Arabia Saudí y Catar: guerra fría en una península caliente

 |  12 de marzo de 2014

Aumenta la tensión en la península arábiga. Desde el inicio de la Primavera Árabe en 2011, Arabia Saudí, Catar, y Yemen se enfrentan a tensiones internas a la vez que intentan mantener un mínimo de coherencia en su política exterior. Una de las consecuencias es la competición entre Riyadh y Doha por consolidar su influencia regional –una lucha en la que Yemen es uno de los principales campos de batalla.

Arabia Saudí es la principal potencia de la región, pero se está quedando aislada. El pivote a Asia de Estados Unidos y el proceso de negociación con Irán ha puesto en entredicho la relación especial entre Washington y Riyadh. La clase dirigente saudí –es decir, la familia real– está convencida de que el respaldo americano ya no puede darse por hecho. A medida en que se recrudecen las tensiones religiosas en Oriente Medio, Bachar el Asad ha dejado de ser un interlocutor de confianza. El régimen sirio está gobernado por chiítas, en tanto que Arabia Saudí es una teocracia wahhabista. Tampoco los Hermanos Musulames de Egipto, a pesar de ser sunitas, reciben el visto bueno de Riyadh. Su vocación democrática alarma a las monarquías absolutas del Golfo; es por eso que la saudí ha definido el partido como un grupo terrorista. Ni siquiera los jihadistas a los que arma y financia el reino son aliados de fiar. El reciente decreto real prohibiendo luchar fuera del país –concretamente, en Siria– supone un intento de controlar su extremismo religioso, que tan pronto puede avanzar los intereses del reino como ponerlos en peligro.

Sólo los israelíes se encuentran en la tesitura de Arabia Saudí. “Comparten la misma sensación de estar sitiados y asustados”, observa Immanuel Wallerstein, reconocido analista de relaciones internacionales, “[y] ambos recurren al mismo tipo de tácticas cortoplacistas.” Pero un aliado como Israel socava la imagen de la clase dirigente saudí.

Añadiendo leña al fuego está Catar. A pesar de compartir el wahhabismo como religión oficial, el emirato se ha destacado por una política exterior independiente, haciendo suyo el concepto de “poder blando” desarrollado por Joseph Nye. Aunque la población autóctona no supera el cuarto de millón (otros 1.500.000 son trabajadores inmigrantes), Qatar se alza sobre las mayores reservas de gas del mundo. Como el país no es una potencia militar, tira de su poderío económico –plasmado en la Qatar Investment Authority– y su presencia mediática –AlJazeera– para hacerse oír en la región.

Al parecer lo ha hecho con demasiada estridencia. El respaldo de Catar a los Hermanos Musulmanes le supondría una posición ventajosa en la transición egipcia. Pero el golpe de Estado del ejército en junio de 2013, apoyado por Arabia Saudí, ha cercenado este proyecto. La reciente decisión por parte del resto de los miembros del Consejo de Cooperación para los Estado Árabes del Golfo (CCEAG) de retirar a sus embajadores del emirato supone otra victoria de Riyadh. Aunque el pretexto es la negativa de Qatar a firmar un tratado de seguridad destinado a colocarlo bajo el paraguas de Arabia Saudí, el movimiento ha acorralado al jeque Tamim bin Hamad al Zani, que el año pasado tomó el relevo de su padre al frente del emirato.

Sólo quedan cartas por jugar en Yemen, donde Qatar ha ganado influencia apoyando al partido islamista Al-Islah, actualmente en la oposición. La Primavera Árabe causó la dimisión Abdullah Saleh, presidente desde 1978. Acto seguido tuvo lugar un traspaso de poder pactado que no ha tenido lugar en ningún otro país árabe, y fue apoyado por la premio Nobel por la paz Tawakkul Karman. Aunque se acusa a Saleh de mantener su influencia y emplearla para debilitar a su sucesor, Abd-Rabbu Mansour Hadi, el principal obstáculo en la transición de Yemen es la desintegración del país. La Gobernación de Sa’ada permanece en manos de los Houthis, una facción de rebeldes chiítas con posibles vínculos a Irán y Hezbolá. Para evitar la secesión del sur, que en el pasado fue una república comunista independiente, el gobierno aprobó la federalización del país el 10 de febrero. La situación se ve empeorada por el bombardeo de aviones no-tripulados estadounidenses a miembros de la rama regional de Al Qaeda, que se encuentra entre las más activas de la organizaciónn. Muchos bombardeos ignoran las reglas que supuestamente impiden la masacre de civiles.

“Política exterior” es un término esnob para referirse a la gestión de contradicciones. Esta observación de Roger Cohen, columnista del New York Times, es pertinente a Oriente Medio en general y a la península arábiga en particular. Ni siquiera en una región con una lengua, etnia, y religión en común reina la calma.

 

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