Desde la invasión rusa de Ucrania, Europa ha emprendido un rearme sin precedentes desde la Guerra Fría. En 2023, los 27 países de la Unión Europea (UE) destinaron 253.000 millones de dólares al gasto militar, a los que se sumaron 74.000 millones de Reino Unido. Sin embargo, este esfuerzo apenas representa el 1,7% del PIB europeo, aún por debajo del umbral del 2% comprometido con la OTAN. Si se hubiera mantenido desde 1992 el nivel de esfuerzo anterior a la caída del muro de Berlín, Europa habría invertido 8,6 billones de dólares adicionales. Incluso alcanzar el 2% durante ese periodo habría exigido 1,6 billones más. Mientras tanto, Estados Unidos desplegó 916.000 millones en 2023, 3,6 veces más que la UE.
Este desfase ha erosionado profundamente las capacidades europeas. Actualmente, el 50% de los sistemas terrestres y el 80% de los tierra-aire datan de antes de 1990. Más del 40% de los submarinos, buques y cazas supera los 30 años de servicio. La interoperabilidad es baja, y las capacidades reales de despliegue están sistemáticamente por debajo de los objetivos. A esta obsolescencia se suma una fragmentación industrial grave: Europa cuenta con hasta tres veces más fabricantes por plataforma que EEUU, lo que impide economías de escala y duplica los costes de desarrollo. En 2021, sus principales firmas generaban apenas un tercio del volumen de negocio de sus pares estadounidenses, con márgenes operativos inferiores en dos o tres puntos.
Este déficit ha obligado a recurrir a importaciones masivas. Entre 2020 y 2024, los países europeos de la OTAN duplicaron sus compras de armamento respecto al lustro anterior. El 64% procedía de EEUU, frente al 52% en 2015-2019. Esta tendencia contradice las ambiciones de autonomía estratégica y consolida una dependencia estructural. El resultado de tres décadas de externalización de la seguridad es…

Mayo/junio 2021 - Papel
El desafío de Occidente en Ucrania y más allá
Marzo-abril 2016 - Papel
Marzo-abril 2013 - Papel
Septiembre/octubre 2020 - Papel