Alfombra roja: Isaac Rabin

 |  6 de noviembre de 2015

APODO: El halcón de la paz.

FRASE: “Nosotros, los soldados que regresamos de campos de batalla sangrientos, que hemos visto cómo se asesinaba a familiares y amigos frente a nuestros ojos, decimos hoy en voz alta y clara: basta de sangre y lágrimas. Basta”.

CURRÍCULO: En sus años de estudiante en la Escuela de Agricultura Kadourie, el objetivo de Isaac Rabin era convertirse en ingeniero agrónomo en Jerusalén, donde había nacido el 1 de marzo 1922. Apenas con 30 años, sin embargo, Rabin ya había luchado en dos frentes: en la Segunda Guerra mundial, como miembro de la Palmach –grupo de militares judíos de élite creado en 1941– y en la guerra Árabe-Israelí de 1948-49. Su carrera en el ejército le llevó a organizar la fuerza militar que en 1967 ganaría la guerra de los Seis Días. Su siguiente paso fue la diplomacia: como embajador en Estados Unidos en 1968. En política, su vinculación activa con el Partido Laborista comenzó tras la guerra del Yom Kippur, en 1973. Un año después, fue elegido primer ministro israelí, el primero nacido en Israel. Volvió a encabezar el gobierno israelí en 1992, cuando se implicó activamente en las negociaciones de paz con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasir Arafat. En 1994, Rabin, Arafat y Simon Peres recibieron el premio Nobel de la Paz. No había pasado un año cuando, el 4 de noviembre de 1995, Rabin fue asesinado por un extremista judío de 25 años, Yigal Amir, mientras asistía a una manifestación a favor de la paz y los Acuerdos de Oslo.

MÉRITOS: Veinte años después del asesinato de Rabin, Israel ha cambiado. Si entonces existía un choque ideológico entre la derecha y la izquierda israelíes, hoy predomina un consenso barnizado de pragmatismo. Los primeros parecen haber renunciado a sus sueños mesiánicos del instaurar el Gran Israel, lo que según ellos traería automáticamente la salvación. Los segundos estaban convencidos de que la retirada de los territorios ocupados en 1967 desembocaría en la paz. “En las últimas dos décadas los israelíes han dejado de creer en ambas ideas –explica Micah Goodman en The New York Times–. La nueva izquierda no habla de paz, sino de ocupación. La nueva derecha no habla de salvación, sino de seguridad”.

Seis meses después de la muerte de Rabin, Benjamin Netanyahu se hizo con el poder. Hoy sigue ahí. Los asentamientos proliferan. Como la violencia en los Territorios Ocupados, hasta el punto de que se habla de una tercera Intifada. En la conmemoración por el asesinato, los líderes congregados –como Bill Clinton– tuvieron que hablar a las masas tras un cristal antibalas. ¿Es este el legado del asesinato de Rabin?

Hace veinte años, la sociedad israelí perdió la inocencia. Como explicaba Shlomo Ben Ami en este artículo poco después del asesinato, más que un golpe al proceso de paz, la muerte de Rabin significó el inicio de una reflexión interna sobre la democracia israelí. “Los israelíes, al igual que los estadounidenses después del asesinato de Kennedy –afirma Ben Ami–, han perdido su ingenuidad y su fe en la inquebrantabilidad de su esquema de convivencia democrática”.

El proceso de paz languidece. Rabin estuvo cerca de lograr lo imposible, de realizar concesiones que quizá solo él, con su “trayectoria de jefe militar, halcón y experto en materias de defensa”, como señala Ben Ami, podría haber hecho, pues Rabin “era la garantía de que el proceso de paz no hipotecaría la seguridad de los israelíes”. Los claroscuros en torno a su figura, sin embargo, crecen con el tiempo. Como todo en Oriente Próximo y en el conflicto entre Israel y Palestina, donde la luz no siempre gana terreno. Según expone John McHugo en su obra Una breve historia de los árabes, durante las negociaciones con la OLP Rabin se abstuvo hábilmente de cruzar ningún Rubicón que le obligara a renunciar irrevocablemente al sueño sionista de incorporar a Israel partes de los Territorios Ocupados. “Existen razones convincentes, empezando por algunas palabras del propio Rabin, para creer que este nunca tuvo la intención de dar ese paso –arguye McHugo–, pero el hecho de que lo pareciera provocó que un militante sionista le asesinara”.

Alfombra roja para uno de los mártires más notables de este conflicto milenario. Para el halcón de la paz.

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