Valla fronteriza entre EEUU y México.

Sin novedad en el frente mexicano

Jorge Tamames
 |  7 de junio de 2017

La llegada al poder de Donald Trump presuponía un antes y después en las relaciones entre Estados Unidos y México. Tras prometer la construcción de un enorme muro fronterizo, una política migratoria de mano dura y la ruptura del Nafta, el candidato republicano parecía dispuesto a dinamitar la relación entre ambos países. Casi cinco meses después, una combinación de escándalos, contratiempos y heridas auto-infligidas dominan la agenda del presidente. México ha pasado a un segundo plano para una Casa Blanca que cada vez parece más dispuesta a abandonar las promesas electorales de Trump.

Hasta la fecha, el principal logro político de la nueva administración es indirecto. Con sus recurrentes declaraciones xenófobas, Trump ha logrado generar un clima que disuade la entrada de inmigrantes indocumentados a través de la frontera sur. Como muestra el New York Times, el número de personas detenidas intentando entrar en EE UU ha descendido notablemente desde que Trump entró en el despacho oval.

 

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El resto de los datos en materia de inmigración son contradictorios. Como señala la empresa demográfica Pew Research, el número de inmigrantes indocumentados comenzó a descender en 2015. Y a pesar de haber dado rienda suelta a las agencias de control fronterizo, obteniendo un aumento en detenciones de inmigrantes, Trump no logra desplazar a su predecesor en volumen de deportaciones. Entre enero y abril han sido expulsados 54.564 inmigrantes indocumentados, frente a 62.062 en el mismo periodo de 2016 y 87.690 en 2014, cuando las principales organizaciones latinas de EEUU criticaron duramente a Barack Obama.

Así las cosas, la capacidad del presidente para reducir la llegada de nuevos inmigrantes parece limitada. Trump ha rebajado de 110.000 a 50.000 el número anual de refugiados que acoge el país, pero los juzgados estadounidenses han bloqueado repetidamente su veto migratorio. De momento, los intentos de relanzar esta iniciativa parecen relegados a Twitter.

 

 

El futuro del muro fronterizo es tan poco alentador como el del veto migratorio. En primer lugar, partes de la frontera tienen cercas desde antes de que Trump llegase a la Casa Blanca. Las partes sin vallar, sin embargo, parecen destinadas a permanecer en ese estado. Con el precio del muro oscilando en torno a unos 25.000 millones de dólares que México se niega a pagar, Trump no parece capaz de convencer a la Cámara de los representantes (controlada por su partido) para que incluya la iniciativa en los presupuestos. Los congresistas que representan circunscripciones fronterizas, como el republicano Will Hurd, ven con escepticismo una iniciativa que puede requerir expropiaciones de propiedad privada y dañaría las relaciones comerciales con México.

El desmantelamiento del Nafta tampoco tendrá lugar. La Casa Blanca anunció en mayo que EEUU renegociaría el tratado de libre comercio con México y Canadá, pero la supuesta hoja de ruta no contenía ninguna especificación. 18 senadores republicanos advirtieron de las “consecuencias económicas devastadoras” que tendría una ruptura del acuerdo en una carta a Robert Lighthizer, representante comercial de Trump. Con la renegociación del tratado pospuesta hasta agosto, el tanteo preliminar está teniendo lugar en la industria azucarera. El intento de modificar las exportaciones mexicanas por parte de los productores estadounidenses amenaza con generar una espiral de represalias comerciales.

 

El efecto Trump en México 

Si la posición de EEUU no está cambiando tan deprisa como se esperaba, al sur del Río Grande la llegada de Trump ya se ha hecho sentir. Con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) desgastado tras cinco años de gobierno plagado de escándalos, la popularidad del presidente Enrique Peña Nieto se ha desplomado hasta un 15%. La llegada a la Casa Blanca de un nacionalista xenófobo ha movilizado a la izquierda mexicana. Andrés Manuel López Obrador, exalcalde de la Ciudad de México y candidato presidencial en 2006 y 2012, ha reforzado su posición en los sondeos con un discurso crítico con los exabruptos de Trump y los intentos de Peña Nieto de congraciarse con su homólogo estadounidense.

El alza de Morena, con López Obrador a la cabeza, quedó de manifiesto el 5 de junio, en las elecciones del Estado de México (EdoMex). El feudo del oficialismo, que acumula 90 años de gestión del PRI, estuvo a punto de caer ante el embiste del nuevo partido izquierdista. Alfredo del Mazo, hijo y nieto de exgobernadores del Edomex (Estado que también gobernó su primo, Peña Nieto), obtuvo una victoria deslucida con el 33% del voto, en unos comicios repletos de irregularidades. Delfina Gómez, candidata de Morena, quedó a tan solo tres puntos del nuevo gobernador, que hasta hace poco contaba con una ventaja de 20.

Las elecciones presidenciales se celebran en julio de 2018. López Obrador se enfrenta a Miguel Ángel Osorio Chong, candidato del PRI, y Margarita Zavala, del conservador Partido de la Acción Nacional. En EEUU cunde la inquietud ante el efecto potenciador que Trump está generando en la izquierda mexicana.

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