POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 160

Felipe VI y Juan Carlos I

Juan Carlos I ha cumplido 76 años y ha decidido pasar a su heredero la responsabilidad de la corona. A los 46, ese heredero parece preparado para hacer su trabajo.
Editorial
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La monarquía hereditaria y parlamentaria se mantiene en siete países del Occidente europeo. Walter Bagehot, economista inglés del siglo XIX, profundizó en este enigma: la corona británica, escribía en 1867, “The English Constitution”, se apoya en el azar hereditario, base de las monarquías que aspiren a conocer el siglo XX. El rey o la reina, se ha repetido no pocas veces en el siglo XXI, no gobiernan pero reinan. Es decir, los reyes son árbitros y como tales deben intervenir, mediar o ayudar a que los conflictos se eviten. Y deben hacerlo lejos de la liza política y de la lucha entre partidos. En España, esa función la ha recordado Felipe VI, heredero de Juan Carlos I, proclamado rey tras la abdicación de su padre el 19 de junio de este año. El Estado que Juan Carlos I hubo de defender en sus relaciones internacionales pero también en sus contratos internos, guarda poca relación con el Estado en el que Felipe VI habrá de reinar. “Comienza el reinado de un rey constitucional. Un rey que accede a la primera magistratura del Estado de acuerdo con una Consti­tución refrendada por los españoles, que es nuestra norma suprema desde hace 35 años … que debe atenerse al ejercicio de las funciones que constitucionalmente le han sido encomendadas y, por ello, ser símbolo de la unidad y la permanencia del Estado”.

Esa relectura puede centrarse en dos frentes: el relacionado con el papel de España en el mundo, pero antes de ello sobre los problemas internos de los españoles. En el primer frente debe destacarse el papel de España en América, desde el norte de Canadá al sur de Chile, además de una atención marcada por la orilla sur del Mediterráneo, distante de Tarifa, en Cádiz, solo 15 kilómetros.

Las monarquías euro­peas han coincidido al defender algunos valores: la estabilidad, reforzada por cada una de esas siete coronas; el clima de debate abierto en regímenes en los que la calidad de la vida pública se cifra también en eso, la fundamental la posibilidad de debatir; la presencia ininterrumpida del Estado de Derecho; o la defensa de los intereses nacionales o transnacionales –España, pero también la Unión Europea– en el mundo exterior. La institución monárquica, mantenida durante 13 siglos, ha sufrido pocos colapsos, el más prolongado el de la dictadura del general Francisco Franco tras la guerra civil de 1936.

Es curioso que en el mensaje del 19 de junio el nuevo rey se refiriera solo a dos de sus antecesores, su padre y su abuelo. Lo cual implica una cierta reivindicación. El Conde de Barcelona, heredero de Alfonso XIII y padre de Juan Carlos I, no llegó a reinar, pero mantuvo durante tres décadas un pulso permanente con el general Franco. Don Juan de Borbón recordó a lo largo de aquel reinado en la sombra que solo una institución realmente imparcial podría intentar lo que finalmente consiguió Juan Carlos I, el cierre de las heridas causadas en 1936-39 por la guerra civil; es decir, la reconciliación entre los españoles.

Durante las dos décadas en que Juan Carlos I compartió con su padre esa idea troncal, la superación de la guerra civil, ambos la expusieron en documentos y manifestaciones públicas. Don Juan visitó en América a dos premios Nobel, Juan Ramón Jiménez y Severo Ochoa, para rendir homenaje en su casa de Madrid a otro de ellos, don Ramón Menéndez Pidal, meses antes de morir a los 98 años. En 1978, Juan Carlos I visitó en su exilio mexicano a Dolores Rivas Cherif, viuda del último presidente de la República, Manuel Azaña.

Muchos años después, Don Felipe mantuvo una presencia reiterada en América, no solo en Estados Unidos sino hasta el estrecho de Magallanes, en el extremo sur de Chile. Esos años han reforzado la experiencia del recién proclamado rey.

España, como Francia o Italia, no tiene dimensión ni medios para hacerse presente en un mundo globalizado que Estados Unidos y China aspiran a dirigir durante este siglo. Quizá la Unión Euro­pea pueda trasladar su peso económico y comercial al área política. Este no es asunto de esta nota: pero habría alguna probabilidad, hoy apenas entrevista, si seis estados europeos, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, España y Polonia, formaran pronto un verdadero núcleo duro. Se trataría de un eje que aceptara entre sus demandas el refuerzo de la defensa, hoy demasiado dependiente de la defensa de Estados Unidos. Estos, entre otros, son los problemas que la monarquía española deberá afrontar: no durante algunos años, quizá durante décadas.

Juan Carlos I ha cumplido 76 años y ha decidido pasar a su heredero la responsabilidad de la corona. A los 46, ese heredero parece preparado para hacer su trabajo. Política Exterior seguirá con atención sus decisiones.

DV