La aviación del régimen de El Asad bombardea el reducto rebelde de Yarmuk, a las afueras de Damasco, el 24 de abril de 2018. GETTY

La guerra de Siria se acerca al final

Jesús A. Núñez Villaverde
 |  25 de abril de 2018

Metidos ya en el octavo año de violencia generalizada en un país que hasta febrero de 2011 parecía férreamente controlado por el clan de los El Asad, Siria se acerca a un final que en ningún caso puede entenderse como una buena noticia. Como resultado de la voluntad de resistencia a toda costa del régimen liderado por Bashar el Asad, con el decidido apoyo tanto de Irán como de Rusia, sin olvidar a la milicia libanesa de Hezbolá, la balanza se inclina de manera cada vez más clara a su favor.

En una secuencia imparable, que arranca en septiembre de 2015 con la implicación militar en primera línea de Moscú, El Asad ha logrado sobreponerse a una situación que apuntaba a su posible derrota. Y así, no solo ha consolidado su control de la “Siria útil” (Latakia y el corredor Deraa-Damasco-Homs-Hama-Alepo), sino que además ha recuperado Palmira, Alepo, Al Raqa y Deir el Zor, mientras Dáesh ha sufrido el desmantelamiento de su delirante pseudocalifato y ninguno de los grupos armados que se oponen a su dictado está en condiciones de recuperar la iniciativa. Ahora, tras una nueva masacre para recuperar el control de Guta Oriental, cabe prever que reorientará su esfuerzo para ir destruyendo selectivamente los feudos rebeldes que todavía se empeñan en una resistencia condenada al fracaso, con la provincia de Idlib como escenario más probable de los próximos episodios violentos.

 

siria_control terreno_abril 2018

Fuente: Al Jazeera

 

Por el camino ha quedado claro que a nadie importa realmente la suerte de la población civil, cuando se acumulan ya unos 500.000 muertos y unos 12 millones de desplazados y refugiados (para una población total de unos 23 millones de personas). Resulta sarcástico el argumento empleado por Washington, Londres y París en su reciente ataque contra instalaciones del régimen –como respuesta al uso de armas químicas en Duma–, cuando por cada persona muerta de este modo se registran más de 200 por todo tipo de armas convencionales. En realidad, ninguno de estos países, ni ningún otro de los que frecuentemente critican a El Asad, está actualmente dispuesto a empeñarse sobre el terreno para provocar un cambio de signo del conflicto. Arruinado el proceso diplomático de Ginebra y con Moscú marcando ya la agenda militar y diplomática (con el proceso de Astana en el que ha incorporado a Teherán y Ankara), se impone la sensación de que El Asad es percibido ya como un mal menor, a falta de alternativas más acomodaticias a los intereses occidentales. Visto así, y como ha quedado claro con una respuesta (ilegal) al uso de armas químicas que no podía ser de menor entidad, El Asad sabe que tiene campo abierto para seguir masacrando por medios convencionales a su población y a cualquiera que se le oponga.

Eso no quiere decir que la victoria definitiva esté ya al alcance de su mano. Por un lado, los grupos yihadistas, con Al Qaeda y Dáesh a la cabeza, siguen activos y empeñados en aprovechar la debilidad de las fuerzas leales al régimen para mantener su apuesta violenta no solo a caballo de la frontera con Irak, sino también en otros lugares donde pueden encontrar aliados circunstanciales entre los insatisfechos con Damasco. Por otro, no es previsible que Turquía abandone el campo, cuando ya se ha decidido a desplegar sus propias unidades en territorio sirio con la intención clara de evitar que las milicias kurdas sirias puedan consolidar el control de zonas próximas a su frontera. Por último, Estados Unidos parece también interesado en seguir apoyando a algunos actores armados locales (kurdos incluidos) que le sirvan para mantener el control de zonas donde se localizan los yacimientos petrolíferos del este y noreste del país. De este modo pretende impedir que El Asad pueda disponer de los recursos necesarios para alimentar su estrategia o, lo que es lo mismo, obligar a Moscú a tener que seguir financiando sine die a su aliado sirio si quiere evitar su defenestración.

Ante este panorama se puede concluir que la guerra ya está ganada a favor del régimen. Pero también se debe añadir de inmediato que no está acabada y que, por tanto, cabe prever más violencia. Visto así, poco cabe esperar de la segunda conferencia de apoyo a Siria iniciada el 24 de abril en Bruselas.

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