En 2024, debido a los incendios forestales, muchas veces provocados, Brasil perdió 30,8 millones de hectáreas de vegetación, 79% más que en 2023. Según MapBiomas, el 60% de ellas se deforestaron en regiones amazónicas. La deforestación amazónica, sin embargo, palidece frente a la de los bosques secos y sabanas del Gran Chaco, el principal bosque subtropical del mundo y segundo bioma más extenso e importante del continente suramericano.
Desde 1985, se ha deforestado un 20% del Gran Chaco. Agroindustria y deforestación van casi siempre de la mano, especialmente en América Latina, una de las regiones de menor densidad demográfica y mayor ratio de tierras cultivables per cápita, lo que la convierte en una de las pocas con margen para aumentar significativamente su agroindustria.
En Paraguay, el Chaco ocupa dos terceras partes del territorio pero solo alberga al 4% de la población. Cada día se deforestan en la zona una superficie equivalente a 1.200 canchas de fútbol en un país donde el 2% es propietario del 85% de las tierras cultivables, con la mayor concentración de propiedad agrícola del mundo.
La decisión de Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, va a minar la lucha contra el cambio climático, en la que la deforestación –la principal causa de las emisiones brasileñas– es un factor clave. Washington se ha quedado ahora solo acompañado de Irán, Yemen y Libia, pero su retirada es un síntoma más de que la agenda climática ha dejado de ser una cuestión existencial para la comunidad internacional pese a la recurrencia de desastres naturales, como las inundaciones en el Mediterráneo o los incendios en California, cada vez más graves.
Tal y como apunta un sondeo entre 18 países subsaharianos del Banco Mundial, que en 2025 destinará el 45% de sus fondos a asuntos climáticos,…

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