Autor: Pankaj Mishra
Editorial: Galaxia Gutenberg
Fecha: 2019
Páginas: 528

El despertar asiático

Pankaj Mishra describe el despertar intelectual de los países de Oriente, espiritualmente reprimidos por el imperialismo más salvaje del hombre blanco en los últimos siglos. La invasión fue territorial, cultural y moral, pero tras un largo proceso, Asia está de vuelta. El escritor relata este camino desde los ojos de los intelectuales contemporáneos.
Iker Kaperotxipi
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El provocador autor indio combate la percepción etnocentrista occidental sobre la historia. Una visión donde los grandes conquistadores civilizan los atrasados pueblos americanos y asiáticos y difunden las doctrinas modernas occidentales. Sin ir más lejos, el siglo XX se percibe como una época marcada por las dos grandes guerras y la Guerra Fría, obviando decenas de acontecimientos y eventos históricos de gran repercusión.

Europa protagoniza los libros de historia porque han sido escritos por ellos mismos. En los últimos siglos, las armas europeas hundieron en la propia historia a civilizaciones milenarias como la egipcia, persa, china o la india. Pero la progresiva construcción de un nuevo orden mundial abre nuevas perspectivas de la historia universal, como expone Mishra. Una nueva interpretación donde el protagonismo histórico se desplaza a Oriente, donde se concentra el núcleo demográfico y económico mundial. Cada vez es más evidente que para la mayoría de la población mundial, el acontecimiento central que tuvo más repercusión en el siglo XX fue el despertar intelectual y político de Asia. Este fenómeno fue la primera piedra para movimientos y dinámicas que transformaron la vida de una gran parte de la humanidad.

 

«La progresiva construcción de un nuevo orden mundial abre nuevas perspectivas de la historia universal»

 

La industrialización situó a Europa en una órbita inaccesible para el resto del mundo, que no pudo subirse al tren a tiempo. Este éxito material trajo la noción de una superioridad moral y racial. “Europa se quedó pequeña” y los imperios soñaron con expandirse por Oriente con la Biblia en la mano cual Alejandro Magno en sus tiempos, insaciables en la lucha por el poder y el prestigio. A su vez, el desarrollo del nuevo sistema capitalista abrió el camino a empresarios e inversores que encontraron la oportunidad de lucrarse en esas nuevas tierras.

Mishra relata la llegada de los enormes buques europeos a China, donde la dinastía Qing, que dominaba el continente cobrando tributos a los reinos vecinos, esperaba la pleitesía de los nuevos viajeros. Las intromisiones europeas, inofensivas en un principio, acabarían causando el siglo de la humillación china, un desastre histórico marcado por las dos Guerras del Opio y los bochornosos “tratados desiguales”.

El país asiático, pionero en muchos campos y en el desarrollo de la ciencia con invenciones como la pólvora, el papel, la brújula o la seda, chocaría bruscamente contra la realidad tras un largo sueño aislacionista. Separados del resto del mundo por un océano, el Himalaya, largos desiertos, montañas y altas mesetas, la civilización china creía firmemente ser “el centro del mundo”. Ese sentimiento les privaría de detectar la amenaza que aquellos extranjeros representaban. Tras imponer barreras y confrontar las ambiciones económicas europeas, los británicos pasarían al ataque. De esta manera, durante el siglo XIX, saquearían y masacrarían a la población, les privarían de derechos y les inducirían a consumir opio.

Esta invasión no fue superficial. Fue un ataque cultural hacia los autóctonos, dirigida al alma y al espíritu de la civilización. El autor señala las similitudes de otras invasiones coloniales. Los británicos obligaron a la población egipcia e india a producir opio y algodón. Cambiaron radicalmente la estructura productiva de estos países para sus propios intereses, hundiendo en la miseria a la población. En sus orgías de alcohol, y entre el vandalismo y la violencia, eran vistos como animales salvajes y demonios por la población local, cada vez más refugiada en la religión, sin capacidad de respuesta.

Sin embargo, ciertos hombres fueron lo suficientemente hábiles como para detectar la profunda naturaleza de su desafío, y entregaron su vida por una causa perdida al corto plazo.  Mishra relata las aventuras de al-Afghani, un activista árabe de dudosa procedencia, muy moderado para los más violentos, demasiado agitador para las potencias, un colaborador laico para los islamistas más radicales y demasiado religioso para los liberales. En sus travesías, donde acompañó a los líderes árabes de gran importancia, denunció el colonialismo occidental y despertó la conciencia de lucha.

Otras figuras intelectuales que se mencionan son el poeta bengalí Rabindranath Tagore, que impulsó el sentimiento de unión de un pueblo debilitado a través del arte, o Liang Qichao, erudito y reformista chino, y Sun Yat-sen, padre de la China moderna tras convertirse en el primer presidente de la República de China.

Liang, al igual que al-Afghani con el islam, vio una necesidad de reformar el confucionismo, las cadenas que frenaban el progreso chino. Era necesario un “Lutero”, alguien que transformara los dogmas inflexibles para emplazar una doctrina compatible con las dinámicas sociales y económicas del momento. Este mensaje reformista no penetraría en una población cuya mentalidad era sumisa y tradicional, pero tendría un profundo impacto en los sectores intelectuales y revolucionarios.

Mishra busca identificar estos actores de la resistencia, que van desde intelectuales modernistas a pensadores que vuelven a las ideas más espirituales de la doctrina confucionista o del budismo. Incluso hasta a aquellos que veneran los principios revolucionarios de la Rusia soviética. También le otorga un gran papel a la religión, cada vez más popular al ser el escudo de los más débiles y un refugio para aquellos que perdieron la fe en la sociedad. Una tendencia que acabó por ampliar las diferencias sociales en diferentes países y estimuló futuros conflictos sectarios.

El autor realiza un ejercicio muy osado narrando las experiencias vitales y los pensamientos de estos aventureros, a medida que relata los movimientos políticos y acontecimientos globales de mayor impacto en el tercer mundo. Años después, hombres conocidos como Muhammad Iqbal, Gandhi, Shariati, Ataturk o Barzagan generarían grandes cambios a partir de las semillas que estos intelectuales germinaron. Una herencia que allanó el camino para un siglo histórico para Asia, que consiguió liberarse de las cadenas occidentales, no sin evitar daños y un inmenso sufrimiento.

Para cerrar el libro, Mishra cita una frase de Rudyard Kipling. “¿Qué ocurrirá cuando China despierte de veras, trace una línea desde Shanghái hasta Lhasa, y controle sus propias fábricas de armamento y sus arsenales?”. La ruina de los imperios, llena de lecciones valiosas, llega en este momento oportuno. Los países asiáticos han resurgido desde sus ruinas y desafían nuestros libros de historia. La responsabilidad europea será clave para un futuro de coexistencia pacífica.