Yanis Varoufakis desde la Plaza de las Cortes

 |  2 de marzo de 2015

Cuando el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, advierte de las “ventoleras ideológicas o sencillamente ventoleras” que amenazan con desviarnos del camino hacia el reino de los tres millones de nuevos empleos se están olvidando algunas obviedades de gran resonancia electoral. En efecto, el Partido Popular, como le ha ocurrido a su pariente griego, corre el riesgo de pagar una elevada factura por la corrupción propia y el clientelismo consentido al mundo de los negocios.

Por mucho que se quiera esconder la cabeza, Syriza, conglomerado de izquierdas y “liberal democrats” (como defiendo más adelante), no solo ha ganado las elecciones en Grecia sino que ha conseguido antes de que venciese el programa de rescate financiero del país aligerar sus términos. Y esto porque, sencillamente, Syriza no es menos creíble ante los interlocutores europeos que los amigos griegos del presidente del gobierno español.

En un reciente reportaje del programa Salvados, un joven griego puntualizaba que el apoyo de Rajoy al exprimer ministro conservador Andonis Samaras no lo interpretaban como un gesto del presidente español o de sus ciudadanos, sino como un acto interesado entre partidos de ideologías similares.

El nuevo ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, ha tenido un protagonismo estelar en la azarosa negociación entre Grecia y el Eurogrupo. Poco se ha escrito por estos páramos de cuáles son las convicciones económicas o políticas del ministro. Poco conozco de las mismas, así que construiré mis opiniones a partir del testimonio que deja en su libro El minotauro global. También acudiré como fuente informativa a las propias propuestas de política económica que se desprenden de la hoja de ruta presentada por el nuevo gobierno griego ante la troika –Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea–. Hay objeciones de las dos primeras instituciones y menos o ninguna de la Comisión, quizá porque, como se ha dicho, “mantener a Grecia en el euro es mucho más que una cuestión de dinero”.

El minotauro global, como aquel minotauro cretense, ha sido determinante en el flujo de intercambios del mundo conocido: el Mediterráneo oriental en el pasado remoto y el mercado global, actualmente.

Los dos déficit recurrentes de Estados Unidos, el exterior y el presupuestario, han suplantado al monstruo mitológico a la hora de exigir tributos al resto de países conocidos. Todos ellos convertidos en tributarios voluntarios que convertían sus dólares en acciones estadounidenses –títulos del Tesoro o bonos y obligaciones privadas, con calificación AAA– que alimentaban al minotauro global.

Un accidente inesperado y relativamente novedoso, subraya Varoufakis: “la caída del comunismo en 1991 supondría la conclusión de una tragedia de tintes clásicos, una peripeteia aristotélica, que se inició cuando las nobles intenciones del socialismo revolucionario fueron primero usurpadas por un fanatismo hambriento de poder, antes de ceder el paso a un insostenible feudalismo industrial formado solo por víctimas (el proletariado) y los crueles villanos (los dirigentes del Partido Comunista).

Nada impediría ya –como señaló Francis Fukuyama en El fin de la Historia–, y ahora sigue Varoufakis, que “tanto a nivel político en la teoría económica el fundamentalismo de libre mercado fuese invocado, de la misma manera que se hizo con el marxismo en el sistema soviético, para legitimar la usurpación del poder y la riqueza por los magnates corporativos capitaneados desde Wall Street”. Cuando en 2008 el minotauro muere presa de su avaricia, la anomia, ese estado de absoluta incertidumbre, se convierte en el guía sin rumbo de la crisis.

Hasta aquí los títulos de la película. El lector curioso puede divertirse e incluso instruirse con un libro de economía política que refleja la personalidad de su autor, nada distinta de la que se ha ofrecido en sus apariciones ante las supremas autoridades europeas.

Martes 24 de febrero de 2015: la UE prorroga la ayuda financiera (“bailout o rescate) a Grecia por 240.000 millones de euros durante cuatro meses a condición de que los ministros de Finanzas de la zona euro aprueben las reformas que el gobierno de Atenas se ha comprometido a desarrollar. Reformas que más o menos serían las siguientes:

– La negativa de Syriza a las privatizaciones se ha dulcificado. Siguen su tramitación aquellas que están en curso, como la venta de los dos tercios de la sociedad pública Piraeus Port Authority  o la concesión para la explotación durante 40 años de los aeropuertos regionales griegos (obsérvese que la privatización de AENA no llega al 50% del capital).

Impuestos. Syriza había prometido no aumentarlos (otro que tropieza en la misma piedra) pero Varoufakis, atendiendo a las exigencias del FMI, revisará las excepciones extendidas a las islas del Egeo en el capítulo del IVA, una concesión del anterior gobierno conservador a las autoridades insulares (¿nos suena?).

Control de la fiscalidad. Se crea una unidad independiente, libre de cualquier interferencia política y en condiciones de garantizar la máxima transparencia y el máximo nivel de exigencia en el pago de las obligaciones tributarias. Un compromiso que se adopta para borrar lo que ocurriera el pasado junio, cuando se condonaron las cantidades exigidas a influyentes empresarios vinculados al poder político.

– En el capítulo de los desahucios, la promesa electoral hecha a los propietarios incapaces de pagar sus hipotecas se mantiene, si bien con el añadido de que “el gobierno colaborará con la dirección de los bancos para intervenir en las subastas cuando se trate de la residencia principal de ciudadanos de bajos ingresos”.

– El aumento del salario base hasta niveles anteriores a la crisis se retrasa hasta 2016, con “la intención de salvaguardar la competitividad de las empresas y las perspectivas de empleo”.

En definitiva, todo un difícil y hábil equilibrio que los detractores de Syriza interpretan como un paso atrás y los partidarios de la permanencia de Grecia en la zona euro como un ejercicio de realismo y habilidad. Felipe González, valga el recordatorio, abjuro del marxismo, el Syriza de Tsipras y Varoufakis ha combinado liberalismo e izquierdismo y conseguido, como reconoce la prensa anglosajona más imparcial, “un primer punto válido” para la permanencia de Grecia en el euro.

 

Por Luis Alcaide, miembro del consejo asesor de Economía Exterior.

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