Ochenta años después del final de la Segunda Guerra Mundial, el continente europeo, en sus muy diferentes circunstancias, vuelve a estar militarmente enfrentado para ser de nuevo –por tercera vez– el escenario decisivo en este desconocido interregno global. La ocupación militar de Ucrania por parte de Vladímir Putin el 24 de febrero de 2022 ha destrozado el orden internacional posterior a la Guerra Fría, de tal forma que existe un gran consenso entre especialistas de que se está viviendo el momento “más álgido”, expresión más plausible de un cambio del régimen internacional.
En la necesaria reflexión respecto a los éxitos y fracasos históricos de este equilibrio global en ochenta años, existe la necesidad imperiosa de una actualización a los cambios y riesgos del sistema internacional y a las transformaciones imprescindibles de esta Europa dividida y enfrentada que, antes o después, nuevamente, desde un acuerdo –ojalá sea lo más estable y duradero– deberá gestionar su futuro.
Con toda seguridad, los responsables políticos de la mayoría de los países occidentales habían avanzado partiendo del erróneo supuesto de que Rusia y China convergían con Occidente en cuestiones básicas de orden mundial y que, finalizado el enfrentamiento bipolar, los países trabajarían juntos en retos comunes. Lejos de querer encajar en un orden internacional liderado por Occidente, los líderes rusos y chinos consideraron que era necesario iniciar un proceso de sustitución progresiva del orden internacional actual y del pacto liberal que lo mantiene. Desde esta consideración, las democracias occidentales que son consideradas inevitables, pero en decadencia progresiva según sus planteamientos, son una amenaza existencial para sus regímenes y sus ambiciones de futuro.
Ante esta nueva realidad, los países occidentales no se dieron cuenta de la profundidad de este desacuerdo que trae como consecuencia la búsqueda del liderazgo chino en la agenda global, también en…
