar el malestar y la inestabilidad en otras naciones más pobres y provocar la agitación política en los propios países del G7.

 

Retos más allá de Ucrania

Aunque los líderes del G7 sin duda tomarán medidas contra Rusia por su agresión en Ucrania, también deben señalar al resto del mundo que se preocupan por otras crisis, especialmente por los problemas económicos generalizados. Muchos gobiernos de África, Asia y América Latina han condenado el asalto de Rusia a Ucrania. Pero también expresan su preocupación por el hecho de que Estados Unidos y sus aliados estén agravando la crisis económica mediante el uso de sanciones contra Moscú. Los funcionarios occidentales niegan tales acusaciones, y ciertamente Rusia, mediante su invasión y ocupación de parte de Ucrania, es la principal responsable de las ramificaciones de la guerra. Pero las sanciones han contribuido a la cascada de choques mundiales. Los líderes del G7 deben demostrar que escuchan las preocupaciones de los demás Estados y que pueden responder con eficacia. También deben dejar claro que, aunque Ucrania esté consumiendo la atención de las capitales occidentales, los esfuerzos para resolver otros conflictos y mitigar el sufrimiento que causan, especialmente a través del músculo financiero del G7, siguen estando en sus agendas.

 

«Los líderes del G7 deben demostrar que escuchan las preocupaciones de los demás Estados y que pueden responder con eficacia»

 

Aunque no cabe duda de que el G7 ha perdido parte de su capacidad para configurar los asuntos económicos mundiales en las últimas décadas, sigue siendo influyente. La participación de sus miembros en el PIB mundial ha perdido terreno respecto al 44% que tenían en el año 2000, pero todavía controlaban el 31% en 2020. Los miembros del G7 también tienen más de dos quintas partes de los derechos de voto en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y desempeñan un papel aún mayor en la financiación de las operaciones humanitarias internacionales. Los miembros del grupo y la Comisión Europea cubrieron el 70% del presupuesto de casi 10.000 millones de dólares del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en 2021, mientras que China aportó menos del 1% de la financiación del PMA.

Teniendo en cuenta este peso financiero y político todavía importante, el G7 debería, primero, complementar sus expresiones de apoyo a Ucrania y la condena de Rusia con señales claras de que actuarán para suministrar ayuda financiera esencial a los países pobres y de renta media, los más vulnerables a las crisis económicas, al tiempo que harán todo lo posible para llevar más grano y otros productos básicos, de los que hay escasez, a los mercados mundiales.

 

 

En Afganistán, tomar medidas para revertir el colapso económico del país y aliviar el creciente desastre humanitario, en particular redoblando los esfuerzos para llegar a un acuerdo con los talibanes para que el banco central afgano vuelva a funcionar.

En Líbano, presionar a las élites del país para que realicen las reformas necesarias para que el FMI pueda empezar a restaurar un sistema financiero roto y evitar que el Estado se desmorone.

En Etiopía, ofrecer incentivos económicos para empujar a las autoridades federales y a los rebeldes tigres hacia un alto el fuego sostenible.

En Haití, apoyar la reconstrucción del Estado de Derecho mediante el desarrollo de nuevas capacidades para contrarrestar la influencia de las poderosas bandas.

En Sri Lanka, presionar al gobierno para que cumpla con los criterios de un paquete de rescate del FMI para evitar que el país sufra aún más en medio de un colapso económico sin precedentes y una grave crisis política.

 

«Aunque no cabe duda de que el G7 ha perdido parte de su capacidad para configurar los asuntos económicos mundiales en las últimas décadas, sigue siendo influyente»

 

Por último, el G7 debería ocuparse de un asunto global defendido por Alemania, pero ahora eclipsado por la crisis de Ucrania: el impacto del cambo climático en la seguridad y paz internacionales. Los líderes del G7 ya han reconocido que los cambios en los patrones meteorológicos, la subida del nivel del mar y otros efectos del cambio climático pueden agravar los peligros de conflicto, pero deben ayudar a forjar un consenso internacional más amplio, incluso en la cumbre COP27 de octubre, sobre cómo gestionar esos riesgos.

 

Papel global

Si los líderes del G7 consiguen enviar un mensaje claro de que tienen planes para hacer frente a la crisis económica mundial, así como para apoyar a Ucrania, podrían ganar algo de buena voluntad a nivel internacional. Algunos políticos y comentaristas occidentales especulan con que el G7 podría ganar en estatura en los próximos años, proporcionando una plataforma para que Estados Unidos y sus aliados resuelvan los problemas que una ONU y un G20 divididos no pueden acordar. Pero sería un error que el grupo se posicionara únicamente como una coalición antirrusa (y quizás antichina). Si lo hace, probablemente alienaría a muchos países no occidentales que están tratando de triangular entre el G7, Moscú y Pekín en un periodo de cambio geopolítico. En su lugar, el G7 debería señalar que reconoce y tiene los medios para ayudar a los países más pobres a superar la crisis actual, y que trabajará con otros grupos y organizaciones internacionales –como la ONU y la UA– para hacer frente a los desafíos globales. Este es el tipo de liderazgo que buscan muchos Estados de todo el mundo tras las pruebas del Covid-19 y los primeros meses de la guerra de Rusia contra Ucrania. El G7 sigue estando bien situado para ofrecerlo.

Este artículo es un extracto de un informe que puede ver aquí publicado por Crisis Group.

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