Durante décadas, el paraguas estadounidense fue un escudo suficiente para los miembros de la OTAN. Sin embargo, este escenario cambió drásticamente con la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU y el temor provocado por la invasión de Ucrania. Aunque es difícil calibrar hasta qué punto Rusia representa una amenaza real para la OTAN, los países más orientales de Europa no están dispuestos a tentar a la suerte.
Trump ha visto en la escalada militarista una oportunidad para que las empresas estadounidenses aumenten su facturación y amplíen su cartera de pedidos. Europa, por su parte, no cuenta con capacidades productivas suficientes para asumir un aumento significativo de la inversión en defensa. Hasta que logre desarrollar ese tejido industrial, es previsible que muchas adquisiciones se realicen directamente en EEUU.
Sin embargo, la satisfacción de Trump contrasta con las preocupaciones europeas. Para Europa, este aumento del gasto militar no podía…