El prestigioso profesor de la Universidad de Harvard, Samuel P. Huntington, director del Instituto Olin de Estudios Estratégicos, publicó en el verano de 1993 en la revista Foreign Affairs, un artículo titulado “El choque de civilizaciones” que causó gran sensación y sigue siendo discutido en Estados Unidos. Huntington expone la tesis de que en el futuro “la fuente fundamental de conflictos (…) no será primordialmente ideológica o económica (…): será predominantemente cultural”. En el nuevo mundo en que estamos entrando, las naciones se alinearán en “grupos de diferentes civilizaciones” que constituirán “las líneas de batalla del futuro”.
La tesis de Huntington es sugestiva, quizá porque en EE UU nunca se había considerado con tanta atención la dimensión cultural de las relaciones internacionales. Durante la guerra de Vietnam, por ejemplo, lo que más sorprendía en EE UU era que hasta quienes más encarnizadamente se oponían a ese desastroso esfuerzo militar, incluso profesores de universidad especializados en Asia, no tenían un conocimiento cabal de lo que Vietnam significaba en términos culturales o políticos, no eran siquiera conscientes de que estaban continuando un conflicto colonial. El único que destacó reiteradas veces este fundamental aspecto, George Kennan, en testimonio prestado ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado presidida por Fulbright, no consiguió siquiera ser citado por la prensa. Lo mismo podemos decir de nuestros días: el conflicto con Irak apenas ha sido acompañado de una comprensión cultural de los problemas del mundo islámico, ni de lo que esta guerra ha significado en el contexto psicológico de Oriente Próximo.
Ahora bien, si el artículo de Huntington contribuye a despertar en EE UU el interés por las dimensiones culturales de los conflictos internacionales, por otro lado oscurece considerablemente su comprensión, partiendo, ante todo, de premisas mal definidas y acabando en conclusiones desorientadas.
Huntington…

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