Cualquier consideración que afecte a la posición de una nación respecto al concierto internacional ha de tener en cuenta algo que el profesor Samuel P. Huntington ha señalado: “Las naciones-Estado, como principales actores de la historia van a dejar paso a grandes agrupaciones culturales”.
Por ello, es necesario reflexionar sobre la imagen real de toda identidad nacional y los intereses vitales que la conforman. Esto tiene mucha relación con el tema que pretendo tratar. Sin embargo, el tiempo histórico que estamos viviendo nos obliga a dejar al albur un margen de duda. La transición a un nuevo período histórico, este camino incierto que a veces parece que nos retrocede al primitivismo, pone grandes incógnitas en el escenario internacional.
No podemos añorar tiempos pasados, ni mirar atrás, tenemos que ser capaces de adelantarnos al futuro para sobrevivir a las grandes transformaciones que se avecinan. Los españoles hemos hecho un gran esfuerzo poniéndonos en sintonía con las naciones más avanzadas. Resulta estimulante ver cómo las noticias de España, no siempre negativas, aparecen en la prensa internacional. Es curioso observar cómo nuestra Bolsa de mercado financiero aparece reseñada con sus movimientos entre las más importantes del mundo. Pero junto a la aproximación al pelotón de cabeza de esta loca carrera que han emprendido las naciones desarrolladas, se producen mil rupturas y descalabros individuales y sociales que se han apoderado de nuestra indefensa sociedad. Hemos avanzado para ponernos a la altura de las sociedades más desarrolladas, pero atrás han quedado nuestros valores más profundos, conseguidos con grandes sacrificios. Ahora tendremos que ser capaces de recuperar los valores reales del alma hispánica, nuestras señas de identidad, sin dejar de avanzar y con la vista puesta en el progreso. Pronto la Segunda Guerra mundial, nuestra guerra civil o la guerra fría, no serán más que recuerdos…

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