Poco después del 11 de septiembre, se me pidió que hablase con ocasión de una graduación escolar y que comparase los desafíos a los que se enfrenta la juventud hoy día con los que yo tuve cuando terminé la escuela.

¡Qué diferente es su actual mundo del de hace cuarenta años! A comienzos de la década de los sesenta, había un ambiente de optimismo. El papa Juan XXIII prometió abrir las ventanas de la Iglesia para que entrara el aire fresco del espíritu. Martin Luther King era una figura visionaria. John F. Kennedy era presidente de Estados Unidos y se comprometió a dos cosas: erradicar la hambruna mundial para finales de la década y llegar a la luna en el transcurso de ese mismo marco temporal.

Hoy día, hay un presidente que solamente hace una cruda promesa: “Conducir el mundo a la guerra”, una guerra que puede durar años. Creo que tenemos esa promesa de guerra porque la de los sesenta no se ha cumplido.

John Kenneth Galbraith, economista estadounidense, lo ha expresado en estos términos: “Las circunstancias duras y visibles definen la realidad. Los conflictos provienen de la pobreza”. El hombre pisó, por fin, la luna, pero la otra prioridad se abandonó totalmente. Era posible, y todavía es posible, erradicar el hambre del mundo. Y eso sería lo justo. Pero nunca se hicieron los esfuerzos necesarios para que las “décadas de desarrollo” fueran un éxito.

Hoy día, más de 3.000 millones de personas viven en la pobreza total, esto es, con menos de dos dólares al día. Y, de ésos, mil millones viven por debajo del nivel de subsistencia humana, en términos financieros, con menos de un dólar al día. ¿Cuál es el país más pobre de todos, aún más pobre porque le han cortado la asistencia alimentaria? Afganistán,…