Autor: Miguel Ángel Villena
Editorial: Planeta Gestión 2000
Fecha: 2017
Páginas: 192
Lugar: Barcelona

Del éxito a la indiferencia

Antonio García Maldonado
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Que España vive un momento de introspección es algo sabido. La crisis económica primero, e institucional y territorial después, ha dirigido la atención del ciudadano medio hacia la agenda de nuestros problemas inmediatos y cercanos. Los presupuestos públicos, en consecuencia, se han ido adaptando a estas prioridades. No hay nada de extraño en ello, dada la dimensión que adquirieron dichos problemas en la última década.

Ejemplo palmario de víctima colateral de la desatención hacia la acción exterior ha sido el de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), que si en 2009 alcanzó su cota cuando España dedicó en este concepto el 0,46% del PIB, en 2015 pasó a un 0,14%, tras sortear el nadir del 2014, cuando apenas representó el 0,13%. Cabe preguntarse, entonces, si la salida de la crisis económica ha devuelto la atención del público y ha supuesto un aumento de los presupuestos de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) o un incremento de las ayudas a las organizaciones no gubernamentales.

En España solidaria. Historia de la cooperación al desarrollo (1986-2016), el periodista Miguel Ángel Villena relata la historia y la evolución de la política española desde la llegada de la democracia hasta ahora. Según sus estimaciones, unas 2.000 personas trabajan en España en este sector. Concluye, no sin razón y con muchos datos y gráficos en un anexo, que la de la AOD española es una historia de éxito, moral y estratégico para España, y económico y social para los países receptores.

Siendo así, se pregunta con sorpresa: “¿Qué ha pasado en España para que la cooperación internacional haya desaparecido de la escena social en tan breve lapso de tiempo?”. Además de la triple crisis mencionada, también ha contribuido a esta desaparición un mundo en guerra contra el terrorismo desde septiembre de 2001. Desde entonces, ese mundo subdesarrollado o en vías de desarrollo pasó a percibirse también como amenaza.

El libro comienza con un recorrido ameno de los procelosos orígenes de la AOD de un país que en 1981 figuraba en la lista de receptores de ayuda de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Aunque España contaba desde 1976 con un Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD), Villena sitúa el gran salto de la cooperación con la entrada en la Unión Europea y la creación en 1985 de la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica (SECIPI).

La consolidación de la democracia y el desarrollo económico que propició la llegada al club comunitario permitieron a la cerrada España mirar hacia fuera y establecer y desarrollar proyectos a través de sus distintas Oficinas Técnicas de Cooperación (OTC). Ayudas eminentemente económicas que con el tiempo irían ampliando su radio de acción a temas sociales, de género o educativos, y ahora también relacionados con los efectos del cambio climático en determinadas comunidades especialmente afectadas.

En sintonía con la política exterior que dirige el ministerio del que depende orgánicamente, se priorizó la atención en un principio hacia América Latina, el norte de África y el Mediterráneo, aunque el crecimiento sostenido (pero irregular) desde entonces ha permitido la instalación de oficinas y una creciente presencia en lugares como Asia o África subsahariana.

La AECID cuenta con 48 Unidades de Cooperación en el Exterior (UCE): 31 OTC, 13 Centros Culturales (CC) y 4 Centros de Formación (CF). Una red de ayuda que aguanta el tipo como puede entre la indiferencia generalizada y unos presupuestos muy mermados, algo que no ayuda a la moral de sus trabajadores ni, en última instancia, a la imagen ni a la estrategia de España en el exterior.

La salida de la crisis no ha supuesto un aumento significativo de la concienciación ciudadana ni del presupuesto para ayuda y cooperación. Ni tan siquiera se percibe la intención retórica de volver a medio-largo plazo a niveles similares a los de principios de la década. Estamos bien lejos de las acampadas de los años 1990, en las que se reclamaba un 0,7% del PIB para hacer realidad los Objetivos del Milenio (ODM) establecidos por Naciones Unidas en 2000.

Como bien explica Villena, la ayuda al desarrollo ha desaparecido de la agenda política y no ha vuelto con el crecimiento económico. Tampoco parece prioridad para un movimiento de raíz solidaria como el 15M, entre cuyas propuestas consensuadas “no aparecía una mención explícita a la cooperación al desarrollo”. El tono del autor es pesimista, pues sin presión de la opinión pública será imposible aumentar la dotación de la AOD, incluso sin los constreñimientos presupuestarios de la crisis y la vigilancia contable de Europa.

En su relato cronológico de la AOD española, queda claro que la cooperación al desarrollo ha estado demasiado condicionada por dos aspectos fundamentales: la situación política y económica coyuntural, por un lado, y los cambios de sensibilidad de la opinión pública, por otro. Son dos fenómenos que no siempre van ligados. Así, Villena narra cómo influyeron en la concienciación ciudadana respecto a la AOD episodios como las matanzas de Ruanda en 1994 o la guerra en los Balcanes.

Puede decirse, por tanto, que si bien España alcanzó cifras muy elevadas de ayuda a la cooperación al desarrollo, está aún lejos considerar este aspecto de la acción exterior como una política de Estado, ajena a partidismos y variaciones de la opinión pública. Nada extraño en un país que cambia incluso a los subdirectores generales de los ministerios menos polémicos y más exitosos cuando un partido sustituye a otro en el gobierno.

La cooperación es una herramienta estratégica de la política exterior e interior que casa muy mal con un momento político de crisis institucional y territorial en el que ha primado y prima lo estrictamente táctico. Lo hemos visto con el problema catalán, cuyos líderes secesionistas habían ganado el relato exterior pese a no contar con una red de la potencia y dimensión de la del gobierno central.

Villena explica bien la paradoja de la necesidad de la AOD, que es “tanto moral como pragmática, y tan altruista como interesada”. Si no se convence a la opinión pública ni a los partidos de que es urgente ayudar fuera, expliquemos entonces la otra cara de la verdad: que es por nosotros por quienes doblan las campanas.

Ojalá este libro claro y riguroso, entre la crónica periodística y el ensayo histórico, ayude en la tarea.