INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 1046

ISPE 1046. 7 agosto 2017

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El desprendimiento del iceberg Larsen C, de 5.000 kilómetros cuadrados y millones de toneladas, ha provocado una mayor inquietud sobre la aceleración del cambio climático, aunque no está claro si el aumento de temperaturas en el continente helado está relacionado.

La Antártida está rodeada de un anillo de plataformas heladas flotantes que son extensiones de glaciares que han crecido a lo largo de los siglos desde la masa terrestre continental, lo que los hace vulnerables al aumento de las temperaturas marinas y del aire, que está haciendo que se rompan a un ritmo inusual. Y cuando lo hacen, liberan en los océanos el hielo que atrapan, provocando la subida de los niveles de los mares. Eric Rignot, investigador de la NASA, está convencido de que la ruptura del Larsen C no es parte de un ciclo natural. El iceberg Larsen B, que colapsó en 2002 y que fue observado por primera vez en 1893 por el explorador noruego Carl Anton Larsen, se había mantenido incólume durante 10.000 años.

La preocupación actual está más que justificada. Según diversas estimaciones científicas, si toda la capa de hielo antártica se derritiera, los niveles de los mares y océanos mundiales se elevarían unos 60 metros, suficientes para cubrir cientos de ciudades costeras en todos los continentes. Ese escenario no se producirá en este siglo, pero los expertos advierten que las señales de colapso de algunas partes de la superficie helada antártica son cada vez más evidentes, lo que exige un control científico mucho más riguroso de las temperaturas del aire y de las corrientes oceánicas debajo del casquete polar, todo lo cual requiere grandes inversiones en investigación sobre el terreno y desde el espacio exterior.

El problema es que la administración de Donald Trump se dispone a recortar el presupuesto de varios programas de…

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