En 2014 las remesas fueron unos 62.000 millones de dólares. México se llevó la mayor parte: 60.000 millones (4% del PIB). Según cifras oficiales, el 65% de ese dinero fue a manos del 30% de los hogares más pobres. En Nicaragua las remesas equivalen al 28% del PIB. Le siguen Honduras (26%), 24% en El Salvador (24%), Guatemala (20%), Haití (18%) y Jamaica (17%). Según el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), la caída brusca de los envíos (11,8% del PIB) podría provocar crisis de balanza de pagos, inestabilidad cambiaria, recesión y más oleadas migratorias.
Un 20% de los 8,3 millones de indocumentados en EEUU son centroamericanos. Icefi estima que, si el número de deportaciones supera los 100.000 anuales, los efectos recesivos serán inmediatos porque el dinero que enviaban dejará de sostener el consumo y el gasto en vivienda y salud de sus familias.
Entre las naciones insulares caribeñas representan el 9,2% de la economía y al sur del istmo de Panamá una media del 0,7%. Si bien en Colombia llegan al 3,1%, en Bolivia al 2,6% y en Perú al 1,7%. En el primer mandato de Trump, las remesas hacia la región aumentaron de 80.000 a 100.000 millones, lo que ya le llevó a plantear imponerles impuestos para financiar la construcción del muro en la frontera con México.
El vicepresidente, JD Vance, quiere que sea del 10%. Oklahoma ya ha aprobado una tasa de cinco dólares por envíos de 500 dólares o menos y del 1% para sumas mayores. Florida, Ohio y Pensilvania también las quieren aprobar, alegando que las remesas terminan financiando viajes de nuevos migrantes, con buena parte de los ingresos terminando en manos de los “coyotes” que les ayudan a cruzar la frontera y de organizaciones criminales que las usan para lavar dinero del narcotráfico….
