En la Asamblea General de Naciones Unidas celebrada recientemente, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele apuntó en su discurso algunas notas de interés para evaluar su actuación en lo tocante a la particular deriva de su país en lo relativo a los éxitos conquistados en todo lo relativo al acorralamiento de las pandillas, a la seguridad pública y a la represión de la criminalidad. El tono eufórico de su discurso coincide con la valoración que en buena parte de América Latina se hace de sus políticas represivas, de la forma como ejerce la “mano dura” contra las bandas juveniles (las famosas “maras”) y con el deseo de muchos gobernantes y políticos de replicarlas en sus países, especialmente para enfrentarse al narcotráfico. Obviamente, todo esto incide en la imagen positiva del presidente salvadoreño, tanto dentro en su propia casa como en buena parte de América Latina.

En las siguientes páginas intentaré profundizar en los motivos por los cuáles un país tan pequeño como El Salvador ha podido convertirse en un referente regional al triunfar donde muchos otros habían fracasado previamente, por qué han tenido éxito sus políticas represivas y, muy especialmente, si éstas son replicables en otros países latinoamericanos. Hay que tener en cuenta que no es la primera vez que en la región, a través de distintos mecanismos, se han implementado políticas de “mano dura”, incluso de “gatillo fácil”, dándose una gran discrecionalidad y margen de maniobra a los distintos cuerpos policiales.

El ‘modelo’ Bukele

En poco tiempo Bukele se ha convertido no solo en un referente para los gobiernos y políticas latinoamericanos de derecha, sino también para muchos situados a la izquierda o auto denominados progresistas, pese a las constantes vulneraciones de los derechos humanos que se cometen en su país. Durante mucho tiempo entre los gobiernos…