Liang Wenfeng, fundador de DeepSeek, en el discurso de apertura de la 10ª edición de los premios China Private Equity Golden Bull, el 30 de agosto de 2019 en Shanghái, China. GETTY

DeepSeek: del ‘Momento Sputnik’ al ‘Momento Argos’

La irrupción de DeepSeek puede haber generado un ‘Momento Sputnik’ para EEUU en una carrera por la IA que no tendrá ganador, por ser infinita. Requiere competencia y cooperación, para agudizar la innovación y no perder el control sobre los nuevos desarrollos.
Andrés Ortega
 |  4 de febrero de 2025

Estados Unidos está desde hace unos años en una operación insólita: frenar, asfixiar, el desarrollo de China, especialmente el tecnológico, tras haberlo impulsado. Pero está fracasando en su empeño. El último sobresalto ha sido el lanzamiento rompedor de la inteligencia artificial DeepSeek, que aparentemente rivaliza con otras como ChatGPT, pero resulta mucho más barata. Ello a pesar de, o mejor dicho como reacción a, las sanciones tecnológicas contra China. Se lo ha calificado de “Momento Sputnik”, recordando el impacto que tuvo el primer satélite artificial con el que en 1957 la Unión Soviética se adelantó a EEUU, que reaccionó con una absurda carrera de misiles balísticos con cargas nucleares, y llegando los primeros a la Luna.

El modelo de DeepSeek ha irrumpido poco más de tres años después de que su impulsor Liang Wenfeng pusiera en marcha el proyecto, supuestamente con una inversión de menos de seis millones de dólares (probablemente más). Llega unos días después de que Trump anunciara el acuerdo Stargate para recaudar 500.000 millones de dólares de capital privado para construir infraestructuras de IA en Estados Unidos.

Este lanzamiento contiene varias lecciones. Liang no solo es un emprendedor sino un técnico. Para su equipo buscó a jóvenes talentos chinos que hubieran salido de las universidades como mucho cinco años antes, y les dio libre rienda a su innovación. Amasó, antes que se le prohibiera la compra a China, unos 10.000 chips de penúltima generación de NVDIA. OpenAI, propietaria de ChatGPT ha acusado a este nuevo rival de robo de propiedad intelectual por haber usado –“destilación”, en la jerga– los sistemas e información de su propiedad.

Aunque los milagros no existen, desde una empresa privada china se ha lanzado al mundo una IA generativa que ha necesitado menos inversiones, menos energía, de código abierto, lo que implica que cualquier investigador y desarrollador la puede utilizar libremente, y que se presenta como un primer modelo de razonamiento. Además de gratuita (OpenAI empezó sin ánimo de lucro para, ante el éxito, convertirse en un gran negocio). Veremos su impacto en otras tecnologías. Ello no quita que sean necesarias grandes inversiones, aunque quizás no tantas como las que se planteaban desde Silicon Valley, Wall Street y la Casa Blanca.

En EEUU desde hace tiempo está firmemente arraigada la idea de no ser second to none, es decir, de impedir que ningún país, o grupos de países (incluida la UE) llegue a tener más poder que ellos, ya sea tecnológico, militar, económico, cultural, ideológico o geográfico. China es el único que plantea este reto no solo en tecnología sino también en geopolítica dada su creciente influencia en América Latina, en África y en Asia además de su más estrecha implicación con Rusia. Incluso en redes sociales, con TikTok que ahora tendrá que venderse a capital estadounidense. Tras intentos poco amenazantes por Obama, fue Trump el que lanzó una serie de medidas para frenar el desarrollo tecnológico avanzado de China, no únicamente en IA, que Biden reforzó con un plan para un control de la IA global liderado por Estados Unidos.

Clinton creyó ingenuamente que la entrada en 2001 de China en la Organización Mundial del Comercio, en condiciones ventajosas, y su acceso a mercados globales generaría una liberalización de su economía y de su sistema político, además de abaratar muchos productos para los consumidores estadounidenses. Los gobernantes chinos, ya antes de Xi Jinping y aún más con él, tras su lectura del declive y desaparición de la Unión Soviética, perfilaron el desarrollo de China manteniendo el régimen, en parte gracias a la capacidad de control que trajeron las nuevas tecnologías. China no tiene la capacidad de producir los chips avanzados que necesita, pero se va acercando ello, en parte con un esfuerzo nacional derivado de las medidas restrictivas de Washington y algunos de sus aliados. Ahora bien, DeepSeek es menos capaz que ChatGPT, al menos según una vista preeliminar.

Estamos en un mundo mucho más complejo en el que Washington aún es la primera potencia mundial, pero ya no manda tanto. Los controles a la exportación en una economía globalizada y con más actores relevantes. pueden tener ahora mucho menos eficacia que en tiempos del COCOM (Coordinating Committee for Multilateral Export Controls) contra la Unión Soviética, creado en 1949 y disuelto en 1994. Y, aunque las últimas prohibiciones solo entraron en vigor en octubre pasado, DeepSeek ha demostrado que se pueden alcanzar logros muy significativos, mientras China intenta desarrollar chips de capacidad equivalente a los de NVIDIA. Hace una década, análisis muy sesudos explicaban por qué China no podía innovar.

Respecto a la “guerra del talento”, ya a mediados de los 90, mientras Estados Unidos mantenía una producción estable de ingenieros, China estaba en una fase de rápida expansión en la formación de profesionales en ingeniería. Siguió formándolos en años siguientes, a menudo en Estados Unidos. En 2000 China ya era el líder mundial en producción de ingenieros, con aproximadamente 220,000 graduados al año, frente a 60.000 en los Estados Unidos. Según el National Science Board, en 2021 127.000 estudiantes se licenciaron en ingeniería y 105.000 en informática, una sexta parte de los 1,4 millones de graduados en ingeniería de China. Estados Unidos ha cerrado el acceso de muchos estudiantes chinos de tecnología, que, por otra parte, también alimentaban el talento en EEUU.

Ahora bien, DeepSeek (que no está exenta de censura ni de propaganda, una de sus taras), considera que “es probable que Estados Unidos mantenga su liderazgo en innovación de vanguardia y software, pero se enfrenta a retos para mantener su ventaja en la fabricación de hardware y la resistencia de sus cadenas de suministro.” Añadiendo que “la competencia entre EEUU y China impulsará la innovación mundial, pero también puede conducir a la fragmentación de las normas tecnológicas y las cadenas de suministro mundiales.”

China tuvo su propio “Momento Sputnik”, así lo calificaron muchos de sus expertos, en 2016 cuando AlphaGo, IA desarrollada por DeepMind, propiedad de Google, derrotó en cuatro partidas de Go al maestro coreano Lee Sedol, un reto que millones de chinos siguieron y vivieron como una derrota nacional. Fue un despertador para China ante la IA. Los “Momentos Sputnik” suelen despertar energías.

Putin pudo decir en 2017 que “quien lidere en inteligencia artificial será el dueño del mundo”. Sin embargo, lo ocurrido con DeepSeek muestra que nadie acabará realmente liderando, que será una competencia constante en esta y otras tecnologías interdependientes, una competencia que beneficia en primer lugar a los consumidores, y que tiene una importante dimensión militar. El modelo de ChatGPT y otras no ha quedado obsoleto, pero sí se requiere que se repiense a fondo.

Lo que sí pueden hacer EEUU y Europa es exigir a China reciprocidad. La UE con Trump de vuelta en la Casa Blanca no parece querer un choque frontal con China, sino una mezcla de competencia y colaboración, que ahora pase por atraer inversiones y knowhow de China, lo que los chinos han hecho durante lustros, además de frenar la competencia desleal que suponen las ayudas públicas, en general opacas, en aquel régimen. Ni siquiera está claro qué pretende hacer Trump, pues los intereses de su compinche Musk en China, donde se fabrican Teslas, no son de confrontación con Pekín, mientras Taiwán no ha optado por su internet por satélite.

Quizás DeepSeek ha irrumpido en un buen momento para Europa, para que la UE y Reino Unido vean que es posible participar en esta carrera sin fin de la IA y a más bajo precio. Europa necesitaba una sacudida, no quedarse paralizada primero con ChatGPT y ahora con DeepSeek. Lograr un nuevo “Momento Nokia” cuando reinó sobre los primeros móviles. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen ha presentado la Brújula de Competitividad, cuando domina el pensamiento nacional soberanista. Aunque quizás necesite un modelo más parecido a Airbus, que uno comunitario de 27. Europa necesita liberar todo su potencial de innovación, para lo que debe reducir las regulaciones en sí en y ante lo que viene de EEUU. Pero tampoco se puede desregular a lo bruto. Es peligroso. La IA necesita de una regulación internacional, global, como en su tiempo hubo un control de armamentos ante la amenaza nuclear. Pues puede brindar muchos avances positivos, pero se ha de frenar los negativos, en primer lugar, la pérdida de control.

La digitalización e internet abrieron una nueva “Era Gutenberg”, aunque acabe generando una sociedad posalfabetizada. La IA necesita convertir el “Momento Sputnik” en un “Momento Argos”. La legendaria expedición liderada por Jasón a bordo del navío Argos en busca del Vellocino de Oro, representa, en la mitología que la sostiene, un esfuerzo colectivo donde cada miembro de la tripulación aporta habilidades únicas, en un viaje que no solo es competitivo, sino también profundamente colaborativo. Un punto en la historia en el que distintos actores –naciones, empresas, instituciones– compiten por la excelencia, pero también cooperan para avanzar más y superar obstáculos que ningún individuo o grupo podría afrontar solo.

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