De país del “Tercer Mundo”, a próxima economía mundial –de acuerdo con las estimaciones recientes–, este es el recorrido que ha realizado India en las últimas décadas, según PwC. Con una clase media que se calcula aumentará del 20% actual a un 37% en 2050, las proyecciones económicas de futuro son optimistas. India cuenta además con otros activos: una democracia asentada, un crecimiento demográfico exponencial con futuros dividendos, y una ubicación geopolítica privilegiada, una gigantesca cuña incrustada en el océano Índico-Pacífico, el núcleo estratégico del mundo por donde discurren las líneas de navegación del 90% del comercio intercontinental. Todo ello convierte a India en un actor de peso ineludible en el escenario global.
Su actual primer ministro indio, Narendra Modi, resuelto a dinamizar las relaciones internacionales, está ejecutando una estrategia que en parte responde a los imperativos de las transformaciones geopolíticas del momento, y simultáneamente articula los intereses económicos nacionales con la política exterior, priorizando la geoeconomía, como han señalado Uttara Sahasrabuddhe y Chaitanya Mallapur. Su victoria fue seguida de unas iniciativas que señalaban su visión estratégica de la política exterior. Invitó a su homólogo pakistaní Nawaz Sharif a la ceremonia de toma de posesión, unos meses después recibía la visita de Xi Jinping, a continuación viajó a Japón, luego a Estados Unidos y antes de un año recibía la visita de Barack Obama para la celebración del Día de la República. Modi ha mantenido una activa agenda internacional que le ha llevado a realizar más de 60 visitas oficiales. Entre sus objetivos se encuentra posicionar a India a nivel regional y global, como corresponde a una potencia económica mundial, responder a la creciente hegemonía de China, subsanar los efectos del aislamiento tradicional indio y acercarse a las democracias liberales, tanto de Asia como de Occidente.

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